Depresión demográfica: 29 años después
El pasado 22 de Junio se cumplió veintinueve años de la aprobación de la ley del divorcio en España. Fue el primer hito en la corta historia de la subversión de la ley natural en España. Al poco tiempo, como desarrollo de lo anterior podríamos decir, se aprobó la despenalización del aborto en España en tres supuestos, lo que engendraría al poco después, en un movimiento acelerado – menos de treinta años, ¿qué son para la historia? - el «matrimonio» homosexual, el divorcio instantáneo y el aborto libre.
No se trata de un abuso el aplicar la analogía física del movimiento acelerado, porque la velocidad a la que se han ido generando los cambios ha ido a una velocidad creciente. Para mantener esta velocidad cada vez mayor de los cambios se requiere una fuerza creciente. ¿Hay alguna duda de que se hayan dedicado los mejores y mayores recursos del Estado en estos asuntos?
En el principio fue el divorcio. Si los tres bienes del matrimonio son los hijos, constituyendo su procreación y su adecuación el fin primario del mismo, la unidad (monogamia y fidelidad) y la indisolubilidad, la promoción del divorcio por medio del ordenamiento jurídico acaba quebrando la indisolubilidad, eliminando la frontera que separa la bondad de las relaciones matrimoniales frente al adulterio y la fornicación, desembocando en un gran frenesí diabólico que en primer lugar borra la diferencia entre las relaciones honestas y las desordenadas y en segundo lugar, tritura literalmente al ser humano en las «clínicas de interrupción voluntaria del embarazo», doble eufemismo que esconde en la nebulosa el escándalo del mal.
Han sido veintinueve años de medidas antinatalistas y antifamiliares ordenadas desde el poder y recibidas con regocijo por un pueblo desnortado bajo los efectos lisérgicos de la demagogia, creyendo que le daban libertad cuando le estaban administrando la eutanasia social.
Y lo peor, todo pergeñado y promovido por unos políticos que se confesaban católicos. ¿O no podemos olvidar que la ley del divorcio se promulgó en el año 81, llevó el impulso inicial de Suárez y la rúbrica final de Calvo – Sotelo? Sería injusto que la Historia no recogiese la propuesta de la UCD para las elecciones de marzo de 1.979:
El ordenamiento civil salvaguardará la estabilidad del matrimonio y la familia. El matrimonio canónico tendrá plenos efectos civiles tal como lo reconoce y regula el derecho común del Estado.
El principio de la libertad religiosa y el pluralismo democrático proclamados por el Concilio Vaticano II y por la nueva Constitución española implican que no siempre es posible ser elevado a categoría de norma legal lo que constituye una exigencia ético-religiosa cuya plenitud de efectos debe promoverse y lograrse en el ámbito de esa libertad religiosa garantizada por el Estado.
La ley civil que tutela esa conciencia religiosa no puede, sin embargo, imponer hasta el límite las consecuencias de ese ideal religioso sin discriminar a los ciudadanos.
Los tribunales del Estado tendrán la competencia exclusiva en lo que se refiere a la separación de los cónyuges, a la disolución del vínculo civil y a la posibilidad de reconocer la sentencia de nulidad sacramental siempre que se ajuste al derecho del Estado.
No se admitirá el divorcio por mero acuerdo de los cónyuges. Las causas de separación y disolución a efectos civiles han de ser tasadas y graves para los supuestos en que los matrimonios estén definitivamente rotos y en todo caso se protegerán especialmente los intereses de los hijos
El artículo 32 de la Constitución – esta Constitución bajo la que se quiere fundamentar la vida común de los españoles y que se ha demostrado por activa, por pasiva y por perifrástica que no es más que papel mojado -. Los hijos dilectos del franquismo, los cachorros del régimen los impulsores de las reformas. ¡Terrible ironía! El corazón y la mente sólo pueden estar orientados y descansando en Jesucristo.
Fue el inicio de una larga historia de traiciones, que todavía no ha acabado, de la derecha política a su electorado
¿Y los Obispos? La Conferencia Episcopal de Tarancón, Bueno Monreal, otro franquista, y Jubany, optaron por la callada por respuesta.
El choque entre el Derecho Natural y el Evangelio por una parte y la ley del divorcio era tan flagrante que los obispos remitieron el asunto a la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe. El resultado fue un documento tejido bajo la falacia del non sequitur ya que, por una parte reconocía que «el divorcio es de suyo un mal para la sociedad», que «la mera posibilidad legal del divorcio es ya una invitación al mismo», que «este tipo de legislación es prácticamente irreversible» o que «induce a muchos a identificar lo legalmente admitido con lo éticamente lícito», para concluir que «Esto no significa que el legislador esté obligado siempre a categoría de norma legal todo lo que es una exigencia ética, o que deba reprimir con medidas legales todos los males en la sociedad. La tutela de ciertos bienes y la exclusión de males mayores pueden originar un conflicto de valores ante el cual el gobernante ha de poner en juego la prudencia política en orden al bien común, que sí no puede prescindir de los valores éticos, tampoco debe desconocer la fuerza de las realidades sociales»
Mientras que en el año 1.977 la jerarquía brasileña se había opuesto rotundamente a la ley del divorcio, en España se tomaba la vía purgativa, es decir, de purgar el catolicismo de la sociedad por parte de sus propios guardianes.
