El Infierno (II)
Existencia del infierno.
Hay una gran cantidad de textos de la Sagrada Escritura que confirman la existencia del infierno. Aquí mostraremos un florilegio de ellos.
- Antiguo Testamento.
o «¡Ay de las naciones que se levanten contra mi pueblo! El Señor omnipotente los castigará en el día del juicio, dando al fuego y a los gusanos sus carnes, y gemirán de dolor par siempre» (Jud 16,20).
o «Acuérdate de que la cólera no tarda. Humilla mucho tu alma, porque el castigo del impío será el fuego y el gusano» (Eccli 7,18-19).
o «Los pecadores de Sión se espantarán, y temblarán los impíos. ¿Quién de nosotros podrá morar en el fuego devorador? ¿Quién habitar en los eternos ardores?» (Is 33,14).
o «Y al salir verán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí, cuyo gusano nunca morirá, y cuyo fuego no se apagará, que serán objeto de horror para toda la carne» (Is 66,24).
o «Las muchedumbres de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para eterna vida, otros para eterna vergüenza y confusión» (Dan 12,2).
- Nuevo Testamento.
o «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles (…) E irán al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna» (Mt 25, 41-46).
o «Y murió también el rico y fue sepultado. En el infierno, en medio de los tormentos, levantó sus ojos y vio a Abrahán desde lejos y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que, con la punta del dedo mojada en agua, refresque mi lengua, porque estoy atormentado en estas llamas» (Lc 12,22-24).
o «Si tu mano te escandaliza, córtatela; mejor te será entrar manco en la vida que con ambas manos ir a la gehena, al fuego inextinguible, donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga» (Mc 9,43-33).
o «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que al alma no pueden matarla; temed más bien a aquel que puede perder el alma y el cuerpo en la gehenna» (Mt 25,30).
o «Así será en la consumación del mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de los justos y los arrojarán al horno de fuego; allí habrá llanto y crujir de dientes» (Mt 13,49-50).
o «Entonces el rey dijo a sus ministros: Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes» (Mt 22,13).
o «Y a ese siervo inútil echadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes» (Mt 25,30).
o «Y todo el que no fue hallado escrito en el libro de la vida fue arrojado en el estanque de fuego» (Apoc 20,15).
- El Magisterio de la Iglesia.
La existencia del infierno, fue recogida igualmente por los Santos Padres y ha sido definida expresamente por la Iglesia con su magisterio infalible. He aquí una muestra:
o Símbolo atanasiano (Quicumque): «Y los que obraron bien irán a la vida eterna, y los que mal, al fuego eterno» (Denz. 40).
o Inocencio III: «La pena del pecado original es la carencia de la visión de Dios, y la del actual es el tormento de la gehenna eterna» (Denz. 410).
o Concilio II de Lyón: «Las almas de los que mueren en pecado mortal o con sólo el original descienden inmediatamente al infierno, para ser castigadas, sin embargo, con penas desiguales» (Denz. 464).
o Benedicto XII: «Definimos, además, que, según la común ordenación de Dios, las almas de los que mueren en actual pecado mortal, inmediatamente después de su muerte descienden al infierno, donde son atormentadas con las penas infernales» (Denz 531).
Eternidad del infierno.
Las penas del infierno son eternas: no terminarán jamás. El Dante, al comenzar el canto tercero del infierno, en la Divina Comedia, llega, guiado por Virgilio, la mismo umbral del dolor, donde están inscritas sobre su frontispicio, las siguientes palabras:
Por mí se va a la ciudad del llanto,
por mí se va al eterno dolor,
por mí se va hacia la raza condenada.
La justicia movió a mi sublime Arquitecto:
me hizo la divina Omnipotencia,
la suprema Sabiduría y el primer Amor.
Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo inmortal.
Yo duro eternamente:
¡Los que entráis aquí, abandonad toda esperanza!
Ya en el Antiguo Testamento se recoge explícitamente la existencia de un castigo eterno. Juan el Bautista y Jesús usaron algunas expresiones, especialmente de Isaías, para hablar del castigo eterno, por ejemplo cuando Cristo habla de que «su gusano no morirá, su fuego no se apagará» (1), o cuando Juan el Bautista habla de la venida del Mesías y anuncia que «recogerá su trigo en el granero; en cambio quemará la paja con un fuego que no se apaga» (2). Este carácter definitivo de exclusión de la vida eterna aparece en varios pasajes más, que sin ánimo de ser exhaustivos, son: Mt 25,41; Mt 25,21.30; Mt 25,10 y ss.; Lc 14,24 y Jn 3,36. San Pablo enseña lo mismo que el Maestro: «¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis!» (1 Cor 6,9). Pasajes similares los encontramos en Gal 5,19-21 y Ef 5,5.
En el Magisterio de la Iglesia, nos encontramos con el Sínodo de Constantinopla, celebrado en el año 543, en el que se condenó la temporalidad del infierno: «Si alguno dice o mantiene que el suplicio de los demonios y de los hombres impíos es temporal, y que tendrá fin después de algún tiempo, o que haya restitución y reintegración de los demonios o de los hombres impíos, sea anatema» (Denz 211/411). Igualmente en el año 1.215 el IV Concilio de Letrán, definió contra la posición de los albigenses: «todos resucitarán con sus propios cuerpos, que ahora tienen, para que reciban según sus obras, ya hayan sido buenas o malas, los unos con el diablo pena perpetua, y los otros con Cristo gloria sempiterna» (Denz 429/801). El Magisterio reciente no se ha recatado de confirmar la doctrina de la Iglesia sobre el particular: la afirman expresamente el Vaticano II (3); Pablo VI en su Profesión de Fe (4) y el Catecismo de la Iglesia Católica (5) entre otros documentos.
Concretamente, en el Catecismo se lee: La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, «el fuego eterno» (…) La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios, en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira» (6).
(1) Cf. Is 66,24; Mc 9,49.
(2) Mt 3,10.
(3) LG c.7, nº 48:afirma la necesidad de vigilancia «para no ser apartados al fuego eterno, tinieblas exteriores, llanto y rechinar de dientes».
(4) Pablo VI, Profesión de Fe, AAS 60 (1.968) 444: «los que los rechazaron (el amor y la piedad de Dios) hasta el final, serán destinados al fuego que nunca cesará».
(5) Los nn. 1033-1037 enseñan la doctrina de la Iglesia sobre el Infierno.
(6) CCE n.1035.
2 comentarios
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Para llegar a entender esta afirmación sobre lo que es la condenación del ser libre y responsable:
Hay que entender, ver y copmprender medir y definir en la parte y el todo de sí mismo; no sólo al sujeto objeto de condenación sino todo aquello que interfiere en la misma.
Y así cabe tener bien encuenta lo que quiere decir; entre otras:
¿Qué es y en qué consiste la eternidad?
¿Qué es y en qué consiste ese fuego donde se quema el misticismo del condenado?
¿Que es y cómo es el absoluto Dios -Luzy Vida- y el hombre relativo,-luzy vida-oscuridad y muerte- para qué la separación de entre ambos tenga verdadero sentido de infelicidad condenatoria?
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