Roberto de Mattei sobre el Concilio Vaticano II
“Un Concilio también puede cometer errores”
Respuesta a las críticas de “Avvenire” y de “L’Osservatore Romano”
por Roberto de Mattei
El discurso de Benedicto XVI a la curia romana, el 22 de diciembre del 2005, ha abierto un debate sobre el Concilio Vaticano II del que son expresiones recientes los libros de mons. Brunero Gherardini y el importante congreso de los Franciscanos de la Inmaculada, desarrollado en Roma del 16 al 18 de diciembre del 2010, aparte de mi estudio, “El Concilio Vaticano II. Una historia jamás escrita” (Lindau, Turín 2010).
La invitación del Papa a interpretar los documentos del Vaticano II según una “hermenéutica de la continuidad” de hecho ha dado un decisivo estímulo para el debate sobre el Concilio de manera diferente a como lo ha hecho la “escuela de Bolonia", que lo ha presentado en términos de fractura y discontinuidad con dos milenios de tradición de la Iglesia.
Habría esperado que nuestros aportes, movidos únicamente por un sincero deseo de responder al llamado del Santo Padre, fueran acogidos si no con entusiasmo, al menos con interés, que fueran científicamente discutidos y no rechazados a priori. En lo que respecta a mi libro, por ejemplo, me habría esperado una seria discusión histórica en las revistas especializadas.
En cambio, en los diarios ligados a las instituciones católicas me responden Massimo Introvigne, integrante del Estudio legal Jacobacci Asociados, sociólogo de las minorías religiosas, hoy representante del gobierno italiano ante la OCSE, y el arzobispo Agostino Marchetto, 30 años de carrera diplomática sobre los hombros, y además, en primera fila por casi diez años en la defensa de los migrantes, los gitanos, clandestinos, como secretario para la pastoral de los migrantes.
Ni mons. Marchetto, ni el dr. Intovigne, a pesar de sus méritos eclesiásticos o profesionales, han tenido el tiempo de ir a bibliotecas o archivos históricos; ninguno de los dos es historiador de profesión. Y ambos, en sus artículos, publicados respectivamente en “Avvenire” del 1 de diciembre del 2010 y en “L’Osservatore Romano” del 14 de abril del 2011, rechazan mi libro desde un punto de vista histórico, sino ideológico.
Introvigne define mi libro “una auténtica suma de las tesis anticonciliaristas”, que “lamentablemente vuelve a proponer, una vez más, la hermenéutica de la ruptura que Benedicto XVI denuncia como dañosa". Marchetto, lo define una historia “ideológica", “de tendencia extremista", “polarizada y de parte” como la orquestada por la escuela de Bolonia, si bien de signo contrario.
La crítica de Marchetto e Introvigne parece tener una sola finalidad: cerrar anticipadamente el debate que Benedicto XVI ha abierto e invitado a desarrollar. […]
Yo creo, al contrario, que se puede discutir del Concilio Vaticano II, en el plano histórico, de la misma manera como han discutido siempre los historiadores de la Iglesia.
Dirigiéndose a ellos, en el 1889, León XIII escribía que “aquellos que la estudian no deben nunca perder de vista que ella encierra un conjunto de hechos dogmáticos, que se imponen a la fe, y que ninguno puede poner en duda […]. No obstante, ya que es la Iglesia, que prosigue en medio de los hombres la vida del Verbo Encarnado, se compone de un elemento divino y de un elemento humano, este último debe ser expuesto por maestros y estudiado por los discípulos con gran probidad. Como dice en el libro de Job: “¿Acaso Dios tiene necesidad de nuestras mentiras?” (Job 13, 7).
“El historiador de la Iglesia - prosigue León XIII - será más eficaz en hacer resaltar su origen divino, superior a todo concepto de orden puramente terrestre y natural, en la medida que más haya sido leal en no disimular nada de los sufrimientos que los errores de sus hijos, y a veces también de sus ministros, han causado en el curso de los siglos a esta Esposa de Cristo. Estudiada así, la historia de la Iglesia también por sí sola constituye una magnífica y convincente demostración de la verdad y de la discontinuidad del cristianismo".
La Iglesia es indefectible y sin embargo, en su parte humana, puede cometer errores y estos errores, estos sufrimientos, pueden ser provocados, dice León XIII, por sus hijos y también por sus ministros. Pero ello no disminuye la grandeza e indefectibilidad de la Iglesia. La Iglesia, dijo León XIII, abriendo a los estudiosos los archivos vaticanos, no teme la verdad.
