Filosofía de la Eucaristía, por Juan Vázquez de Mella
La Eucaristía síntesis suprema
La Eucaristía es la síntesis suprema en que parece que Dios ha querido condensar, sin confundirlos, lo ideal y lo real, lo natural y lo sobrenatural.
Explica y esclarece las ideas de ser, substancia, esencia, naturaleza, causa, relaciones entre lo finito y lo infinito, y abarca, por lo tanto, la metafísica, la psicología y la teodicea.
Toda la teología está compendiada en ella, porque todos los misterios son sus precedentes y sus premisas. Supone la Encarnación que prolonga, como la Encarnación suponer la Creación y ésta la Trinidad con la producción ad intra.
Es el compendio de todos los milagros, en el más amplio sentido de combinación de substancia y accidentes, de supresión, como en la resta, de la extensión externa, de adición, como en las perfecciones del Cuerpo glorioso; pues, aunque no sean visibles a los sentidos, los señalan la fe y la razón de las esencias.
Es el resumen de todas las relaciones, la separación de accidentes y la conversión de substancias con Dios creador, la presencia real y la multiplicación con Dios encarnado y las que la razón presiente, pero no alcanza, de la esencia desconocida de la materia con la Omnipotencia divina.
Por ser el sacramento rey, es la fuente principal de la gracia y de la acción de Dios sobre las almas; y como es el sacrificio supremo, es la esencia del culto y la Jerarquía y, por lo tanto, de la Iglesia.
SI la pudiéramos ver sin velos, veríamos toda la ciencia, la esencia del universo en la divina, y se habrían acabado los secretos y los arcanos que atormentan al entendimiento humano, y satisfecha la sed de saber, lo sería también la de amar, que es tan grande que sólo Dios puede aplacarla con el agua viva que anunció a la Samaritana.
Ese compendio de lo finito y lo infinito, multiplicado por el amor y dado como alimento a los hombres, excede de tal manera a todas sus concepciones, excede de tal manera a todas sus concepciones, que basta contemplarle para que nos fascine la contemplación de lo divino.
Filosofía de la Eucaristía, por Juan Vázquez de Mella.
D. Juan Vázquez de Mella (1.861 -1.928), fue un diputado a cortes del carlismo. Entre sus obras nos encontramos con este librito sobre la Eucaristía.
Que un político escribiese un libro de tanta hondura, nos muestra lo mucho que ha degenerado la política en España: igual que el banderillero de Belmonte, que llegó a Gobernador Civil: ¿cómo es posible que el adjetivo «político» se aplique por igual a Zapatero y Rajoy que a D. Juan?
Según su autor, el volumen no es más que una parte de otro mayor que se titulará Filosofía de la Teología, «dirigido principalmente a los que dudan y a los que no creen»
El trabajo, según el escritor, no «una demostración puramente filosófica del misterio, sino congruencias o armonías, que la razón, ilustrada por la fe, descubre a posteriori».
Juan Vázquez de Mella expone magistralmente el dogma católico de la Eucaristía, realizando previamente una investigación de las substancias, estudiando las consecuencias de la Encarnación y haciendo un análisis de la conversión de las substancias. Sin embargo no se queda aquí. Describe con prosa vigorosa las relaciones sobrenaturales de la naturaleza humana con el Verbo, para, finalmente, ofrecer cuatro pruebas generales de la misma: filosófica (Eucaristía síntesis humana y divina); filosófico – teológica (Eucaristía como fin del Universo: el único culto digno de Dios); psicológica (efectos de la Eucaristía en el que la recibe dignamente) e histórica (la Eucaristía en la Historia).
Es una pena que el libro en la actualidad esté descatalogado – al menos así lo creo -, y que no esté disponible para el público español.
Las obras católicas de nuestro país no tienen que desmerecer a las extranjeras, más teniendo en cuenta la peligrosa deriva que han tomado las mismas. Si encima a lo católico une lo romano, el genio español es aún más brillante si cabe. No es comprensible que los autores nuestra patria sean preteridos por franceses y alemanes por las editoriales católicas españoles.
De una erudición exquisita, el lector encontrará una magnífica síntesis de teología eucarística.
El libro de D. Juan Vázquez de Mella rezuma amor por la Eucaristía por todas sus páginas
4 comentarios
Sin duda, es una buena muestra de la degradación de la política actualmente. Hoy es casi imposible encontrar siquiera entre los políticos un católico consecuente con su fe, mucho menos un intelectual fecundo que ilumine con su esfuerzo los fundamentos de sus creencias. Y luego creerán en la idea del progreso infinito...
