In Ascensione Domini

Hoy, amadísimos, se cumple el número de cuarenta días sagrados que han transcurrido después de la dichosa y gloriosa resurrección de nuestro Señor Jesucristo, con la cual, en el espacio de tres días, el poder divino restableció el verdadero templo de Dios (cf Jn 2,19) que la impiedad de los judíos había destruido. Este número de días lo señaló la santísima disposición de la Providencia para nuestra utilidad y enseñanza, para que, prolongándose durante este espacio de tiempo la presencia temporal del Señor, la fe de la resurrección fuese confirmada con las pruebas necesarias. Puesto que la muerte de Cristo había causado gran turbación en los corazones de los discípulos, y como se hallasen entristecidos, ya por el suplicio de la cruz, ya por la muerte y sepultura, cierta especie de desconfianza se había apoderado de ellos.

Por lo cual los bienaventurados apóstoles y todos los discípulos, que se habían alarmado por la muerte de cruz y habían vacilado en la fe de la resurrección, de tal suerte fueron confortados ante la evidencia de la verdad, que, al subir el Señor a lo más sublime de l os cielos, no sólo no experimentaron tristeza alguna, sino que se llenaron de una gran alegría (cf. Lc 24,52). Y ciertamente había motivo de extraordinaria e inefable exultación al ver cómo, en presencia de aquella santa multitud, una naturaleza humana subía sobre la dignidad de todas las criaturas celestiales, elevándose sobre los órdenes de los ángeles y a más altura que los arcángeles (cf. Ef 1,31), no teniendo ningún límite su exultación, ya que, recibida por su Eterno Padre, era asociada en el trono a la gloria de Aquel cuya naturaleza estaba unida con el Hijo, ya que la ascensión de Cristo constituye nuestra elevación, y el cuerpo tiene la esperanza de estar algún día en donde le ha precedido su gloriosa Cabeza; por eso, con dignos sentimientos de júbilo, amadísimos, alegrémonos y gocémonos con piadosas acciones de gracias. Hoy no sólo hemos sido constituidos poseedores del paraíso, sino que con Cristo hemos ascendido a lo más elevado de los cielos, consiguiendo una gracia más inefable por Cristo que la que habíamos perdido por la envidia del diablo. Pues a los que el malvado enemigo arrojó del paraíso, el Hijo de Dios, juntándolos consigo, los colocó a la diestra de Dios Padre, con el cual vive y reina, en unión con el Espíritu Santo, Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Breviarium Romanum. Oficio de Maitines. Segundo Nocturno. Homilía de San León Papa. Homilía 1ª sobre la Ascensión del Señor.

Trad. San León Magno. Homilías sobre el año litúrgico. BAC. 1969. Págs 303 – 305.

Salutis humanae Sator,
Jesu, voluptas cordium,
Orbis redempti Conditor,
Et casta lux amantium:

Qua victus es clementia,
Ut nostra ferres crimina?
Mortem subires innocens,
A morte nos ut tolleres?

Perrumpis infernum chaos;
Vinctis catenas detrahis;
Victor triumpho nobili
Ad dexteram Patris sedes.

Te cogat indulgentia,
Ut damna nostra sarcias,
Tuique vultus compotes
Dites beato lumine.

Tu dux ad astra, et semita,
Sis meta nostris cordibus,
Sis lacrimarum gaudium,
Sis dulce vitae praemium.
Amen.

¡Oh Jesús, sembrador de la salvación humana!
¡Oh Jesús, alegría de los corazones,
Creador del mundo que rescataste,
Delicia y luz pura de los que te aman!

¿Qué compasión es
la que te ha hecho cargar con nuestros pecados,
y sufrir la muerte por salvarnos,
siendo tú la inocencia misma?

Tú penetras en los infiernos;
rompes las cadenas de los cautivos,
y glorioso triunfador,
vuelves a la diestra del Padre.

Muévate tu misericordia
a reparar nuestros quebrantos;
y danos a ver tu rostro,
en la dichosa luz.

¡Oh tú, guía y sendero del cielo!
Sé el objeto de nuestros deseos;
sé el consuleo de nuestras lágrimas;
sé el dulce premio de la vida.

Amén.

Himno de Laudes, fiesta de la Ascensión del Señor.

1 comentario

  
Vicente
donde ahora está la Cabeza -Cristo- un día estaremos los miembros de su Cuerpo.
15/05/10 12:20 PM

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