El Infierno (y III)

Las penas del infierno.

No hay definición solemne respecto a este particular, sin embargo la Tradición y el Magisterio con un sólido apoyo en la Escritura, han enseñado siempre que existen dos tipos de penas en el infierno: la pena de daño y la pena de sentido, ambas eternas.

a) Pena de daño: Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección (1). Esta separación eterna de Dios, que es la pena de daño, es la principal pena del infierno (2). La privación de la visión de Dios, que es como la esencia del infierno, es la peor desgracia que puede sobrevenir a la criatura, así lo explica San Juan Crisóstomo: «nada hay comparable con la pérdida de aquella gloria bienaventurada, con la desgracia de ser aborrecido de Cristo, de tener que oír de su boca: «no te conozco»; de que nos acuse de que le vimos hambriento y no le dimos de comer. Más valiera que mil rayos nos abrasaran, que no ver aquel manso rostro que nos rechaza y que aquellos ojos serenos no pueden soportar el mirarnos» (3). Se puede decir que esta pérdida de la visión de Dios es una pena infinita, en razón del Bien Infinito del que priva eternamente (4).

No acaban aquí las causas de la radical frustración del condenado: naturalmente ordenado a Dios y ordenado a Él por su vocación sobrenatural, experimenta una ruptura interior dolorosísima, soportado en soledad y con odio a Dios y a todos. «El llanto y crujir de dientes», tan repetido en el Evangelio. Esta pérdida de Dios, suponen otros quebrantos: privación para siempre de la compañía de la Humanidad Santísima del Señor, de la Virgen, de los Ángeles y de los Santos; no alcanzar nunca jamás la gloria del cuerpo y la luz divina en el alma, con la correspondiente ceguera del entendimiento y la ausencia de amor en la voluntad.

b) Pena de sentido: El pecado mortal comporta el alejamiento de Dios, y es castigado con la pena de daño, la separación de Dios; y comporta también volverse de manera desordenada al as criaturas: a este segundo desorden corresponde la pena de sentido, llamada así porque está causada por elementos sensibles. La pena de sentido está atestiguada en los siguientes textos de la Sagrada Escritura: Mt 5,22; 7,19; 13, 40-41.50; Marc 9,43.45.58; 2 Tes 1,8; Hebr 10,27; 2 Petr 2,6; Jud 7,23; Apoc 21,8. Siempre que se habla del fuego eterno – en los evangelios aparece veintitrés veces -, se está haciendo referencia a la pena de sentido. Jesús habla con frecuencia de la «gehenna» y del «fuego que nunca se apaga» (5), reservad a los que hasta el fin de su vida, rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (6). Jesús anuncia en términos graves que «enviará a sus ángeles (…) que recogerán a todos los autores de iniquidad, y los arrojarán al horno ardiendo» (7). Y anuncia igualmente que pronunciará la condenación «¡Alejaos de mí, malditos, al fuego eterno!» (8). La Biblia compara el Infierno con una prisión tenebrosa (9); con un lugar de tormento (10); con un lago de fuego y azufre, que arde sin interrupción (11). También el Magisterio de la Iglesia se refiere a la pena de sentido en los siguientes documentos: 1) Símbolo Atanasiano (Quicumque): «(…) y los que obraron bien irán a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno» (Denz 40); 2) Concilio Arelatense (profesión de fe del presbítero Lucio): «Profeso también que los fuegos eternos y las llamas infernales están preparados para los hechos capitales» (Denz. 160b) y 3) Pelagio I: «A los inicuos, empero (…), los entregará, por justísimo juicio, a las penas del fuego eterno e inextinguible, para que ardan sin fin» (Denz. 228a).

Por otro lado, cabe añadir que la pena de sentido consiste principalmente en el tormento del fuego y que dicho fuego del infierno no es metafórico, sino verdadero y real; dicho fuego atormenta no sólo los cuerpos, sino también las almas de los condenados. Finalmente, además del fuego real y corpóreo, la pena de sentido abarca otro conjunto de tormentos infernales como son, el lugar mismo del infierno, la compañía de los demonios y los demás condenados, el tormento de los sentidos corporales, internos y externos, el gusano roedor de la conciencia, el llanto y crujir de dientes y las «tinieblas exteriores».

(1) Cf. CCE nº 1033.
(2) Cf. CCE nº 1.035.
(3) San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 23, nº 8. BAC.
(4) Cf. Santo Tomás de Aquino, S. The. I-II, 87,4. Ed. BAC.
(5) Mt 5,22.29; 13,42.50; Mc 9,43-48.
(6) Cf Mt 10,28.
(7) Mt 13,41-42.
(8) Mt 25,41; cf. CCE 1034.
(9) Cf. 2 Petr 2,6.
(10)Cf. Mt 22,13.
(11)Cf. Apoc 20,14.

