¿Decadencia cofradiera?
Posiblemente pocas asociaciones de laicos podemos encontrar dentro de la Iglesia Católica tan antiguas y con una vida continuada, como las Hermandades y Cofradías sevillanas. Surgidas en la Edad Media, recibieron con Trento la espiritualidad que, a modo de motor, las llevaría a su máximo esplendor; tan grande que a pesar de los tiempos de indiferentismo religioso que corren, siguen titilando con luz propia, aunque menos intensa que antaño.
Hoy vivimos una época de decadencia cofradiera, quizás causada tanto por condiciones externas - un entorno social agresivo -, como por condiciones internas - una interpretación radical del Concilio Vaticano II, leído al margen de la Tradición -.
Nuestras corporaciones encuentra su elemento fundador y fundante en la memoria de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Los efectos espirituales, como camino de perfección y lucha contra el mundo no pueden considerarse, desde luego, un asunto baladí. Ya San Agustín escribió que una sola lágrima vertida en memoria de la pasión del Señor, aprovecha más que una peregrinación a Jerusalén y un año de ayunos a pan y agua.
Aunque parezcan motivos anticuados, reverberan en el hoy de una manera apabullante. En medio de una sociedad que no premia la virtud, con una crisis económica rampante cuyo fin se desconoce, un ataque feroz por parte del Estado a la familia – institución que es previa al mismo Estado -, especialmente a los miembros más débiles de nuestra sociedad, los niños y los ancianos, a través de leyes abortistas y de la apertura del debate sobre la eutanasia, todo causado al fin y a la postre por el relativismo moral imperante, ¿qué mejor razón de ser de nuestras Hermandades que el ser fermento católico de nuestra sociedad, ser esa lámpara que no se puede ocultar debajo de la cama (Mat 5,15)? Sin embargo nuestras Hermandades se encuentran postradas, decaídas, deterioradas en su fundamento.
Mucha de esta decadencia se debe, en lo intraeclesial a la ruptura litúrgica que se ha querido imponer desde ciertos sectores eclesiales, por llamarlos de alguna manera, los cuales queriendo hacer tabula rasa en base a una interpretación radical del Concilio Vaticano II.
«Legem credendi lex statuat supplicandi», la ley de la oración determine la ley de la fe, (Próspero de Aquitania, siglo V, ep. 217). Se cree como se reza, si cambiamos la forma de rezar, ¿no estaremos, a su vez, modificando nuestras creencias?.
Las cofradías, aún perteneciendo al ámbito de la piedad popular, se han erigido sobre un basamento litúrgico, de manera que, podríamos decir, aún a riesgo de equivocarnos, que existe cierto trasunto entre un cortejo y la liturgia de la Iglesia, desde detalles tan nimios como el fiador de los nazarenos de la Macarena (adminículo peculiar y propio de los roquetes, sobrepellices y albas, ropas litúrgicas, cuyo objeto es «fiar», apretar o ensanchar los cuellos a voluntad y comodidad del sacerdote) hasta el paso como un altar alumbrado por los ciriales. Todo ello posee cierta lógica ya que todo estaba pensado en función de la Misa, del sacrificio incruento de Cristo, y las cofradías por ende, no iban a ser menos.
Cierto clero radical – radicalmente anti eclesial -, vio en la piedad popular algo que tenía que ser superando, olvidando los frutos que habían dado durante siglos; esto privó a las cofradías de una dirección espiritual adecuada, dejándolas al albur de los tiempos tan cambiantes que ya soplaban. Los laicos, llenos de buena voluntad han llevado el timón de nuestras corporaciones, pero con una formación decreciente y decadente con el paso del tiempo – y cuando hablamos de formación, no nos referimos a que se conozca de memoria la Suma Teológica de Santo Tomás, sino a la piedad, moral y costumbres católicas, vida de sacramentos, etc. - ; en no pocas ocasiones, incluso los partidos políticos han invadido un terreno buscando unos fines espúreos. En definitiva podríamos decir que el mundo invadió a las hermandades.