Juan Vázquez de Mella es uno de los políticos españoles más desconocidos actualmente, cuando sin embargo fue considerado el mejor tribuno que pasó nunca por las Cortes españolas, siendo conocido por el Verbo de la Tradición. Daba los discursos a la antigua, sin papeles, y arrebataba de tal forma aun cuando sus tesis políticas eran tan contrarias a las vigentes en aquél entonces (y a las que hay ahora), que todo el arco parlamentario le escuchaba con arrobo, reía sus improvisados chistes le aplaudía entusiasmado y le reconocía.
Sus "Discursos parlamentarios" son impresionantes.
Muchos se avergonzarían de votar a los pajarracos municipales, autonómicos y nacionales a los que votan (el "mal menor", etc).
El Sr. Vázquez de Mella, que era hombre de talento fino y de sutilidad, dedicó sus últimos años a la filosofía. Este libro que comentamos parece ser el primero de una serie en proyecto sobre temas de filosofía religiosa. Serie interrumpida y truncada por la muerte del autor. El Sr. Vázquez de Mella hubiera hecho, sin duda, de no suceder esto, algo que más valor que la «Filosofía de la Eucaristía». Donde se advierten precipitaciones y sombras que una mayor elaboración filosófica hubiera evitado. Libro éste, sin embargo, pleno de grandes cosas y de virtudes y consolidaciones exactas. Que nos es grato proclamar en alta voz.
Desde luego, el Sr. Vázquez Mella se propuso hacer un libro «dirigido principalmente a los que dudan y a los que no creen». A la vez declara, con manifiesta contradicción, que «su fin es esencialmente apologético». A nuestro juicio, la última frase es la más adecuada al carácter esencial de la obra. Se trata, ciertamente, de un libro más de apologética. Por lo tanto, sin rigor filosófico ni posibilidades de interés para la heterodoxia. No pretende esta nota iniciar aires polémicos, que sabemos de antemano sería absurdo propósito, declarándonos vencidos a priori por la dialéctica de los santos varones.
Hay muy poco original en este libro, fuera de una divagación escolástica sobre la substancia y los accidentes, la ley de permanencia y el cambio, que revelan en el Sr. Vázquez de Mella cualidades muy apreciables para las lides metafísicas. El vivo lenguaje del orador famoso presta gran jugosidad a la prosa, y es aquí donde reside el principal interés del libro, que pasa a ocupar un puesto de relieve en las colecciones literarias. Hacemos esta declaración con sinceridad, que no excluye las grandes diferencias, admirando la pureza de frase y el primor estilístico del tribuno. Pero el título de la obra ofrecía, si no más que eso, algo por lo menos distinto. Hay en él poca doctrina y poco del sereno discurrir de los grandes teólogos. (Un teólogo eminente ofrece siempre más interés que un místico.) Como ocurre con frecuencia en libros y autores así, abundan las frases lapidarias contra filosofías adversas, pero no el análisis y el amplio razonar que requieren estas empresas. Y poca información sobre el gran tema central del libro. La Eucaristía será siempre la gran dificultad y el gran muro para los que dudan. Y también uno de los dogmas de justificación más difícil. No ya en los evangelios sinópticos, aun muy poco metafísicos y complicados, sino en el evangelio IV, que es la primera obra de teología cristiana, de posible elaboración alejandrina –influencias helenizantes– y desde luego posterior a los sinópticos, se habla aún de la transubstanciación o de la presencia real. (Sobre el IV evangelio véanse los tres libros definitivos: Jean Reville, Le quatrieme evangile. París, 1901; Loisy, Le quatrieme évangile. París, 1903; J. Wellhausen, Das Evangelium Johannis. Berlín, 1908.) Y en la concepción paulina es fácil advertir restos de explicaciones paganas o de ritos mágicos. Desde luego, es en Ignario de Antioquía, en sus refutaciones a la herejía docrética donde se encuentran por primera vez afirmaciones que se identifican como el origen del dogma futuro de la presencia real. Que cristalizó y dogmatizó el Concilio de Trento. Fue primero algo simbólico y figurativo. «Dans les couches populaires, le communiant croira manger le corps et boire le sang veritables et matériels du Christ, et plus tard des Conciles pourrout imposer cette manière de voir», dice a este propósito Goblet d’Alviella en su estimable obra L’Evolution du dogme Catholique, tomo I. ¿Por qué, por qué no siguió el Sr. Vázquez de Mella las sendas curiosas de la Historia por lo menos como un proemio? Prescindió de todo esto, y se aseguró un lugar privilegiado, una verdadera petición de principio. No hacen falta a la Iglesia Católica puntales para sus dogmas, bien seguros y definitivos. Todos le hubiéramos agradecido más aquella otra labor de justificación histórica a que aludimos. Sobre todo cuando se alzan unas cuantas historias heterodoxas, pujantes y firmes.
(Ramiro Ledesma Ramos)
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