Una verdad que el historiador busca en el plano de los hechos, mientras el teólogo la busca en el de los principios: pero no existe una verdad histórica que se pueda oponer a una verdad teológica. Hay una única verdad, que es Cristo mismo, fundador y cabeza del Cuerpo Místico que es la Iglesia; y la verdad sobre la Iglesia es la verdad sobre Cristo y de Cristo, en el encuentro con Él, que es siempre el mismo, ayer, hoy y siempre.
Mi libro nace de un profundo amor a la Iglesia, a su magisterio y a sus instituciones, “in primis” al papado. Y mi amor por el papado quiere ser tan grande que no se detenga en el actual Papa, Benedicto XVI, a quien me siento profundamente ligado, sino que busca detrás del hombre la institución que él representa. Es un amor que quiere abrazar con este Papa a todos los Papas en su continuidad histórica e ideal, porque el Papa para un católico no es un hombre, es una institución de más de dos milenios; no es aquel Papa, sino el papado, es la serie ininterrumpida de los vicarios de Cristo, desde san Pedro a pontífice reinante.
Y bien, no hay mejor modo de expresar la propia adhesión al Papa y a la Iglesia que el de servir, en todos los campos, a la verdad, porque no existe ninguna verdad, histórica, científica, política, filosófica que pueda jamás ser impugnada contra la Iglesia.
No debemos, pues, temer decir la verdad sobre el Concilio Vaticano II, vigésimo primero de la historia de la Iglesia. Subrayo esto, “vigésimo primero". El Concilio Vaticano II no fue ni el primero ni el último Concilio en la historia de la Iglesia: fue un punto, fue un momento de la historia de la Iglesia.
En la historia de la Iglesia ha habido veintiún Concilios, hoy considerados ecuménicos. Algunos de estos Concilios son inolvidables: el primero, el de Nicea, que definió nuestro “Credo", luego el Concilio de Trento, el Concilio Vaticano I. Hoy se olvidan otros Concilios, lo que no significa que no hayan sido Concilios auténticos, supremas expresiones del magisterio de la Iglesia.
Pero un Concilio entra en la historia por los documentos que produce. En el siglo XVI hubo dos Concilios: el V Concilio Lateranense (1512-1517) y el Concilio de Trento. La única definición dogmática del quinto Concilio Lateranense fue aquella según la cual el alma humana individual es inmortal; el Lateranense fue bajo ciertos aspectos un Concilio fallido: porque no consiguió lanzar la gran reforma de la que tenía necesidad la Iglesia, y tampoco pudo prever y detener la pseudo-reforma que estalló, con las 95 tesis de Lutero, precisamente en el año en el que el Concilio se concluía. Todos recuerdan el gran Concilio de Trento; pocos recuerdan el V Concilio Lateranense; quizá se recuerde el IV Concilio, que definió que “fuera de la Iglesia católica no hay salvación": una verdad que entró a ser parte de la infalible Tradición de la Iglesia.
Los Concilios pueden promulgar dogmas, verdades, decretos, cánones, que son emanados del Concilio, pero que no son el Concilio. Mientras el dogma formula una verdad, que una vez formulada trasciende - por decir así - la historia, los Concilios nacen y mueren en la historia. El Concilio es diferente a sus decisiones. Las decisiones del concilio si son infaliblemente promulgadas entran a ser parte de la Tradición.
Ningún Concilio, ni siquiera el de Trento o el Vaticano I, y menos aún el Vaticano II, es más que la Tradición. Benedicto afirma que los documentos del Concilio Vaticano II se deben leer en su continuidad con la Tradición de la Iglesia. La Tradición no es un evento, no es una parte, es el todo. La Tradición es como la Sagrada Escritura: una fuente de Revelación, divinamente asistida por el Espíritu Santo.
Es carente de sentido lógico, antes que teológico querer oponer, como hacen algunos, la Tradición y el magisterio llamado “viviente", como si la Tradición fuese el pasado y el Magisterio viviente fuese el presente. La Tradición es el magisterio presente, pasado y, podríamos decir, futuro.
El magisterio de la Iglesia no es el fruto de la voluntad definitoria del Papa y de los obispos, sino que depende, y no puede ser separado de la Tradición. Antes del Magisterio de la Iglesia está la Tradición, antes de la Tradición está la Revelación y antes de la Revelación el Revelador, que es Cristo.
Se me ha echado en cara que descuido los documentos del Concilio o que los interpreto en clave de discontinuidad con la Tradición de la Iglesia. No es verdad ni la primera ni la segunda afirmación. La interpretación de los documentos del Concilio no me toca ni a mí ni a ningún aspirante a intérprete del Concilio, sino le toca al magisterio de la Iglesia, y al magisterio me atengo yo. Lo que yo narro son los hechos, lo que reconstruyo es el contexto histórico en el que aquellos documentos vieron la luz.