Los efectos a día de hoy no han podido ser más nefastos, además de claros y patentes. Hoy las hermandades se encuentran al nivel de las ONG, si acaso, dan respuesta a esa aspiración natural a la divinidad que todo hombre posee. La caridad se ha reducido a la solidaridad. Las candidaturas a las Juntas de Gobierno presentan propuestas similares a las de los partidos políticos - ¿tanta diferencia puede haber en el hacer para que en algunas Hermandades hayan hasta tres candidaturas incluso? - . Bandas, costaleros y minutos en la Campana: sin embargo, poca importancia a la profundización en la fe, en la salvación de las almas.
Pero no todo está perdido. A pesar de tantos azares, podemos aplicarles a las Cofradías el refrán que dice, «el que tuvo retuvo». Las Hermandades cuentan hoy en día con una vía de recuperación muy importante, y ésta es la Liturgia. Ya hemos dicho que Lex orandi, Lex credencia. La promulgación del Motu Proprio del Papa Benedicto XVI, es un hito importantísimo para la vida moderna de la Iglesia. Las Hermandades tienen la oportunidad de volver a los principios fundadores, gracias a la Liturgia. Volver a la Misa del Beato Juan XXIII, Misa Tridentina o Gregoriana, aquella a la que asistieron los jóvenes que fundaron San Bernardo, los negros que se arremolinaron bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, a la que fue Mateo Alemán, la forma litúrgica bajo la que vivieron Santa Ángela de la Cruz, San Antonio María Claret, el Beato Fray Diego José de Cádiz, el Beato Marcelo Spínola, el padre Clarín y el padre Padilla, y tantos y tantos cofrades que antes que nosotros, y gracias a la meditación de la Pasión de Cristo, tantos frutos espirituales obtuvieron.
La Liturgia, «culto público que nuestro Redentor rinde al Padre como Cabeza de la Iglesia, y es el culto que la sociedad de los fieles rinde a su Cabeza, y, por medio de ella, al Padre Eterno; es para decirlo en pocas palabras, el culto integral del Cuerpo Mísitico de Jesucristo; esto es, de la Cabeza y de sus miembros» (MD 29), es el elemento configurador que permitiría a nuestras Hermandades y Cofradías, una nueva Edad de Oro; Edad de Oro que no vendrá medida por la vara que impone el mundo, sino por el patrón de Cristo.
17 comentarios
Por coherencia su uso debia de haber sido masivo.
Visto el resultado, a mi que no me hablen del sentido cristiano de las procesiones, que no lo llevan. La inmensa mayoria.
Son puro folclore. (y encima a votar al PSOE)
Algunas de estas hermandades cuentan con miles de hermanos y celebran numerosos cultos durante el año. Curiosa decadencia.
Por otra parte, el rito antiguo no explica el auge o decadencia de las hermandades; tampoco su salud espiritual. En el pasado ha habido épocas de franca decadencia, de ruina y declive -con desaparición de hermandades y olvido de señeras devociones- en las que regía el rito antiguo.
Lo mismo puede decirse del mangoneo de los políticos -llámense nobles, reyes y otros personajes- que fundaban, dirigían y organizaban las procesiones a su capricho y gusto.
La autoridad eclesiástica ha tenido que intervenir tantísimas veces en las hermandades en el pasado que sorprende que se nos quiera ofrecer la impresión de un pasado glorioso de las hermandades asociado al rito antiguo y un presente nefasto y decadente asociado al rito actual.
La indumentaria de los nazarenos de la Macarena data de 1888 y no guarda especial relación con las vestiduras litúrgicas. Las túnicas fueron diseñadas por Rodríguez Ojeda para dotar a las antiguas y sobrias túnicas penitenciales de vivacidad, lujo y elegancia. Para ello modificó el tamaño de la capa y eligió la lana pura de merino, para darle más vuelo y prestancia. También cambio la austera tela de los antifaces anteriores por el lujoso terciopelo de Lyon en tonalidades especiales -morado y verde Macarena- y acortó el capirote para darle menos hieratismo a la figura del nazareno. El fiador es simplemente otro signo de lujo, ya que la mayoría de las demás hermandades de capa se valen en su lugar de simples y austeras cintas.
