César Vidal: Pablo, el judío de Tarso
César Vidal es un historiador que ha dedicado la mayor parte de su carrera profesional al estudio del cristianismo primitivo. Notable fue su erudita aportación al realizada en su tesis doctoral (premio extraordinario fin de carrera) al estado de la cuestión. La misma fue publicada en parte por la editorial Trotta – De Pentecostés a Jamnia, el judeocristianismo del siglo I – hoy por desgracia descatalogada, que rompía en cierta manera con el monopolio de los seguidores de los métodos histórico – críticos, muy poco histórica y menos aún crítica, y que aparecía como una voz políticamente incorrecta que atacaba directamente en la línea de flotación de la escuela liberal, presentando las últimas aportaciones históricas de autores protestantes, que venían a confirmar, no a desmentir, los datos recogidos en el Nuevo Testamento.
Una labor erudita encomiable, donde César Vidal en ciertos temas de importancia como los sacramentos, se dejaba llevar por su visión protestante, pero que no empecía en la calidad del volumen ya que el mismo trataba cuestiones históricas y no teológicas (al menos no directamente).
Sin embargo el libro en cuestión que quiero comentar se encuentra en las antípodas del anterior. A pesar que el autor intenta realizar una presentación histórica del Apóstol de los Gentiles, la realidad que nos encontramos es otra: hay mucha teología protestante – como no podía ser de otra forma – y muy poca elaboración histórica.
Antes de entrar en profundidades, lo primero que hay que decir es que el libro está muy bien escrito. A César Vidal hay que reconocerle el mérito de ser un muy buen divulgador. Narra la historia de manera amena y divertida. La presentación que hace Vidal de las ciudades en las que se mueve San Pablo, la ambientación, las circunstancias, están narradas correctamente. En este aspecto, César es deudor de él mismo y de F.F. Bruce, uno de los mejores historiadores dedicados a los orígenes del cristianismo.
Hasta aquí la historia. Porque es lo único histórico ya que el resto no es más que un libro de divulgación de teología protestante. Pablo aparece como un Lutero redivivo.
Como buen protestante, Vidal en ningún momento lo ha escondido, remite todas las tesis teológicas del protestantismo a Pablo, así podemos leer la justificación del Sola Fide luterano basándose en la Carta a los Gálatas. De hecho, en una nota del capítulo VIII, Vidal hace una referencia a autores protestantes y termina con una coletilla asombrosa:
De especial interés ya no solo teológico sino también histórico son los comentarios a la carta de Lutero y Calvino (pág. 134)
Esta nota es una muestra de lo que pretende el autor: justificar una teología protestante. Pero resulta curioso que tenga que llamar en su auxilio a autores del siglo XVI, habiendo muchos autores que han glosado la carta del Apóstol de los Gentiles a los Gálatas, como San Juan Crisóstomo. El Santo respecto a Ga 5,4 dice que:
Si él (Abraham) fue justificado primeramente por la gracia desde la fe porque abundaba en obras buenas, mucho más vosotros. (San Juan Crisóstomo, Comentario Carta a los Gálatas, III,2)
Aunque el Crisóstomo no presenta la diatriba luterana fe y obras, sino que denuncia la presencia de prácticas judaizantes en la comunidad cristiana, su pensamiento al respecto es meridianamente claro. Lo que no deja de ser curioso es que Vidal tenga que recurrir a autores del siglo XVI para defender tesis que, supuestamente eran creídas fervorosamente por las primeras comunidades cristianas. Esta es una de las debilidades del protestantismo que no es capaz de establecer la continuidad entre la Iglesia primitiva y los reformadores del XVI.
Entre otras cosas porque no hay tal continuidad.
Vidal no es claro en este punto, porque no es posible usar a Pablo para justificar esos dislates, por ello a veces habla de justificación por la fe, justificación por gracia y justificación por gracia a través de la fe, lo que muestra, además la debilidad de la teología protestante.