Y afirmo que los hechos, el evento, el contexto histórico, tuvieron un influjo en la historia de la Iglesia no menor del magisterio conciliar y postconciliar: se pusieron ellos mismos como magisterio paralelo, condicionando los hechos.
Afirmo que en el plano histórico el post-Concilio no se puede explicar sin el Concilio, así como el Concilio no se puede explicar sin el pre-Concilio, porque en la historia cada efecto tiene una causa y lo que ocurre se encuadra en un proceso, que frecuentemente es inclusive plurisecular y toca no sólo el campo de las ideas, sino el de la mentalidad y las costumbres.
No niego con ello la suprema autoridad del Concilio y la autenticidad y validez de sus actos. Pero ello no significa infalibilidad. La Iglesia es ciertamente infalible, pero no son infalibles todas las expresiones de sus representantes, incluso los supremos; y no es necesariamente ni santo, ni infalible un Concilio: porque si es verdad que el Espíritu Santo no deja nunca de asistirlo es también verdad que es necesario corresponder a la gracia del Espíritu Santo, que no produce automáticamente ni santidad, ni infalibilidad. Si es verdad que todo Concilio puede ejercitar, en unión con el Papa, un magisterio infalible, un Concilio puede también renunciar a ejercitar ese magisterio, para ponerse en un plano totalmente pastoral y, en este plano, cometer errores como sucede, según me parece, cuando el Concilio Vaticano II omite condenar el comunismo.
El Concilio Vaticano II, no lo olvidemos, no fue un Concilio dogmático, sino pastoral, lo que no significa que estuvo privado de magisterio, sino que su magisterio puede ser considerado definitivo e infalible sólo cuando repropone, y explicita, como frecuentemente lo hace, verdades ya definidas por el magisterio ordinario y extraordinario de la Iglesia.
Pero el problema que a mí me interesa no es la discusión sobre los textos del Concilio; dejo esta exégesis a los teólogos, y ante todo al Papa. El problema que me interesa, como miembro de la Iglesia, es entender las raíces históricas de la crisis que atravesamos. Raíces remotas, porque la crisis que atravesamos es plurisecular, pero también cercana, porque la crisis, actual se remonta antes que al sesenta y ocho, a la época del Concilio Vaticano II, que no son necesariamente los 16 documentos que son sus conclusiones, sino las palabras, los gestos, las omisiones, durante y después del Concilio, de los padres conciliares y, por otra parte, el magisterio paralelo, sobre todo mediático, que se colocó junto al magisterio auténtico del Papa y de los obispos. Y como no se puede separar el post-Concilio del Concilio, igualmente no se puede separar el Concilio del pre-Concilio, porque la crisis no nace el 11 de octubre de 1962, cuando el Concilio se abrió, sino que fermenta en los pontificados anteriores, incluido el de Pío XII.
Se me acusa de estar contra Pío XII, hacia el quien tengo suma admiración, sobre todo por cuanto se refiere a su monumental “corpus” doctrinal. Pero no soy el postulador de su causa de beatificación, soy un historiador y como tal no puedo negar que Pío XII haya sufrido por parte de ciertos colaboradores suyos una influencia negativa en algunos campos, como el litúrgico o exegético. No se puede negar que su encíclica “Humani generis", que considero un documento excelente, sea carente de la fuerza teorética y práctica de la “Pascendi” de san Pío X. Podemos decirlo y permanecer infatigables defensores del primado romano y grandes admiradores de Pío XII, porque la Iglesia no tiene miedo de la verdad y el amor a la verdad nace de la santa libertad de los hijos de Dios (Rom 8, 21). De otro modo no comprenderíamos la vida tempestuosa de la Iglesia en el curso de los siglos hasta nuestros días.
No hay tempestad, mediática o cruenta, que nos asuste, porque la Iglesia está siempre de pie en las tempestades: las herejías, los escándalos, las revoluciones no la han sacudido ni han detenido su marcha en la historia.
Y un gran historiador de la Iglesia que no tuvo temor de decir la verdad, Ludwig von Pastor, escribe como conclusión de su “Historia de los Papas", estas las palabras que hago mías:
“La roca de Pedro supera las tempestades de todos los siglos. El hecho más grande, más inconcebible en la historia de la Iglesia de Cristo es que las edades de su más profunda humillación son al mismo tiempo las de su más grande energía y fuerza invencible, que muerte y tumba no son para ella signos del fin, sino símbolos de la resurrección, que las catacumbas de la edad primitiva como las persecuciones anticristianas de la edad contemporánea no pueden redundar para ella sino en gloria. […] Cristo, de hecho, camina aún hoy con Pedro sobre las olas oscilantes y por tanto vale también para los sucesores éste la siguiente palabra: ‘tu es Petrus et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam, et portae inferi non praevalebunt adversum eam’”.