Por otra parte asociar el cortejo nazareno a la liturgia antigua es de difícil justificación. Por ejemplo las banderas de paso o "señas" que llevan todas las cofradías tienen más que ver con el rito de ostensión de la bandera que se realizaba en la catedral y que no era propio de la liturgia romana sino de costumbres locales que algunos dicen -a mi juicio sin fundamento alguno- procedentes de la liturgia isidoriana (hispano-mozárabe).
El senatus tampoco tiene origen litúrgico ni el libro de reglas, ni el estandarte ni las banderas o guiones ni la mayoría de las insignias, mucho menos las bandas de música.
Desde Trento al Vaticano II mientras que la liturgia no sufrió variación los cortejos han sufrido cambios radicales, por lo cual es insostenible establecer la relación directa ente liturgia antigua - cortejo penitencial. Ejemplo: La cruz de guía aparece en el siglo XVIII ya que antes la procesión se iniciaba con el estandarte. Y no eran como las de ahora sino de manguilla (aun queda alguna) no por influencia de la misa sino porque así empezaban los cortejos de los entierros. También llevaban un muñidor mientras que ahora solo lo lleva La Mortaja.
Al principio había penitentes de sangre (dándose de latigazos) que después desaparecieron, etc.
Por último, es muy frecuente definir el paso como un altar móvil, pero en realidad no lo es; a lo sumo es un retablo móvil. Altar no lo es ni siquiera cuando está en la iglesia. No conozco paso alguno en el que se haya celebrado misa; en cambio si se celebra ante el paso (que sirve de retablo).
Las hermandades surgen con fuerza a raíz del Concilio de Trento y la misa tradicional es la que ha convivido con ellas hasta hace poco tiempo. Pero la espiritualidad de las procesiones del siglo XVII no creo que tenga nada que ver con la actual.
Con respecto a la situación económica habría mucho que discutir. En los años 70 sufrimos la crisis del petróleo, en los años 80 la mayor ola de paro que se recuerda y ahora vamos camino de lo mismo. Salvo 7 u 8 años de cierta prosperidad (aparente) tampoco es que nademos en la abundancia. Además durante la postguerra se fundaron o refundaron otro buen número de hermandades y no es que entonces se ataran los perros con longanizas precisamente.
En fin, la justificación del nacimiento de las hermandades desde los años 70 a partir de argumentos más propios del materialismo marxista me parece totalmente improcedente. Hay otras razones que hacen que un grupo de personas (a veces sólo tres o cuatro y con recursos modestos) se lancen a fundar una cofradías.
Igualmente es absurdo intentar contradecir lo esencial a través de los accidentes.
Lo que no es un accidente es el aforismo que dice “Lex orandi, lex credendi” y cómo, a través de la modificación de la liturgia, se ha modificado la fe.
Que no haya coincidencia perfecta entre una y otra está claro. Pero que la piedad popular bebía/bebe de la liturgia también lo está. Y que es trasunto una de otra también.
El fiador es un elemento de los sacerdotes, sea de lujo o no. ¿Y qué tal las ropas de los acólitos y monaguillos? Por ejemplo las dalmáticas, privilegio que tenemos en España en su uso, ¿no las llevaban, también, el subdiácono, una de las órdenes menores? En el campo del lenguaje, podríamos hablar del primer Domingo de Pasión, del viernes de Dolores, o bien del segundo Domingo de Pasión o de Ramos. Incluso podríamos hablar de la costumbre de velar las imágenes, tomada de la dramática lectura del Evangelio, correspondiente al Domingo I de Pasión (Juan 8,46-59). Y hay un ejemplo de cruz velada en el cortejo de una hermandad.
Respecto al caso que usted comenta del altar no veo contradicción en sí: el paso es como un altar, no que sea un altar donde se celebre el sacrificio del Señor.