No callaron sin embargo Marcelo González, Cardenal Primado de Toledo, además de José Guerra Campos (Obispo de Cuenca), Laureano Castán (Sigüenza-Guadalajara), Segundo García de Sierra (Burgos), Pablo Barrachina (Orihuela-Alicante), Demetrio Mansilla (Ciudad Rodrigo), Ángel Temiño (Orense), Luis Franco (Tenerife) y Francisco Peralta (Vitoria); hay que reconocer que, exceptuando Toledo, el peso de estas diócesis juntas, es sensiblemente inferior a la suma de Sevilla, Madrid y Barcelona.
Lo que vino después es bien conocido: aborto material, divorcio instantáneo, «matrimonio» homosexual y aborto formal, adobado todo con un sometimiento de la vida al sistema productivo lo que ha llevado a una promoción y expansión del trabajo femenino con un mínimo resquicio, que podríamos decir que es inexistente a la maternidad, acuciado con el paro y la precariedad laboral. Mientras, la eutanasia llama a las puertas de la ciudad.
Hoy el matrimonio es un contrato inútil. Como escribe el profesor González de las Cuevas:
La reciente Ley del Divorcio convierte, de hecho, el matrimonio en un contrato inútil, ya que consagra el reconocimiento de la infidelidad conyugal; y no se requiere ninguna causa para su anulación. Por su parte, la legislación del matrimonio homosexual tiene como consecuencia una clara alteración de los fines y de la naturaleza de la institución familiar. Y es que en la medida en que los roles tradicionales de la institución son modificados hasta hacerlos irreconocibles, ésta se ve impedida para ejercer sus funciones. Deja de ser una estructura constructora de la sociedad sin que existan otras que la sustituyan. Sin la existencia de roles bien definidos de padre-madre-hijos, se difumina el control de los comportamientos y, con ello, la cohesión social; y, lógicamente, también en la economía. Singularmente grave a ese respecto, resulta la influencia de la ideología de género que justifica la homosexualidad, deslegitima la heterosexualidad y fomenta la cultura de la muerte.
Por eso noticias como las de ayer, que reflejan la depresión demográfica, no nos pueden sorprender. El mal afecta al ser del hombre, con repercusiones el orden moral y en el natural.
Hace casi treinta años. Infeliz onomástica.
10 comentarios
Creo que la culpa es tanto de los españoles cuanto de las leyes, pues los primeros (los españoles) las engendran (a las leyes) y éstas sirven para encausar determinados comportamientos en los ciudadanos. Piensa en la "herencia" legal que tendrán los niños españoles de hoy, quienes enfrentan un futuro sombrío cuando se "administrenen" con unas leyes tan precarias como irracionales.
En cuanto al papel de la UCD y del episcopado de entonces, he leído que los políticos de UCD trataron de convencer a los obispos argumentando que, si no aprobaban ellos la Ley del Divorcio, la aprobaría el PSOE, que todo el mundo daba por sentado ganaría las próximas elecciones. Los democratcristianos de UCD se justificaban alegando que ellos harían una Ley del Divorcio más restrictivas que la que haría el PSOE.
Si los obispos lo creyeron, el tiempo ha demostrado que no sirvió de nada, porque los socialistas han terminado por aprobar una ley a su gusto.
Efectivamente, puede que el matrimonio no sea indisoluble pero sí es un acuerdo de voluntades de plazo "indeterminado". No puede ser llamado contrato pues no hay prestaciones recíprocas, ni pagos. No es un tratado, ni un convenio, pues regula condiciones y obligaciones de los conyuges amplias y generales y que sin embargo, asigna responsabilidades que son identificables personalmente en cada uno de los dos.
No hay necesidad de que sólo por el hecho de ser "civil" se infiera su culminación (divorcio). La Constitución Política es un gran acuerdo entre los ciudadanos, y sin embargo no posee en su seno nada que la disuelva.
La prueba de ello es que en mi país Uruguay el divorcio legal tiene cien años y, sin embargo, la crisis de la familia se produce sólo a partir de la explosión de los anticonceptivos y el aborto (como corolario letal).
Si España(o cualquier otro país) fuese realmente católico,o tuviese una mayoría de católicos;realmente no haría falta criticar el divorcio. Simplemente,los católicos no se divorciarían. Con lo que quedan en el aire dos cuestiones. Una,España no es un país de católicos,sino de tradición católica,ya que si el Estado da la posibilidad de incumplir alguna norma,es muy probable que la gente obedezca a los hombres antes que a Dios. Es decir,somos católicos hasta que nos ponen ante un conflicto que el Estado sí nos puede solucionar. Y dos,que para mantener la religión católica dentro de los límites que ella misma pone,y pretender seguir siendo una religión mayoritaria,necesita necesariamente que se reprima lo que se sale de sus fronteras,aunque sea injusto en casos particulares,ya que si se da libertad para que la gente viva su religión,y otra gente que no sea católica no se vea afectada,la sangría de fieles será lenta pero constante. Por tanto,la teocracia parece ser la única forma con la que se siente cómoda,de forma que nunca se legisle en contra de sus normas.
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