Del libro como objeto de placer o de obsesión
Tan sólo es un cuento. Es muy breve y se lee con gusto en unas horas. Pero no es por su tamaño por lo que se valoran las obras de arte, y este libro lo es. Stefan Zweig fue un artista, un escritor de gusto exquisito autor de ensayos de tanta enjundia como buen gusto ("Castello contra Calvino” como perfecto ejemplo) como de novelas de “mero” entretenimiento ("carta de una desconocida"). Vienés de finales del XIX y principios del XX, de aquella Viena centro del pensamiento mundial que estallaría con la Primera Guerra Mundial, tiene mucho que contar toque el tema que toque.
En esta ocasión nos cuenta la triste historia de Mendel, un “sabio” que lo sabe todo sobre los libros editados, libros que ni ha leído, en gran medida, pero de los que conoce su fecha de publicación, editor, precio nuevo y usado, color de las tapas y dónde encontrarlo. Un hombre que vive para ellos, los libros como objeto físico, y que es ajeno a todo lo demás, a todo lo que le rodea. Un hombre que queda devastado, como Viena, por la maldita Gran Guerra.
El libro de 1929 mostrará formas de proceder brutales por parte de la maquinaria militar y gubernativa. Mostrará que ya antes de la odiosa llegada a Austria del régimen nazi, los mismos austríacos eran capaces de comportarse como miserables y que tan sólo el esfuerzo, el cariño de ciertos individuos, eran capaces de poner algo de luz en tiempos de tanta tiniebla.
El libro me ha traído el recuerdo de Borges y su Funes, el memorioso, capaz de recordarlo TODO, pero también de aquel grove ambulante que nos dio a conocer Olivier Sacks y que recordaba todos los volúmenes (nueve) de un diccionario de música (como puente entre Sacks y Borges tenemos a Luria), y también he recordado al delicioso ensayo de Steiner titulado “el lector infrecuente“. Recomiendo tanto el libro de Zweig como estas obras que me fueron sugeridas por la memoria caprichosa.
Zweig, S.
Acantilado, 2009
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