Desde Trento al Vaticano II la liturgia si tuvo variaciones, pequeñas, pero tuvo. Por ejemplo el Beato Juan XXIII introdujo en el canon a San José. Pío XII reformó la Semana Santa. De hecho, el Romano Pontífice ha liberado el uso del Misal de Juan XXIII.
La decadencia cofradiera se refiere a lo alejadas que se encuentran las hermandades de la doctrina. Y es algo tan llamativo que se evidenciado en la manera en que se ha articulado el documentillo que el Consejo ha redactado en la cuestión de aborto.
Es más, si usted quisiera, podríamos revisar los cursos que se organizan para la formación de los cofrades. ¿Hablamos por ejemplo de la Cristología? ¿Una Cristología herética, donde se recomiendan autores tales como Tamayo y Torres Queiruga?
Lo único en que basa hasta ahora la relación entre los cortejos procesionales y la liturgia antigua es en el fiador de la Macarena, las dalmáticas y cierta terminología.
Es natural que el paso de los siglos deje alguna señal, pero de ahí a hablar de trasunto litúrgico del rito antiguo en los cortejos procesionales media un abismo. Le recuerdo que usted ha afirmado que sin el rito extraordinario no se entienden las procesiones y que estas están ligadas íntimamente a dicho rito. Le vuelvo a decir que eso no es cierto ni puede demostrarlo.
Parece que los datos históricos sobre la actual túnica de la Macarena le son indiferentes. Y que también le es indiferente que la mayoría de hdades. de capa no usen ese aditamento, como que durante siglos las túnicas macarenas fueran totalmente distintas aun sin que variara el rito. El fiador es una mera anécdota.
Con respecto a las dalmáticas... son otra anécdota, máxime cuando las propias vestiduras litúrgicas han sufrido notables cambios a lo largo de los siglos, sin modificarse el rito. Usted mismo menciona privilegios de España. Es decir que admite que eso no forma parte del rito antiguo en sí, sino de costumbres o privilegios locales, como la mencionada ostensión de la bandera en la Catedral.
También nos habla de una cruz velada... pero no de las 58 que no lo están. De nuevo la excepción frente a la regla.
Con respecto a la terminología, usted sabe tan bien como yo que el Domingo de Ramos en Sevilla es el Domingo de Ramos y que la Borriquita sale el Domingo de Ramos y no el II Domingo de Pasión. Mal ejemplo nos ha puesto. Y si bien es cierto que el Viernes de Dolores se sigue denominando así también lo es que en Sevilla se celebra por parte de las cofradías esperancistas (La O, La Macarena, San Roque, Esperanza de Triana, Esperanza de la Trinidad, etc.) el día 18 de diciembre que no tiene su origen en el rito romano sino como usted bien sabe en la fiesta hispano-mozárabe que se celebraba ese día en vez del 25 de marzo y que cuando fue suprimido el rito dejó su huella en España. Y eso no convierte a las cofradías en trasunto del rito hispano. Es natural que las costumbres y los ritos arraigados dejen su huella, pero de ahí a dar a entender que el cortejo procesional es un trasunto de la liturgia romana antigua y que no se entiende sin ella media gran trecho.
Isaac: Los cambios en la liturgia fueron mínimos comparados con los sufridos por las cofradías. Esto es un hecho que no admite discusión, pero además se contradice porque si -en efecto- hubo alguna modificación de cierta importancia, esta fue en la liturgia de la Semana Santa ¿y qué repercusión tuvo en el cortejo procesional de las cofradías?. Ninguna.
Sin embargo el cambio de calendario es el que explica que hoy salgan cofradías el Sábado Santo porque el Sábado de Gloria (se le olvidó mencionar este cambio de terminología) ya no existe y en ese día era imposible que salieran las procesiones. No, ni la Borriquita sale el II Domingo de Pasión ni el Sto. Entierro el Sábado de Gloria.