Roma, 5 de mayo de 2011
Fuente: Secretum meum mihi
49 comentarios
Como para empezar a debatir en serio, sin mistificaciones ni falsos supuestos. Porque la Iglesia no obliga a dejar la cabeza al entrar, sólo el sombrero.
http://youtu.be/K8Z9VNUvOkI
Saludos.
Aquí el mensaje del Papa:
http://press.catholica.va/news_services/bulletin/news/27360.php?index=27360&lang=it
Por cierto, es una vergüenza que no se vierta al español, lo que se está escribiendo sobre esta temática del Concilio.
Muy vagos los neocones hispanos,no quieren debatir en serio.
Y no se hace dramas...
http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1347670?sp=y
Hay que reconocer, no obstante, que Benedicto XVI defiende la hermeneútica de la continuidad, pero, como recuerda Magister, en lo referente a la libertad religiosa, afirmó en su discurso de 22 de diciembre de 2005 que el Concilio, afirmando la libertad de religión, acogía "un principio esencial del estado moderno" que varios Papas habían anteriormente obstaculizado. Pero haciendo ello no habían roto con "el patrimonio más profundo de la Iglesia". Más aún, se había vuelto a poner "en plena sintonía" no sólo con la enseñanza de Jesús sobre la distinción entre Dios y César, sino "también con la Iglesia de los mártires, con los mártires de todos los tiempos", ya que estos murieron precisamente "por la libertad de profesión de la propia fe: una profesión que no puede ser impuesta por ningún estado, sino que en cambio puede ser hecha propia sólo con las gracia de Dios, en la libertad de la conciencia".
En conclusión, parece que el Papa no encuentra discontinuidad en la formulación que el Vaticano II hace de la libertad religiosa.
http://www.zenit.org/article-39150?l=spanish
Y el artículo de Roberto de Mattei no lo traduce Secretum meum mihi, sino Sandro Magister-Chiesa, como Secretum meum mihi atribuye honestamente.
http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1347794?sp=y
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IGE: Yo he dicho que mi fuente es Secretum meum mihi, que es de donde lo he sacado.
Le sugiero a Mattei, si lee este blog, que tome contacto con el gran Johan Huizinga, un historiador profundo y en serio, que opinaba exactamente lo contrario al juicio de Mattei, respecto a que la Historia científica era sólo asunto de "expertos".
En conferencias recogidas en el libro "Sobre el estado actual de la ciencia histórica", asegura Huizinga que la historia científica se escribe por y para el público no experto y se nutre y agradece su crítica, sin la cual se termina escribiendo en una burbuja, de cosas que atañen a innumerables personas.
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IGE: No, no rechaza la crítica, sino los juicios de valor. Fíjese bien en el orden en el que se exponen los argumentos: de Mattei dice primero que los supuestos "críticos", no han ido a consultar bibliografía - lo que va ciertamente en menoscabo de esas personas -, para a continuación afirmar que no son historiadores.
No, los aficionados no están frito en este debate, pero sí es cierto que se necesita cierto "nivel" para empezar a discutir.
Huizinga es un gran historiador; apelar a su autoridad está muy bien. Pero no olvide que de la otra parte - si es que realmente de Mattei está defendiendo la postura que usted señala, cosa que habría que demostrar no se olvide -, pueden llamar a un tal Platón.
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IGE: ¿"El tradicionalismo a ultranza"? ¿Eso qué es? Que yo sepa toda persona que profese la Fe católica, es "tradicionalista a ultranza".
Saludos.
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IGE: ¡oh! ¿Y qué tal la Revelación?
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IGE: de Mattei dice que le discuten, no con argumentos, sino desde presupuestos ideológicos.
Los argumentos se rebaten o se afirman, científicamente hablando, con argumentos, no con juicios de valor.
¿Qué realmente ésto es un indicio de que quieren cerrar el debate? Supongo que el señor de Mattei tiene más datos que nosotros para hacer ese aserto.
Isaac, márchate de este antro.
Reitero lo que dice Martin Ellingham, veamos la forma de responder de, por ej., el R.P. Giovanni Cavalcoli O.P., con caridad, apertura al diálogo fructífero y aportando elementos útiles al debate. Y, cuando el debate se acaloró y se le escapó alguna "etiqueta estereotipada", no dudó en pedir disculpas. Incluso se lamentó de que interviniera (y de la manera que lo hizo) el Osservatore Romano enturbiando las aguas.
O, por ej., veamos la actuación de Sandro Magister, dando lugar a ese debate en sus páginas y evitando (las más de las veces) intervenir directamente con sus opiniones de lego, dando así un verdadero ejemplo de periodismo católico.