Otra de las tesis de Vidal es la negación del bautismo de niños en la Iglesia primitiva (p. 135), aduciendo el Derecho Romano, ya que según Vidal, la expresión «junto con su casa» con la que se complementa el bautizo de Cornelio se refiere «no a los niños como muy equivocadamente se ha interpretado a veces, sino a los adultos dependientes de él». El razonamiento no deja de ser un tanto absurdo ya que Cristo dice a los apóstoles que dejen que los niños se acerquen a Él y, por otro lado, no explica como la Iglesia de los primeros siglos, imbuida en el mundo romano y conocedora del derecho (y de su interpretación) interpretó incorrectamente ese pasaje.
No queda la cosa aquí. Escribe Vidal que en las comunidades prevalecía el elemento carismático respecto al jerárquico, cosa que no es totalmente cierta, ya que esto deja sin explicar el porqué a Pedro, Santiago y Juan constituyen las columnas de la Iglesia, teniendo en cuenta el contenido semántico de la palabra «columna» como elemento estructural en los edificios. Es significativo que a Pedro, Santiago y Juan se les llame columnas.
A pesar de ello, Vidal niega que haya jerarquía (p. 137), afirmando incluso que
La carta de Clemente a los corintios del año 96 carece totalmente del tono de autoridad episcopal que, ocasional y erróneamente, se le atribuye. En torno al año 110, Ignacio – que en seis de sus siete caras insiste en la necesidad del oficio episcopal – no lo menciona, sin embargo en relación con Roma. En ese mismo siglo II, Hermas no hace la menor referencia a un solo obispo en Roma sino tan solo a los ancianos que presiden la iglesia, es decir, que todavía el modelo de episcopado monárquico no había sustituido al sistema presbiterial que encontramos en el Nuevo Testamento. Muy posiblemente, la figura de un obispo romano, en exclusividad, no apareció antes de bien entrado el siglo II o incluso con posterioridad.
Es decir, Vidal con el objeto de defender una cuestión protestante, la complica. Si Ignacio en seis de sus siete cartas insiste en la necesidad – ojo – del episkopos, resulta curioso que a los romanos no les hable de la misma. ¿Por qué? ¿Es San Ignacio un cínico que recomienda una cosa a unos y otra a otros? ¿O no será más bien que en Roma había ya un Obispo que, por sucesión petrina, tenía una preeminencia respecto al resto? Idem con San Clemente, al que San Ireneo lo hace tercer sucesor de San Pedro. Item más, escribe San Clemente, en la Carta a los Corintios:
LIX: Pero si algunas personas son desobedientes a las palabras dichas por Él (Dios) por medio de nosotros, que entiendan bien que se están implicando en una transgresión y peligro serios;(…)
LXIII : Porque vais a proporcionarnos gran gozo y alegría si prestáis obediencia a las cosas que os hemos escrito por medio del Espíritu Santo, y desarraigáis la ira injusta de vuestros celos, en conformidad con nuestra súplica que os hemos hecho de paz y armonía en esta carta
Además sólo quitándole el sentido a la carta (¿para qué escribe San Clemente a los Corintios si no tenía autoridad, cuándo además se habían levantado contra los jerarcas de esa Iglesia?) hace creíble la interpretación de Vidal. Pero entonces caeríamos en la locura.
También toca Vidal la presencia de diaconisas, el bautizo (al que llama rito) que «a la sazón, solo se aplicaba a personas que habían experimentado previamente una conversión» (una versión muy «light», de la comprensión del bautismo, por llamarlo de alguna manera, en la Iglesia primitiva), la predestinación - llega a afirmar que la creencia en la predestinación, es decir, la «idea de que Dios provoca la salvación mediante un proceso de elección- predestinación» aparece en Lutero, Calvino, ¡San Agustín y Santo Tomás de Aquino! (pág 268) -, todo ello adobado con errores de bulto, como hacer Padres de la Iglesia a Tertuliano y Orígenes.
