José Bono, ¿y tú de quién eres?
La politización de la vida pública es un fenómeno curioso. Nunca se ha hablado tanto de política, nunca sus raíces han llegado tan profundas y sus ramas tan altas. Sin embargo la repercusión real a la hora de tomar decisiones es nula. España es una muestra representativa.
Si la politización de la vida pública fuese consecuencia de nuestra capacidad de elegir a nuestros representantes en el gobierno, no estaríamos hablando de otra cosa sino de la participación de los ciudadanos en la vida pública, en el gobierno de la nación; es decir, estaríamos hablando del ejercicio de la libertad política. Sin embargo no estamos en esta situación. En España es el poder el que ha polarizado políticamente a la población. Es el político el que controla y fiscaliza al ciudadano y no al revés. El que lo divide en facciones, mientras que este, inerme, se deja controlar por la casta política, aspirando incluso a pertenecer a ella. Se habla mucho de la libertad, aunque se ha entregado esta a cambio de la comodidad. La situación es muy lamentable.
Pues bien, esta politización de la vida alcanza a nuestros esquemas mentales. Nuestra forma de pensar clasifica a las personas, las instituciones, etc., según el signo político. En definitiva, todo es política.
Un ejemplo lo vemos en la vida de la Iglesia, donde hemos – y digo hemos – asumido de manera acrítica un lenguaje mentiroso, falso entre progresismo y conservadurismo eclesial, como si esto significase algo. La realidad es otra. La dicotomía progresismo/conservadurismo es un eufemismo utilizado por los que se encuentran de facto fuera de la Iglesia, con el objeto pasar por ortodoxia y fidelidad al magisterio lo que no es más que heterodoxia, infidelidad y herejía, con la única diferencia con otros tiempos es que hoy se permite que el error campe a sus anchas por el seno del Cuerpo Místico de Cristo debido a la breviatio manus con la que los ministros no ejercen la autoridad de la que están investidos.
No existe una lucha entre progresistas y conservadores dentro de la Iglesia, sino entre herejes y fieles al magisterio de la Iglesia.
Así, el Presidente del Congreso Pepe Bono ha expresado que Monseñor José Ignacio Munilla es un hombre:
extremadamente conservador, muy contrario a cualquier planteamiento progresista
a lo que añadió que «a pesar de que sea vasco y que no sea nacionalista», es un hombre «muy de derechas», aunque según él, «esto no es una valoración negativa y mucho menos una valoración moral negativa».
¿Qué quiere decir José Bono cuando dice que Monseñor Munilla es «extremadamente conservador, muy contrario a cualquier planteamiento progresista» y que «es muy de derechas»? ¿Se está refiriendo a cuestiones económicas? ¿O más bien lo que quiere decir es que Monseñor Munilla es un Obispo fiel al Magisterio de la Iglesia, al Santo Padre? ¿Qué tiene que ver entonces esto con el progresismo o el conservadurismo?
Nada.
No hay dilema, sino manipulación del lenguaje, ver la Iglesia como una institución política más, donde se encuentran personas que quieren compatibilizar su pertenencia a la misma con la aprobación de leyes abortistas.
Lo que no puede ser, no puede ser. Y además es imposible.
O se es de Dios, o se es de Satanás.
Así que, Bono, ¿tú de quién eres?
8 comentarios
PD: Sé que la corrección suena un poco tocap... pero ¿la frase de "lo que no puede ser..." no termina "Y ADEMÁS es imposible"? Es que si no... no puede ser nada ;)
Y tenemos otra derivación: los católicos que se dicen "tradicionalistas". Un católico es tradicionalista por definición, sino no sería católico. Los únicos modificadores que admite el catolicismo son los de Apostólico y Romano. Ya está.
Y yo soy tradicionalista en lo político, eso que quede claro.
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