Don José Álvarez Allende
Don José Álvarez Allende es el cura párroco de San Bernardo. En su Parroquia acogió la celebración según el rito extraordinario de la liturgia de la Iglesia. Incluso se ofreció a celebrarla él mismo, pero sus 96 años se lo impidieron.
Todavía celebra misa y se sienta en el confesionario.
D. José es un ejemplo para jóvenes sacerdotes.
El ABC de Sevilla, no hace mucho, le dedicó un artículo que a continuación reproduzco.
Don José Álvarez Allende es toda una institución en San Bernardo, barrio al que ha dedicado su vida, y en el que ha realizado una gran labor social, creando servicios en pro de la cultura y del ocio, muy modernos y avanzados para esas fechas.
Con 96 años, don José tiene algunos achaques de salud y una mente lúcida. Nació el 3 de enero en 1912 en la localidad leonesa de Burón. Sus padres eran los administradores del Palacio Allende, ya que su madre era familia del senador Tomás Allende. Su deseo de ser sacerdote fue casi algo natural: «Mis padres vivían justo al lado de la iglesia. Mi vida de monaguillo era de la iglesia a casa». En el Seminario de León cursó la carrera eclesiástica y cantó su primera misa el 10 de julio de 1935, con 23 años. En la guerra civil fue alférez capellán de la 5ª Brigada de Navarra y recibió cuatro medallas de campaña.
En 1939 fue capellán de la Fundación Allende en Burón, encargado de la parroquia de Retuerto y administrador del Santuario de Nuestra Señora del Pontón, pueblos en los que realizó diversas mejoras de infraestructuras. En una visita a Sevilla, el doctor Ángel Dorronsoro le recomendó vivir aquí porque la montaña no le sentaba bien y sufría continuas bronquitis, El cardenal Segura pidió que viniera y el prelado de León lo denegó, diciendo «que él era como el obispo de que aquellos pueblos, pero por obediencia a Segura lo dejó venir», comenta su sobrina. Aída Díaz Cuevas, que lleva toda la vida cuidándole.
En 1951, durante dos meses fue coadjutor de la de Santa Cruz. Al principio vivían en la pensión don Marcos de la calles Abades y luego en el Hotel Betania en San Juan de Aznalfarache. En noviembre de 1951 fue nombrado ecónomo de la parroquia de San Bernardo y seguía viviendo en San Juan de Aznalfarache. Don José recuerda aquello como «una verdadera quintada». En 1957 fue nombrado cura párroco de San Bernardo tras ganar la plaza en una oposición.
Cuando llegó a San Bernardo el barrio tendría unos 10.000 habitantes: «Era como un pueblo. Muy lleno de gente, muy ocupado. Aquí estaban la Pirotecnia, la Fábrica de Artillería y la de Abonos. Había muchos corrales y mucha pobreza. La gente vivía muy hacinada y la parroquia era muy querida».
Ante ese choque con la pobreza y la incultura, su primera preocupación fueron los niños abandonados y, sobre todo, la educación de las niñas. Para cubrir las necesidades materiales de la feligresía organizó la Conferencia de San Vicente de Paúl, el secretariado de caridad, el ropero, la gestoría y el dispensario. Se atendían todas las necesidades, incluidas recibos de luz y de alquiler.
En 1952 creó tres escuelas unitarias que luego sería colegio de EGB y ahora es un centro concertado. Ese colegio, «que nació de la nada y ahora es de lo mejor que hay en Sevilla», y la guardería, que se creó en 1968, es de lo que siente más orgulloso. Hoy día, entre los dos suman 425 alumnos.
«He vivido todo con tal intensidad… Todos mis años aquí los he vivido con mucha dedicación, con mucho cariño a todos los feligreses, con mucho interés, viviendo los problemas casa por casa».