El caso de Magister es interesante: sostiene que efectivamente hay una contradicción entre los textos anteriores al Vaticano II sobre la libertad religiosa, en la línea de Ratzinger, que lo ha dicho varias veces. La solución sería decir que los textos preconciliares, al condenar la libertad religiosa, no ejercen el magisterio, pues se trata de tomas de posición històrica, no principial. Y que los principios sí fueron consagrados en el Vaticano II. Aquí subsiste una confusión, porque el Papa Benedicto habla de la libertad de no ser coercionado a profesar religión, que nunca estuvo en discusión, cuando el texto de la DH claramente habla de la inmunidad para profesar pùblicamente una fe falsa o ninguna fe.
Lógicamente, esta opinión puede rebatirse invirtiéndola: el Vaticano II es coyuntural, los principios son los enunciados desde Gregorio XVI en la Mirari Vos hasta la alocución Ci Riesci de Pìo XII.
Si la interpretación de Rhonheimer sobre de la Dignitatis humanae -liberal, y no comunitaria, en cuanto a los límites de la libertad religiosa pública- es correcta, hay que reconocer que durante dieciséis siglos la Iglesia enseñó, y urgió, a violar un derecho natural fundamental de millones de acatólicos. Ese reconocimiento es una bomba para la indefectibilidad de la Iglesia, que tanto se reivindica para defender al Vaticano II cuanto se olvida en las declaraciones meaculpistas respecto del pasado. En el fondo Rhonheimer nos viene a decir: hasta 1965 la Iglesia fue bastante defectible en un aspecto central del derecho natural; luego de 1965, es mucho menos defectible -¿por arte de magia?-, porque comprende mejor las exigencias de la dignidad humana.
A Rhonheimer los teólogos del disenso le dirían: tamaño error-pecado en materia de derecho natural, reiterado durante dieciséis siglos, legitima nuestro disenso en cuestiones de bioética y moral familiar, que también pertenecen al ámbito de la ley moral natural.
Saludos.
PS: si se interpreta Dignitatis humanae como lo hizo Fernando Ocáriz, con una concepción comunitaria de los límites a la libertad religiosa en el ámbito público, dando primacía a la moralidad pública (entendida en católico) el debate tiene otras consecuencias menos problemáticas. La conducta que va contra la moral pública no es objeto de un derecho natural de libertad, aunque puede ser legítimamente tolerada.
Un argumento como éste fue decisivo para que Pablo VI, contra viento y marea, sancionara la Humanae Vitae: el magisterio moral secular de la Iglesia no puede errar.
"el principio de la intransigencia para con las manifestaciones de las religiones falsas en el ámbito público" ¿no puede ser entendido en el orden prudencial?, pregunto. Creo que esto es lo que afirma Ronheimer. Y me parece recordar que sólo hay definición explícita en este sentido en el s.XIX. Ronheimer en esto admite la contradicción entre ese magisterio anterior al CVII y los textos del mismo concilio. Y lo resuelve diciendo que se trata de una interpretación magisterial del papel del Estado que no afecta al dogma.
Lo que es magisterio secular de la Iglesia católica es que la conciencia errònea no genera derecho a la difusión del error. Esto en realidad es una verdad de moral natural, no hace falta la fe para advertirlo. A ver quién se atreve a sostener el derecho de un médico de prescribir té de tila para curar el cáncer, o de elogiar pùblicamente e invitar al suicidio a la población por los medios de difusión. El Concilio dice que este derecho al error, en materia religiosa, permanece incluso en quienes "no buscan la verdad"; y adviertase que se està refiriendo al derecho a publicitar ese error, que puede ser una falsa religión o directamente el ateísmo, con la sola limitación del orden público.
Como dijo Pio XII en Ci Riesci, lo que no se corresponde objetivamente con la verdad, no tiene derecho a su difusión social, y sólo puede ser tolerado. Esta verdad, que es de orden natural (sólo la verdad y el bien tienen derechos, sólo la conducta justa es derecho) es igual de verdad en el ámbito sobrenatural. La Iglesia no puede enseñar algo contrario al derecho natural.
La prudencia es lo que regulaba la tolerancia en la formulación anterior (más o menos según las circunstancias) y lo que regula los límites a la libertad religiosa en la nueva formulación (mayores o menores según las circunstancias). Pero lo que durante 16 siglos no se admitió es un derecho natural a manifestar públicamente un error religioso, por ejemplo los errores de Arrio. Lo anterior supone, para ser viable, un Estado confesional católico. La imposibilidad del Estado católico resitúa la cuestión en el plano de la ley natural, aunque en un equilibrio muy inestable, como vemos en la actualidad.
Para que se entienda con un ejemplo: no hay derecho natural a hacer propaganda arriana, aunque en determinadas circunstancias sea prudente no impedir esa propaganda. Rhonheimer diría que sí hay derecho natural, porque el Estado es incompetente para juzgar más allá del orden natural, y el arrianismo es un error contrario a la fe. Para él, el Estado podría impedir, en cambio, la propaganda de una secta suicida, porque el suicidio va contra la ley natural.