No me gustaría terminar sin hablar de dos temas muy importantes respecto al libro de Vidal. El primero es la dependencia que establece el autor entre el judaísmo y el cristianismo primitivo, pareciendo este último una deducción lógica del primero. Para muestra, un botón:
El Evangelio reunía al respecto dos características enormemente sugestivas. Por un lado, podía presentarse como una versión consumada del judaísmo(pág 89 - 90).
Los judíos que creían en Jesús seguían siendo judíos, pero podían ser definidos como judíos mesiánicos o judeocristianos, es decir, aquellos judíos que estaban convencidos de que el Mesías había llegado y era Jesús (pág. 91).
De manera bien significativa (…) ni Bernabé ni Pablo intentaron crear un sistema sacerdotal paralelo y sustitutivo del Tempo de Jerusalén. Por el contrario, establecieron una forma de organización muy semejante a la de las sinagogas judías de la época» (pág. 122).
No explica Vidal de cuál de las corrientes que componía el judaísmo era consumación el cristianismo, ¿de Qumrán? ¿de los esenios? ¿de los saduceos? ¿de los fariseos? ¡Si no tenían en común ni las Escrituras!. Evidentemente este continuismo no explica la novedad del cristianismo y la comprensión que tenían los cristianos como tal. Es Cristo el que lo hace todo nuevo. Pero no es de extrañar esta fijeza de los protestantes que prefieren un canon judío del Antiguo Testamento antes que el cristiano.
El segundo tema que no quiero dejar pasar es el referente al Concilio de Jerusalén. Explica Vidal, como no podía ser de otra forma, que la pieza clave en el Concilio fue Santiago, cuando lo único que hace es concluir el debate, sin embargo, es San Pedro el que resuelve el debate de acuerdo a la autoridad que Cristo le confirió. San Lucas, de hecho, narra el fin de la intervención de San Pedro de la siguiente manera:
(…)Por el contrario, creemos que nos salvaremos por la gracia del Señor Jesús, igual que ellos», Entonces la multitud calló (Hech 15, 11-12).
Vidal, además, reconoce que:
Santiago respaldó el argumento emanado de la interpretación de Pedro y de la experiencia personal de Pablo y Bernabé (pág. 154).
Es decir, tácitamente reconoce que Santiago lo único que hace es corroborar un argumento anterior. No resuelve nada. Por cierto, Vidal en este asunto no dice nada de la autoridad de la Iglesia sobre todos los creyentes.
En definitiva, el libro de Vidal es un libro equívoco, en cuanto no es un libro de historia, sino de propaganda protestante. Si se hubiese titulado de otra forma (Pablo visto por un protestante), no habría mayor problema, el que se acercara a este volumen apechugaría con las consecuencias, sin embargo, el titulo y el objeto se supone otro, contar la historia de Pablo. Ahora bien, lo que hace Vidal es presentarnos a un Pablo luterano. El verdadero Pablo es opacado por una visión sesgada, llena de prejuicios, que no reconoce al verdadero Apóstol de los Gentiles (resulta curioso como Vidal pasa de puntillas respecto al tema de la Cena del Señor, el sacrificio eucarístico).
Por desgracia nos encontramos ante uno de los libros más flojos de Vidal, muy lejos de su tesis doctoral. Como libro de historia no aporta mucho más que lo ya escrito por el autor en otros libros. Como libro de teología es muy deficiente – tan deficiente como la teología protestante -, de ahí que la labor que la BAC está emprendiendo recuperando sus obras clásicas (como la Teología de San Pablo del padre Bover) tenga más importancia aún.
Quizás todo esto se deba a que nunca intentó descubrir a Pablo, sino a Lutero y Calvino.
17 comentarios
Mejor releo la de Holzner y me olvido de la de César Vidal.
Gracias por la información, Isaac.
Hay un solo punto en el que creo que no aciertas: Tertuliano y Orígenes son considerados Padres Apologistas de la Iglesia.
Los Padres de la Iglesia se clasifican en Apologistas (defensores del cristianismo frente al paganismo), entre los que hay que citar a San Justino, Clemente de Alejandría, Orígenes, Arnobio, Lactancio o San Cipriano; y Padres Dogmáticos (defensores de la ortodoxia frente a la herejía), entre los que destacan San Atanasio, San Gregorio Nacianceno, San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Hilario, San Jerónimo, San Agustín y San Bernardo (considerado como el último de los Padres, tras el que triunfa la Teología escolástica.