5 comentarios

  
JUAN ESCRIVÁ DE ROMANÍ Y VERETERRA
No entiendo lo del infierno.Si Dios es Infiníto, y lo es, si es Absoluto, que lo es sin duda, si su AMOR, es como es EL,Infinitos y Absolutos, y además lo sabe todo, y siempre lo ha sabido, ¿como, amando de forma absoluta, crea a sus hijos, sabiendo, que su destino, es la condenación eterna?.¿sufrir de forma ATROZ E INFINITA, por un solo pecado mortal, sin arrepentimiento, tal como, el deseo carnal a una mujer hermosa, o no ir a MISA un Domingo, ¿merecen para quien nos ama infinitamente, un castigo atroz e infinito?, ¿es eso Justicia Divina?,¿Y porqué un solo pecado mortal, destruye todo, lo bueno, que una persona haya hecho el resto de su vida, y no alrreves? ¿ Y si ésta, fuera de un Santo, no le valdría de nada, por no arrepentirse de un solo pecado ?.Y si en el Infierno, te arrepientes,¿DIOS, no te perdonará,aunque su MISERICORDIA SEA INFINITA?,.Y el Purgatorio, ¿Donde aparece en la Biblia?.¿Que esperanza podemos tener, con semejante amenaza?
08/11/09 4:22 AM
  
Ricardo de Argentina
Juan, si alguien muy pero muy bueno decide matar a otro y lo hace, la justicia HUMANA -si lo pilla y actúa rectamente- lo condenará de por vida, o le acortará la vida. Y no le valdrá nada lo bueno hecho antes. Seguro que eso lo ves claro, ¿verdad?

¿Has visto los 10 Mandamientos de Dios? Bueno, los tres primeros son los más importantes, porque al violarlos CONCIENTE, DELIBERADA Y CULPABLEMENTE (condiciones para que haya pecado), ofendes y rechazas el Amor Infinito de Alguien INFINITO. Fíjate en cambio, que el asesinato figura recién en el 5º lugar de los Mandamientos.

Bien, entonces las ofensas a Alguien INFINITO (como el desprecio bestial de rechazar la invitación de honrar al que te creó, al que le debes el mismísimo aliento que ahora respiras, negándote a ir culpablemente a las Santas Misas dominicales), ese desprecio tendrá en su debido momento un castigo proporcional. Y si el desprecio es terrible, el castigo será terrible. Y muchas veces el desprecio es terrible. Por ejemplo, luego de pecar Dios siempre da tiempo al arrepentimiento, y nosotros, reos incoregibles, tomamos eso como "demostración" de que ¡no pasa nada malo si pecamos!.

Quienes se guían por el "sentido común mundano" esto no lo entienden, pues la Fe es "locura" para el mundo.

La Esperanza de Dios en la salvación eterna es muy sólida, y está fundada en una premisa: sólo basta NO QUERER pecar, sólo eso, para que no haya pecado. Rechaza con horror el pecado, especialmente el mortal, pon todos los medios para cumplir con el "yugo suave" de Cristo, y Dios te sonreirá.
08/11/09 2:32 PM
  
Luis López
JUAN ESCRIVÁ DE ROMANÍ Y VERETERRA, por su comentario deduzco que Vd. conoce rematadamente mal el cristianismo, por lo que antes que nada le invito a profundizar en las fuentes principales de nuestra fe: la Biblia, la tradición de la Iglesia y su Magisterio.

En todo caso, intentaré responderle a sus objeciones. Lo primero decirle que Vd. desconoce lo que es un pecado mortal. Podemos definir éste como una "aversión voluntaria -con libertad y conciencia- a la voluntad de Dios", es decir, un cerrarse voluntaria y decididamente a su misericordia, y en ese caso no es que Dios nos envíe al Infierno, es que nuestra libertad ha decidido elegir apartarnos de Dios. Y sabemos que, sin Dios, todo es horroroso y lleno de dolor. Y aun así elegimos estar sin Dios, aunque sepamos -ahí están las advertencias de la Biblia- sus consecuencias. Tener una debilidad carnal -como Vd. plantea- es un pecado grave que se vuelve mortal, si Vd. se cierra a la posibilidad del arrepentimiento y el perdón. Lo más grave no es la conducta objetiva, sino la decisión de no arrepentirnos, para obtener el perdón. Por eso, nadie que esté en infierno tiene la más mínima duda de que se ha merecido su castigo -por renunciar con consciencia al perdón de Dios-, y esa radical conciencia es la que convierte en eterno su sufrimiento. Le ata su libre decisión, no ningún demonio con cadenas.