Lo de Rhonheimer implica, en definitiva, aceptar como un idel el naturalismo estatal: el Estado sólo puede receptar las exigencias de orden natural, nada de Revelación ni de ley divino-positiva.
Saludos.
"En efecto, el primero y hasta ahora el único concilio que se haya expresado sobre este asunto ha sido el Concilio Vaticano II. Le corresponde justamente a este concilio el haber reconocido la libertad de religión. Del mismo modo, ni el magisterio ordinario universal parece estar actuando aquí, ya que antes de esto jamás el Papa y los obispos habían condenado la libertad religiosa y proclamado esta condena como una doctrina definitiva de la Iglesia. Esto ha sido más bien el caso de algún Papa aislado, en un lapso de tiempo de un centenar de años, y no sido jamás una reivindicación explícita que quería presentar una doctrina definitiva en materia de fe o de costumbres (aunque esto haya sido implícitamente comprendido así por los Papas del siglo XIX)".
Entre los preservativos y la libertad religiosa, este Rhonheimer se ha hecho acreedor al Liberal de Oro. Es una verguenza para el Opus. Si Escribá lo hubiera escuchado, la patada que le daba lo ponía en órbita.
Hay muchos ejemplos históricos. Lo de Rhonheimer exige un meaculpismo retroactivo de siglos.
Saludos.
efectivamente, entre los católicos españoles la vergüenza puede considerarse generalizada por haber mantenido la Iglesia actitudes tan "fascistas", de las que en muchos casos ha manifestado arrepentimiento o distanciamiento.
Y del meaculpismo retroactivo se nos ha propuesto recientemente un modelo a imitar.
Por cierto, agradezco las aclaraciones que me habeis hecho.
Esto vuelve a centrar el debate en el punto que tú has señalado más arriba, según me parece: la naturaleza del Magisterio ordinario.
Algunas precisiones a su respuesta a mi comentario anterior.
1. El señor de Mattei rechaza la "crítica" de Marchetto e Introvigne. Utilicé la misma terminología que usa la traducción de la respuesta del escritor, por usted aquí presentada. En cambio, no se habla de "juicios de valor", expresión que corresponde a una interpretación suya.
2. Con respecto al fondo de la actitud de de Mattei, que me parece poco acertada, censura no sólo que no se ha ido a "bibliotecas", lo cual es aventurado de su parte asegurarlo, lo mismo que a "archivos históricos". Exigencia ésta exagerada, para comentar un libro propuesto a todo público para su lectura. De Mattei parece escribir ofuscado, lo cual no es el mejor estado de ánimo para hacerlo.
3. Paralelamente, pretende minimizar el examen que recibe, resaltando de quienes rebaten sus conclusiones que "ninguno de los dos es historiador de profesión". Dice de sus analistas, en detalle, que uno es sociólogo y político y que el otro es arzobispo, diplomático y defensor de gitanos, migrantes y clandestinos. Termina lamentando que en las revistas especializadas no se hubiera comentado su libro. Otra actitud caracteriza a una cumbre de la ciencia histórica, Huizinga, quien afirma que las producciones del historiador se dirigen "a un público más dilatado que los profesionales" y que -al revés de otras ciencias- esto es "una parte esencial de su actividad". En cambio, de Mattei desacredita con argumentos de autoridad las criticas recibidas, no utiliza alegatos y razonamientos. Porque no entiende que parte principal en un historiador, es dirigirse al público no especializado, lo cual implica, recibir elogios y reparos. Pero no acepta esto último, se apoya en argumentos de autoridad, sin refutar con humildad agradecida y serena. ¿O también rechaza los elogios cuándo no vienen de "historiadores de profesión"?
4. La mención de Platón suya, Isaac, creo que hace referencia al gobierno de los sabios propuesto para las polis griegas. No voy ha decir que el gran Platón se equivocó porque el horizonte histórico que tenía a su vista, una ciudad rural de pocos habitantes, con gran estabilidad, podía hacer factible este programa cívico. En fin, opino que las ideas políticas de Platón no tienen nada que ver con este debate sobre cómo encarar las criticas a las producciones historiográficas en el mundo de hoy, en Occidente.