1.- Doctrina ortodoxa.
2.- Santidad de vida.
3.- Ser reconocidos por la Iglesia como testimonios de la tradición divina.
Tertuliano, Orígenes y Eusebio de Cesárea son "escritores eclesiásticos", ya que no poseen bien la santidad, bien la doctrina ortodoxa.
1.- Si se refiere al Testamento del Pescador, sí, lo he leído.
2.- No me he acercado a la obra de ninguno de esos autores.
Por desgracia, los libros de temática teológica están muy desperdigados. La BAC está haciendo una reedición de sus obras clásicas. Las obras de Bover, Royo Marín son clásicos.
La editorial Ciudad Nueva está haciendo una labor encomiable con los Padres de la Iglesia y los escritores eclesiásticos.
Ediciones Encuentro tiene verdaderas joyas publicadas, así como Cristiandad.
Lo mejor, es que se agencie la primera edición de la Nácar - Colunga, ahora reeditada por la BAC: es una preciosidad, con unas notras e introducciones maravillosas, además de ir acompañada de documentos magisteriales.
Es cierto que Santo Tomás trata la predestinación, y os remito a la Summa contra gentes pues no conozco bien la Suma teológica; otro tanto se puede decir de San Agustín.
En ningún caso, no obstante, se puede decir de ellos lo que Papini decía de Calvino poniéndolo en boca de Servet: tu crimen es pero que el mío, pues yo nunca convertí a Dios en un tirano y un loco.
Sería bueno promover en este foro los escritores católicos que presenten libros cualitativamente recomendables.
Sobre don César Vidal, quiero decir que le respeto mucho, y que el hecho de que presente en sus libros un enfoque teológico protestante no me molesta, aunque yo sea católico; de hecho, Religión en Libertad se presentó con al voluntad de abrir hueco no sólo a contenidos católicos sino también a protestantes y del juadismo.
Por cierto, no esrcribe ningún rabino aquí, y sería estupendo contar con un blog de alguna personalidad representativa del judaismo en España.
Lo único que le sugeriría, muy respetuosamente, a Don César, es que manifestase de forma más explícita que lo que menciona, por ejemplo acerca de San Pablo, forma parte de una lectura reformada de las Escrituras. Lo digo porque, como él muy bien sabe, la inmensa mayoría de sus lectores son católicos, y su principal tribuna, la Cope, es católica. Sería justo y despejaría malentendidos de cara a lectores cuyos conocimientos doctrinarios no forzosamente son demasiado altos.
http://www.aseiweb.net/MANIFESTACIÓN
DOMINGO 18 de ENERO a las 12:30
Calle Velázquez 150, Madrid
frente a la Embajada de Israel
EN DEFENSA DE ISRAEL,
CONTRA LA MENTIRA Y
CONTRA EL TERRORISMO DE HAMÁS
- NO AL TERRORISMO DE HAMÁS
- BASTA DE MENTIRA Y DESINFORMACIÓN
- 1.000.000 DE CIVILES ASEDIADOS POR MISILES DE HAMÁS
- ¡¡ NO MÁS AMENAZAS!!
Convoca ASEI - Asociación de Solidaridad España-Israel
Adhieren:
Federación de Comunidades Judías de España; Comunidad Judía de Madrid; COLEGAS - Madrid; Centro de Estudios Judeocristianos; Bet-El; CEMI; ACOM; Grupo TZ; Maccabi España; Beitar España y otras instituciones.
Excepto el comentario que me precede, claro, pues no se entiende que tiene que ver la defensa del Estado de Israel con la recensión del libro de Vidal.
Comentario que por añadidura trata de hacernos tomar parte en un conflicto ajeno (como si no tuviésemos conflictos propios de qué ocuparnos), y parte a favor del agresor, nada menos.
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