Los blasfemos JJOO
Francia tiene un problema y es que un día decidió juzgar a su Rey. Y lo condenó - ¡pobre Luís! -. Desde entonces sufre la maldición de haber humillado a la Ley. Carl Schmitt dijo que ni Roma se atrevió a tanto. Y es verdad.
Desde ese desdichado día, todo ha sido degeneración. Lo de la inauguración, un chiste, ¡una blasfemia!
El hombre moderno sufre una neumapatología (Voegelin, antes Schiller). Está tan enfangado en lo natural que cuando una ventana a lo trascendente se abre, es incapaz de reconocerla y asomarse.
Esta enfermedad espiritual reverbera en lo político, de ahí que la regeneración sea tan difícil.
Tiempos bárbaros.
Que Dios se apiade de Francia.