Finalmente, me parece muy triste la descalificación que hace de las hermandades. Las hermandades están sometidas a las mismas peripecias que el resto de la Iglesia. Si tenemos sacerdotes de dudosa ortodoxia igual los sufren los fieles que los cofrades. Los directores espirituales de las hdades. no los eligen ellas: les vienen dados.
Usted habla del documento sobre al aborto como alejado de la doctrina. Es una grave acusación. Se podrá decir que las hermandades han hecho poco (yo lo digo), pero no que el documento sea contrario a la doctrina.
Establezco el Concilio – aunque quizás lo correcto sea decir el post Concilio – como punto de arranque de esta decadencia. La tribulación que afecta a la Iglesia, y que tanto la hace sufrir en sus miembros y en su cabeza (¿se puede obviar el dolor que afligió a Pablo VI?), proviene precisamente de esos que hicieron una interpretación del mismo al margen de la Iglesia.
Precisamente las hermandades saben de estos sufrimientos, ya que lo sufrieron en sus propias carnes: ellas eran un objeto fácil. Mire por ejemplo lo que escribe Julián López Martín, Obispo de León y Presidente de la Comisión de Liturgia en la CEE, en su libro “En el Espíritu y la Verdad”, del que han mamado muchísimos sacerdotes y laicos:
En los últimos años, durante la aplicación de la reforma litúrgica promovida por el Vaticano II, se produjo un fortísimo descenso de las prácticas de piedad comunitarias e individuales. En algunos lugares llegaron a desaparecer por completo actos no litúrgicos que estuvieron siempre recomendados y aun establecidos por el derecho canónico. Paralelamente a este hecho se empezó a comprobar el fenómeno del llamado desencanto de la liturgia, es decir, la constatación de un sentimiento de desilusión y de frustración ante los escasos resultados, en comparación con lo que se esperaba, de algunas medidas adoptadas por la reforma litúrgica.
El tiempo ha venido a demostrar que no bastaba la recuperación de las lenguas vivas, o la participación activa, para hacer de la liturgia la “fuente primera e indispensable del espíritu cristiano” (cf. SC 14). El Concilio ya lo había advertido, especialmente en aquellos artículos de la constitución sobre la sagrada liturgia dedicados a la necesidad de las disposiciones personales (cf. SC 9; 11, 12) y a la formación litúrgica de pastores y fieles (cf. SC 14 – 19). Es más, cuando Sacrosanctum Consilium habla de la participación en las celebraciones litúrgicas, emplea siempre unos adjetivos de los que no se puede prescindir. La participación de los fieles en la liturgia ha de ser plena, consciente, activa y fructuosa (SC 11 y 14), interna y externa (SC 19), en acto (cf. SC 26), propia de los fieles (cf. SC 114), comunitaria (SC 27, 121), ordenada y unitaria (cf. SC 28 – 29), etc. Si se hubiesen tenido en cuenta, en la aplicación de la reforma litúrgica, todas estas cualidades de la participación, posiblemente nadie habría echado de menos unas celebraciones más ricas en sus vivencias, más bellas en su realización y, sobre todo, más capaces de facilitar la unión con Dios en Jesucristo y el sentido de lo santo.
Yo no sé a usted, pero a mí me parece alucinante.
El Concilio Vaticano II o las interpretaciones que de él se hicieron, supuso la implantación de una religiosidad intelectual, esencial, pura, despojada de elementos accesorios, preocupada por la construcción del mundo, más que por el culto público a la divinidad (un cristianismo arreligioso). Una liturgia y sus manifestaciones en el mismo sentido, con unos textos de la Sagrada Escritura y de la liturgia, traducidos a la lengua vulgar para que se entiendan y lograr, así, que desaparezca el aspecto mágico. Una Liturgia centrada en los elementos esenciales litúrgicos: Los sacramentos, la Eucaristía, despreciando los elementos o manifestaciones menos o nada litúrgicos: procesiones, romerías, cofradías. Una religiosidad y liturgia centroeuropea frente a una religiosidad y liturgia, al menos en lo popular, hispana.