Si el colegio y la guardería, «que entonces no existían», son las joyas de la corona de Álvarez Allende en San Bernardo y funcionan todavía a la perfección, para las niñas y muchachas creó desde el año 1952 dos aulas, con servicios de comedor, destinadas a talleres ocupacionales, ahora muy en boga, pero que en aquellas fechas eran de una modernidad que asustaba. Dentro de la modalidad de Formación Profesional se facilitaba a las alumnas clases de contabilidad, taquigrafía, mecanografía y otras de tipo artesanal, como corte y confección y elaboración de prendas de punto. Estas aulas las atendían un grupo de la Congregación de las Salesianas que don José logró llevar al barrio. Comenta Aída Díaz que las chicas salían con una gran preparación y ya colocadas en los grandes almacenes de Sevilla.
Para sostener todas estas obras y ayudar a los vecino, el párroco de San Bernardo tenía contacto y relación con los alcaldes, los gobernadores civiles, y al amparo de un familiar que fue ministro, señor Allende y García-Baxter, también acudía a los ministerios a Madrid para lograr mejoras para su barrio. Aída Díaz, su sobrina, dice que don José tiene una memoria privilegiada, y era un gran conversador que siempre ha vivido para los demás y mirando para arriba, hacia Dios».Recuerda Aída que en noviembre de 1961 cuando la inmensa riada de ese año provocó que las barcas atracaran en la puerta de la Iglesia, su hermano tenía difteria y tuvo que ser trasladado al hospital y don José estaba enfermo con una inyección infectada y tuvo que subir por una escalera de cuerda a dar los santos óleos. Don José lo recuerda muy bien: «Pedí mantas, colchones, bocadillos, todo para ayudar a la gente. En el bar Citroen montó una oficina para ver las necesidades de la gente: sillas, armarios, camas, colchones y funcionó a tope».
La riada dio la puntilla a muchas de las casas de San Bernardo que estaban en muy mal estado, y don José fundó una cooperativa de viviendas, que le traería no pocos sinsabores, al recibir muchas trabas para su construcción, trabas que no eran ajenas a la especulación urbanística. Con todo, se hicieron viviendas en la calle Gallinato.
También don José trabajó codo con codo con Gregorio Cabeza, que era el responsable de la Secretaría de la Vivienda y Refugios. «Nos hicimos muy amigos y me siguió ayudando luego». Gracias a sus gestiones muchos vecinos de San Bernardo lograron tener casa en Los Pajaritos y Madre de Dios.
La labor de don José en San Bernardo abarcaba lo material, lo espiritual y el ocio. Así, la parroquia tuvo un cine de verano y una piscina, en lo que ahora es campo de deportes del Colegio. «El pozo de la piscina quedó enterrado de recuerdos», cuenta el párroco. Incluso en los años 70 reformó un edificio, antigua casa de vecinos, que adquirió para transformarlo en Hogar Parroquial donde se celebraban bodas, bautizos y reuniones. En la actualidad, en el solar de ese edificio es donde la Hermandad de San Bernardo va a construir su casa hermandad
Don José recuerda con especial cariño ese Hogar cuando allí se celebraban las comuniones de todos los niños del barrio. «Hacíamos las comuniones todas el mismo día. De la Iglesia, las familias venían aquí. Aquí se daba una chocolatada y churros y se iban todos contentos y hartos para su casa, y no se le exigía nada a los padres. Esto fue así hasta que la gente ya empezó con los dispendios, y venían y me decían «Si no le importa, lo vamos a celebrar nosotros»…».
Don José recibió la Encomienda de la Orden de Cisneros con placa, y fue nombrado Cordial de Sevilla. También está en posesión del Nazareno de Plata del Consejo de Cofradías, y ha desempeñado muchos cargos en la diócesis, entre otros arcipreste de Sevilla Sur-A, consiliario diocesano de la Hoac, vocal de la Comisión organizadora del Congreso Eucarístico Nacional de Sevilla y vocal de la Comisión de sacerdotes del Sínodo Diocesano.
En 2001, Juan Pablo II le nombró prelado de honor de Su Santidad, y en mayo de 1999 la alcaldesa Soledad Becerril presidió la rotulación de una calle del barrio con su nombre. Pese a todos estos galardones su ojito derecho son el colegio y la guardería y el recordar la mucha vida que tuvo la piscina: «Fue como un centro cívico: Vivió con lozanía y prestigio y una convivencia preciosa».
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