5. Por último, lo que dice Luis Fernando es verdad, acerca de la falta de humildad de de Mattei al identificar la critica recibida con la intención de cerrar, anticipadamente, un debate abierto por el Papa, pero sobre todo, es una presunción de propósitos espúreos, que debe evitarse sin justificar rigurosamente. Debe detallarse el por qué, esta atribución de mala voluntad en otras personas, se hace, para no terminar como Isaac, con la ilusión irracional que de Mattei debe tener más datos que nosotros. Al atribuir mal ánimo a los críticos, no se puede jugar al escondite, hay que ser claro y veraz en su exposición. Por el contrario, se podría argumentar que el crítico se equivoca y demostrarlo, pero siempre dejando a salvo la buena voluntad de quien cuestiona.
Saludos
es que vd. hace una interpretación tan literal del texto que, a mi parecer, lo tegiversa. Es fácil de entender que cuando habla de bibliotecas y arhivos pide una respuesta fundada en hechos.
Mattei, por lo que entiendo, reclama un debate en el plano histórico, que es en el que se desenvueven sus tesis. Pero se la dan en el de los principios, con lo que el debate se cierra en falso. Por haberlo señalado Mattei, acusarlo de soberbia es signo de despiste o de estupidez.
O bien dígasele que sus tesis no son históricas, sobre hechos (archivos y bibliotecas), o bien reconózcase que no se plantea el debate.
Rebatirle por principios es signo de prejuicio, por cuanto implícitamente se está diciendo que no cuentan los hechos sino los fundamentos interpretativos. En todo caso tendrían que discutir su método y, si así lo hicieran tendrían necesariamente que "acudir a archivos y bibliotecas".
2.- En un debate histórico, científico, lo propio es documentarse, como mínimo. No es exagerada, lo exige el mismo método. El libro se propone para la lectura, pero la crítica histórica exige una refutación histórica. Que el libro se haya propuesto a todo el público para su lectura no quiere decir que todo el mundo tenga capacidad para leerlo. Igualmente, los libros de Riemann se proponen para todo el mundo, pero no todo el mundo tiene el mínimo exigido para seguir una argumentación matemática.
Sí le doy la razón en que, sin saber lo que ha hecho la otra parte, la afirmación del señor de Mattei puede ser desaforada, en cuanto acusa a sus críticos de no seguir los principios requeridos de la investigación histórica. Pero si nos atenemos a comentarios como el anteriormente citado, a primera vista, parece que algo de razón tiene.
Respecto al pathos del señor de Mattei, nada sé, nada digo.
3.- Efectivamente, pero ese argumento, que refuerza la tesis del historiador en cuestión, viene a continuación de lo expresado anteriormente y es que no se han documentado. Por otra parte, el que ha escrito el libro y ha expuesto argumentos razonados es el señor de Mattei, sus argumentos están ahí. El resto, parece, se han quedado en juicios de valor; ¿cómo se responde a esto? Su planteamiento cae en un paralogismo, en cuanto desplaza la carga de la prueba al que no la tiene, porque son sus críticos los que, si afirman que el señor de Mattei está equivocado, los que lo tienen que demostrar. No sé si me explico.
4. Gracias a Dios, la obra de Platón no se circunscribe a la República. Ni la crítica de Platón a la de Popper – muy endeble por cierto -; En sus diálogos, Platón apela siempre al experto: en gimnasia, en equitación, etc.
Y que Platón se haya equivocado o no – por lo menos en cuanto al silogismo planteado contra los sistemas democráticos -, no va contra mi contestación al argumento que usted ha expuesto, que es la apelación a la autoridad. Si usted saca al gran Huizinga, otros pueden apelar a Platón.
5. Vuelvo al punto 1.
La palabra "progressio", en latín, tiene un significado muy específico. Quiere decir progreso, en sentido de desarrollo - quizás esta traducción sea preferible -, como ha expuesto el Papa, muy distante del sentido del término "progreso", como lo entiende la postmodernidad.
Y la teología católica, rectamente comprendida y desarrollada, es una tarea que se desarrolla en el seno de la comunión eclesial. La aceptación del Magisterio eclesiástico (infalible o no) no es una imposición externa, sino que es un "momento" o aspecto intrínseco de la propia ciencia teológica.
Habiendo sido aprobados los documentos del Concilio Vaticano II no sólo por la casi unanimidad de los Padres conciliares, sino por el Sumo Pontífice, se han convertido en una expresión del Magisterio supremo de la Iglesia, que exige la aceptación de cada fiel católico, aunque no sea a título de dogma de fe.
En cuanto a la posibilidad de que el Vaticano II, visto en perspectiva histórica, se haya celebrado en vano, la visión expresada por Benedicto XVI es muy otra. Si bien es cierto que en 1986 dijo que el Vaticano II apenas había comenzado a ser aplicado, ya en 2005 dijo que la "hermenéutica de la continuidad" está creciendo y dando frutos muy positivos en la Iglesia.
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IGE: La Historia de la Iglesia es una disciplina teológica y científica. No cumple una mera "función", ni es un sencillo "instrumento". La Iglesia concreta e histórica no es un producto de la sociedad terrana, sino obra misteriosa de Dios en su origen, en sus fines y en sus medios de acción.
