Desvergüenza

A un lado, los políticos hollan los presupuestos, sacados directamente de los bolsillos de los ciudadanos sin su consentimiento: el dinero que se gana con el sudor de la frente, ellos lo malgastan sin ningún tipo de pudor.

Al otro, banalidad, futilidad y vanidad, como si la cosa no fuera con ellos.

Mientras, el paro crece indefectiblemente. Muchas criaturas ya han agotado las ayudas que este Estado intervencionista es capaz de dar. Sin embargo, su lucha no es esta. Ellos están en otra cosa, en el desarme moral de la sociedad. Su objeto es la animalización del hombre , porque al fin a la postre siempre será más fácil domeñar a un animal: mejor que piensen con los genitales que con la cabeza.

¿Crisis económica? Crisis moral. El Estado se ha dedicado a disolver la moral, creando otra, pero ¿cómo es posible gobernar a un conjunto de barcos sin que se tenga un fin, sin saber a dónde hay que dirigir la flota? Los navíos tienen que tener sus timones a punto, para evitar colisiones, por otro, tienen que saber navegar sin colisionar, sin chocarse entre sí.

Sin embargo los políticos cambian las reglas sociales y, a su vez, intentan modificar la moral personal, con el único objeto de que la casta permanezca. La mentira es un medio más para ello.

No hay vergüenza.

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