Garzón, el mono y la EpC
Al juez Garzón le gustan los monos. En la foto, (enhorabuena al cámara) aparece con el tití y la verdad es que no cabe en sí de gozo.
Le gustan los primates, pero también le gusta la EpC. Ambas cosas no son mutuamente excluyentes. Yo diría que son complementarias y suplementarias. Me explico. Según Garzón la asignatura Educación para la Ciudadanía (EpC), no es sólo básica, sino más «básica» (que alguien me explique como algo puede ser más básico que otra cosa: algo es básico o no lo es) «que la enseñanza religiosa».
Sin embargo, el planteamiento que hace el juez es falso. La cuestión no es si es básica o no, sino si es buena o mala. El motivo por el que se objeta la EpC es porque impone una serie de doctrinas a los alumnos con el único objeto que el de formar las conciencias.
El Estado quiere absolutizarse imponiendo una moral, una serie de valores indiscutibles, manipulando psicológicamente a los ciudadanos con el único objeto de obtener al individuo gregario. Si como decía Nietzsche, la mentira que el Estado desliza es «Yo, el Estado, soy el pueblo», ahora podemos decir que el Estado se confunde con la moral, hasta decir, Yo, el Estado, soy la moral, el que fija el bien y el que fija el mal.
Garzón, piensa que la EpC es algo básico, básico para subvencionar nuestras conciencias. Bajo el Estado nodriza surgirá el hombre nuevo, gregario, débil, colectivizado, intercambiable, en definitiva involucionado al mono, ese mono al que Garzón sostiene risueño, feliz, beato.
Amores incontinentes, complementarios y suplementarios, al mono y a la EpC
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