Sobre el tema de la aceptación del Concilio, no entiendo a qué viene el comentario. En Roma se ha celebra un interesante Congreso, por los Franciscanos de la Inmaculada, sobre el Concilio Vaticano II. Y no ha pasado nada.
1) "Se me ha echado en cara que descuido los documentos del Concilio o que los interpreto en clave de discontinuidad con la Tradición de la Iglesia. No es verdad ni la primera ni la segunda afirmación. La interpretación de los documentos del Concilio no me toca ni a mí ni a ningún aspirante a intérprete del Concilio, sino le toca al magisterio de la Iglesia, y al magisterio me atengo yo. Lo que yo narro son los hechos, lo que reconstruyo es el contexto histórico en el que aquellos documentos vieron la luz."
RdM se defiende mal de sus críticos. La interpretación autorizada o auténtica de los documentos del Concilio corresponde al Magisterio; pero la interpretación a secas puede hacerla cualquier teólogo, también un historiador de la Iglesia que quiere practicar su disciplina en clave teológica.
2) "Y afirmo que los hechos, el evento, el contexto histórico, tuvieron un influjo en la historia de la Iglesia no menor del magisterio conciliar y postconciliar: se pusieron ellos mismos como magisterio paralelo, condicionando los hechos."
Este párrafo me parece muy ambiguo y confuso. ¿Los hechos condicionaron a los hechos? ¿Los hechos se pusieron ellos mismos como magisterio paralelo? ¿Cómo podrían?
3) "... en este plano, cometer errores como sucede, según me parece, cuando el Concilio Vaticano II omite condenar el comunismo."
Ya he refutado esta acusación en un post de mi blog. Gaudium et Spes condenó el ateísmo marxista, aunque no nombrándolo explícitamente, sino describiéndolo de modo certero e inequívoco.
4) "... no puedo negar que Pío XII haya sufrido por parte de ciertos colaboradores suyos una influencia negativa en algunos campos, como el litúrgico o exegético."
¿Fue negativa la reforma litúrgica de Pío XII? ¿Fue negativa la encíclica Divino afflante Spiritu? ¿O tuvieron aspectos negativos? ¿Cuáles?
El tradicionalismo llegará por fuerza a criticar al Papa Pío XII, ya que la reforma de la Iglesia auspiciada por el Concilio Vaticano II fue preparada por ese gran Papa.
¿Que creen los neocones, que la nuestra es una religión de adoradores de Papas?
Bugnini fue tan nefasto como funcionario de Pío XII como de Pablo VI.
2.- ¿Ambiguo y confuso? Habla de lo fáctico, claro, los hechos se imponen con fuerza. Quizás la traducción no sea la más correcta, pero se entiende.
3) Daniel, ¿ha estudiado usted a Marx y al postmarxismo de Horkheimer, Adorno, Apel y compañía - lo que se popularizaría posteriormente como Escuela de Frankfurt? ¿Ha leído o conoce El Capital? ¿Conoce las tesis de Engels? Más fácil, ¿ha leído a MacIntyre?
“Entre las formas del ateísmo moderno debe mencionarse la que pone la liberación del hombre principalmente en su liberación económica y social. Pretende este ateísmo que la religión, por su propia naturaleza, es un obstáculo para esta liberación, porque, al orientar el espíritu humano hacia una vida futura ilusoria, apartaría al hombre del esfuerzo por levantar la ciudad temporal. Por eso, cuando los defensores de esta doctrina logran alcanzar el dominio político del Estado, atacan violentamente a la religión, difundiendo el ateísmo, sobre todo en materia educativa, con el uso de todos los medios de presión que tiene a su alcance el poder público".
¿Usted piensa que eso es una descripción del marxismo?
4.- Respecto a la reforma litúrgica de Pío XII, le remito a la página The New Liturgical Movement y a los estudios realizados sobre el Breviario y la Semana Santa. O la traducción del Salterio beano, corregido posteriormente con la Neo Vulgata.
http://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=9080
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El Papa se opone al choque entre tradición y progreso en la liturgia
El Papa Benedicto XVI expresó ayer su oposición a cualquier choque «preconcebido» entre ideas tradicionales y progresistas en la liturgia de la Iglesia Católica, debate que calificó de «poco atinado». Al recibir, durante una audiencia en el Palacio Apostólico del Vaticano, a los participantes de un congreso del Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo, el Pontífice advirtió sobre los «malentendidos» que han provocado contraposiciones inútiles.
Aquí lo interesante es saber si los obispos se dan por aludidos o no, por las palabras del Papa y dejan de hacer la pinza al Motu Proprio.
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