En segundo lugar, Vd. desconoce que el cristianismo es, por encima de cualquier cosa, una Buena Nueva, una buena noticia (la mejor de todas) y es la noticia de nuestra SALVACION, del perdón de los pecados y de la plena asunción de la paternidad de Dios. La vida, pues, no es como Vd. parece plantearla, como una serie de trampas apetecibles que Dios nos pone a cada paso para condenarnos (¡qué absoluta estupidez anticristiana esa interpretación!). Sepa que Dios nos ha salvado en Jesús ("Estamos salvados en Esperanza", dice Rm. 8,24), y sólo nos pide que acojamos esa Salvación GRATUITA que él nos ha regalado. Que siempre tengamos en el corazón el agradecimiento por lo que se ha dignado hacer por nosotros, y que busquemos ser coherentes -"perseverad hasta el fin" (Mt. 24,13), pero que si no lo somos por debilidad o por lo que sea, utilicemos los medios que Él mismo nos ha dado para reconciliarnos, los Sacramentos de la Iglesia, por encima de todo la Eucaristía. Y aún así, en última instancia, le digo que NADIE se condena, por criminal que haya sido en su vida, si al término de esta se pone de corazón en las manos misericordiosas de Dios. ¿Rechaza Dios a alguien, por malo que haya sido, que antes de morir diga con lágrimas de arrepentimiento, "Dios mío perdóname"? Esté Vd. seguro que se salvará. Dios está siempre mirando al horizonte buscando con la vista al hijo que ha decidido abandonarle, para poder abrazarle apasionadamente si vuelve a Él. Ese es Dios, nuestro Padre.
08/11/09 3:01 PM
  
ignacio
No sabemos mucho, o mejor, casi nada sobre como son las cosas en el otro mundo e como Dios actúa. La anécdota de Pío X que rezó un DE PROFUNDIS por los muertos del cementerio judío y que, al ser interrogado por el director del seminario que lo acompañaba, dijo: “Hemos cumplido nuestra obligación. Dios hará la suya; los caminos de Dios no son los de los teólogos de la Gregoriana”, indica que hay mucha esperanza fuera de las opiniones y juicios humanos. Ahí entra la misericordia. Toda blasfemia y pecado serán perdonados. Pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada en esta vida ni en la otra (Mt 12, 31-32). En que consiste? En la recusa del amor misericordioso y de la verdad de Cristo como Salvador. Como ambas cosas constituyen la esencia de la vida eterna nos encontraremos con que todos los que nos rodean serán mentirosos e fraticidas, como corresponde al diablo (Jn 8. 44).
08/11/09 7:03 PM
  
Eetión
“Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: -«No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios.» Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel. Después de esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: -«¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!» Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo: -«Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén.» Y uno de los ancianos me dijo: -«Ésos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?» Yo le respondí: -«Señor mío, tú lo sabrás.» Él me respondió. -«Éstos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero.»” (Apocalipsis 7,2-4. 9-14)

Esta imagen siempre me ha hecho pensar que aquellos que alcancen la Salvación serán muy numerosos. Evidentemente, la posibilidad de condenación es muy cierta, pero tal como ha dicho Luis López, debe existir verdadera conciencia y ser este rechazo a Dios un acto totalmente libre. En caso contrario nos encontraremos en el Purgatorio purgando nuestros pecados. Recuerdo que en unos ejercicios espirituales este pensamiento me llevó a decir que si los requisitos dichos eran los necesarios para ir al Infierno, entonces el Infierno estaría bastante vacío. Siempre recordaré las palabras del sacerdote “Tenga cuidado que no seas tú el único que esté en el Infierno”. De todas formas, cuando se experimenta el verdadero encuentro personal con nuestro Señor Jesucristo realmente no debería existir el miedo al Infierno sino solamente el temor a no corresponder al amor que Él nos ha demostrado. Basta con pensar en los suplicios del arresto y la crucifixión, basta con pensar que cuando Jesús recibía los salivazo, los golpes, los latigazos, los clavos en sus manos y sus pies, en cada de uno de esos momentos, pensaba en nosotros, y no en general y en abstracto, sino realmente individualmente en cada uno de nosotros ¡Cómo sería posible no amarlo!
14/11/09 1:46 AM

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