Fabricando una nueva Iglesia
Nuestro Padre Dios nos ha dado, con el Orden sacerdotal, la posibilidad de que algunos fieles, en virtud de una nueva e inefable infusión del Espíritu Santo, reciban un carácter indeleble en el alma, que los configura con Cristo Sacerdote, para actuar en nombre de Jesucristo, Cabeza de su Cuerpo Místico. Con este sacerdocio ministerial, que difiere del sacerdocio común de todos los fieles esencialmente y no con diferencia de grado, los ministros sagrados pueden consagrar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, ofrecer a Dios el Santo Sacrificio, perdonar los pecados en la confesión sacramental, y ejercitar el ministerio de adoctrinar a las gentes, in iis quæ sunt ad Deum, en todo y sólo lo que se refiere a Dios.
Por eso el sacerdote debe ser exclusivamente un hombre de Dios, rechazando el pensamiento de querer brillar en los campos en los que los demás cristianos no necesitan de él. El sacerdote no es un psicólogo, ni un sociólogo, ni un antropólogo: es otro Cristo, Cristo mismo, para atender a las almas de sus hermanos. Sería triste que el sacerdote, basándose en una ciencia humana —que, si se dedica a su tarea sacerdotal, cultivará sólo a nivel de aficionado y aprendiz—, se creyera facultado sin más para pontificar en teología dogmática o moral. Lo único que haría es demostrar su doble ignorancia —en la ciencia humana y en la ciencia teológica—, aunque un aire superficial de sabio consiguiese engañar a algunos lectores u oyentes indefensos.
Es un hecho público que algunos eclesiásticos parecen hoy dispuestos a fabricar una nueva Iglesia, traicionando a Cristo, cambiando los fines espirituales —la salvación de las almas, una por una— por fines temporales. Si no resisten a esa tentación, dejarán de cumplir su sagrado ministerio, perderán la confianza y el respeto del pueblo y producirán una tremenda destrucción dentro de la Iglesia, entrometiéndose además, indebidamente, en la libertad política de los cristianos y de los demás hombres, con la consiguiente confusión —se hacen ellos mismos peligrosos— en la convivencia civil. El Orden Sagrado es el sacramento del servicio sobrenatural a los hermanos en la fe; algunos parecen querer convertirlo en el instrumento terreno de un nuevo despotismo.
Es Cristo que pasa, 79. San Josemaría Escrivá de Balaguer.
4 comentarios
Querido Esteban, te animo encarecidamente a que en este tiempo de Cuaresma pidas con insistencia y con confianza a Nuestro Señor Jesucristo que, por intercesión de Su Santísima Madre, tenga a bien aumentarnos a todos la Fe, virtud Teologal que ningún ser humano puede concedernos.
Esta es LA HISTORIA. Si prefieres, tal vez, la "Memoria histórica" que trata de endosarnos el Zombi de la Moncloa, ¡¡allá tú!!: pasarás a engrosar el número de los "memócratas" que, como dice muy bien la Palabra de Dios, ES INFINITO: "Stultorum numerus infinitus est..."!!
QUe Franco no mandó a perseguir y matar a los disidentes? que no hubo violaciones a los derechos humanos más minimos? o que una vez más se manchó el nombre de Cristo y de la Iglesia, para usarlo contra reprimir y asesinar personas?
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