Cuarto domingo después de Epifanía
Forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia
Introito. Salm 96, 7.8,1
Adoráte Deum, omnes Ángeli ejus: audivit, et laetáta est Sion; et exsultavérun fíliae Judae. Ps. Dóminus regnávit, exsúltet terra: laeténtur ínsulae multae.v. Glória.
Adorad a Dios sus ángeles todos; oyolo y alborozose Sión, y regocijáronse las hijas de Judá. Salmo. El señor reina, regocíjese la tierra; alégrense todas las islas. V. Gloria al Padre…
Colecta.
Deus, qui nos in tantis perículis constitútos, pro humána scis fragilitáte non posse subsístere : da nobis salútem mentis et córporis : ut ea, quae pro peccátis nostris pátimur, te adjuvánte vincámus. Per Dóminum nostrum.
¡Oh Dios!, que sabes que, a causa de la flaqueza humana, no podemos subsistir entre tantos peligros como nos rodean: danos salud de alma y cuerpo para vencer, con tu auxilio, o que por nuestros pecados padecemos. Por nuestro Señor.
Epístola. Rom 13, 8-10
Recordemos que todo hombre es nuestro prójimo, incluso el extranjero y el enemigo. A ellos también hay que amar y respetar.
Fratres: Némini quidquam debeátis, nisi ut ínvicem diligátis : qui enim díligit próximum, legem implévit. Nam : Non adulterábis : Non occídes : non furáberis : non falsum testimónium dices : Non concuspísces : et si quod est álliud mandátum, in hoc verbo instaurátur : Díliges próximum tuum sicut teipsum. Diléctio prósimi malum non operátur. Plenilum non operátur. Plenitúdo ergo legis est diléctio.
Hermanos: No debáis a nadie nada, sino el mutuo amor; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la Ley. En efecto: no adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; no codiciarás, y si algún otro mandamiento queda, en esta sentencia se halla resumido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor al prójimo no obra el mal; así , el cumplimiento de toda la ley está en el amor.
Gradual. Salm 101, 16-17
Timébunt gentes nomen tuum, Dómine, et omnes reges terrae glóriam tuam. V. Quóniam aedificávit Dóminus Sion : et vidébitur in majestáte sua.
Los pueblos venerarán tu nombre, Señor, y todos los reyes de la tierra tu gloria. V. Porque el Señor reedificará Sión y en ella será visto en su majestad.
Aleluya. Salm. 144, 21.
Allelúia, allelúia.v. Dóminus, regnávit, exsúltet terra: laeténtur ínsulae multae. Allelúia.
Aleluya, aleluya. V. Reina el Señor; regocíjese la tierra, alégrense todas las islas. Aleluya.
Evangelio Mat 8, 23-27
San Jerónimo asocia a este milagro el relato bíblico en que aparece Jonás durmiendo tranquilamente mientas los demás están en trance de muerte: «Se le despierta, él ordena y, con su sacrifico, símbolo del de Jesús, libra del peligro a los que le han despertado».
In illo témpore : Ascendénte jesu in navículam, secúti sunt eum discípuli ejus: et ecce motus magnus factus est in mari, ita ut navícula operirétur flúctibus, ipse vero dormiébat. Et accessérunt ad eum discípuli ejus, et suscitáverunt eum, dicéntes: Dómine, salva nos, perímus. Et dicit eis Jesus : Quid tímidi estis, módicae fídei ? Tunc surgen, imperávit ventis et mari, et facta est tranquíllitas magna. Porro hómines miráti sunt, dicéntes: Qualis est hic, quia venti et mare obédiunt ei?.
En aquel tiempo: Subió Jesús a una barca, y con él sus discípulos. De pronto se levantó en el mar fuerte borrasca, hasta el punto de verse la nave cubierta por las olas; mas Jesús dormía. Y, acercándose a él sus discípulos, le despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Díjoles Jesús: ¿Por qué sois tan tímidos y de tan poca fe? Levantóse entonces e imperó a los vientos y al mar, y siguiese gran bonanza. Y los discípulos, maravillados, decían: ¿Quién es éste a quien los vientos y el mar le obedecen?.
«¡Señor, sálvanos, que perecemos!… Levántose entonces Jesús e imperó al viento y al mar, y siguió una gran bonanza.»
Mientras el evangelio manifiesta la divinidad de Jesús y reclama de nuestra parte una fe cada vez mayor en su divino poder, las oraciones subrayan nuestra humana debilidad. Imploran la ayuda necesaria para continuar siendo lo que debemos ser, para sostener nuestra vida sobrenatural y purificarnos del pecado. Desde la barca de los apóstoles, Jesús, con un gesto soberano, calma las olas enfurecidas; su presencia en nuestra vida trae la calma y la seguridad.
La epístola continúa exponiendo las enseñanzas de san Pablo sobre los deberes del cristiano. Con respecto al prójimo, se resumen en la caridad. Nunca amaremos verdaderamente a los demás si no observamos las disposiciones que regulan nuestras relaciones con ellos. Amar al prójimo es cumplir toda la ley.
Misal diario y vesperal. XV edición.Dom Gaspar Lefebvre y los monjes benedictinos de la Abadía de San Andrés.Tr: P.Germán Prado y los monjes de la Abadía de Silos.
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