Nos atrevemos a opinar que la Jerarquía Eclesiástica Hispana o buena parte de ella pensó y deseó que desaparecieran las hermandades y cofradías, también las de Semana Santa. Más aún, algunos obispos en algunas diócesis creemos que lo consiguieron. No ocurrió en Sevilla ni en aquellos lugares donde la Semana Santa y sus cofradías estaban ya incrustadas en el pueblo. A pesar de la apatía, mala cara y, en ciertos casos, oposición clara de la Jerarquía Eclesiástica o del clero, las hermandades y cofradías de Semana Santa pervivieron porque lo quiso el pueblo (suponemos que) cristiano.
Que hay elementos en el cortejo que no son litúrgicos es indudable, como por ejemplo las bocinas, o el senatus; pero afirmar que es mentira que no están unidas a la forma extraordinaria y que es indemostrable es algo que, por otro lado, habría que demostrar.
Las Cofradías reciben su fuerza e impulso de Trento, ¿cómo obviar este hecho? Incluso los impíos antiliturgistas así lo reconocen. Si quita Trento y la Liturgia que reformó, ¿qué le queda? Y no sólo la liturgia, forma más alta y sublime de la Tradición, sino el impulso teológico, artístico y espiritual que imprimió.
Y ahora paso a los accidentes:
- Los datos históricos de la túnica de la Macarena no me son indiferentes. Me ayudan a corregir mis datos. Sin embargo lo que a usted le parece indiferente es lo del fiador, al que reduce a mera anécdota.
- En cuanto al tema de las dalmáticas, no le pillo lo que quiere decir, lo siento. ¿Qué relación hay entre las modificaciones en las vestiduras litúrgicas con que estas se tomen mirando a la liturgia?
- Respecto al mal ejemplo, pues no veo tan mal ejemplo. El tiempo de Pasión duraba desde el domingo primero de pasión hasta la feria cuarta de Semana Santa inclusive. El Domingo de Ramos era el segundo de Pasión y se denominaba de las dos formas (de ahí la partícula disyuntiva “o”): simple precisión terminológica.
- El tema del dieciocho de diciembre, más que contraejemplo es ejemplo de lo bueno que contienen las hermandades, pero no es argumento válido ya que la liturgia gótica cae en España con Gregorio VII.
- Los cambios en la liturgia si tuvieron cambios en la Semana Santa, por ejemplo los Oficios se pasan a la tarde y la Resurrección se pasa a celebrar desde la última hora del Sábado Santo. Usted mismo lo señala, cuando habla de la modificación del calendario. Modificar el calendario es modificar la liturgia ya que, como escriben los amigos de Germinans, es “ fundamento de la Liturgia, como de las relaciones entre los hombres”
Por otro lado, pienso que no ha leído bien mi artículo. En el mismo he escrito que existe “cierto trasunto”, es decir, cierta imitación o representación de la liturgia en los cortejos – en sentido lato -, no que las cofradías sean una copia exacta de la liturgia (en mi primera respuesta a su comentario, donde dice “Y que es trasunto una de otra también”, debe decir lo mismo que en el artículo, ya que sino incurriría en una grave contradicción)
Sus últimos párrafos me dan a entender o bien que no he sabido transmitir el mensaje del artículo o bien que usted no lo ha captado correctamente, perdiéndose en detalles (y digo en detalles porque tampoco tengo claro qué es lo que me quiere transmitir usted): no es normal la manera en la que una y otra vez pone en mis dedos cosas que yo no he escrito, como por ejemplo decir que yo descalifico a las hermandades. ¿Dónde las he descalificado? ¡Si lo primero que he hecho es alabarlas! Lo que caigo es en la mitificación. Si he escrito este artículo es porque me duelen. Porque son algo mío.
El documento sobre el aborto elaborado por el Consejo es una vergüenza. ¿Dónde se cita el Evangelio o el Magisterio de la Iglesia? Y, por último, replicarle que una cosa esté alejada de otra, no implica que sea su contraria.
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