27.08.25

Cuando ya no quede nada por salvar

“Mis amigos, mientras quede algo por salvar; con calma, con paz, con prudencia, con reflexión, con firmeza, con imploración de la luz divina, hay que hacer lo que se pueda por salvarlo. Cuando ya no quede nada por salvar, siempre y todavía hay que salvar el alma […].

Es muy posible que bajo la presión de las plagas que están cayendo sobre el mundo, y de esa nueva falsificación del catolicismo que aludí arriba, la contextura de la cristiandad occidental se siga deshaciendo en tal forma que dentro de poco no haya nada que hacer, para un verdadero cristiano, en el orden de la cosa pública.

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25.08.25

¿Me estás timando?

“La irreligión que prevalece en nuestra época ejerce una presión inconsciente y continua sobre el púlpito, induciendo a los predicadores a retraerse, en puntos doctrinales, de hacer afirmaciones que serían impopulares. El problema es que una doctrina que deja de afirmarse está condenada, como un órgano que no se usa, a la atrofia.

[…] Así, se ha tirado por la borda cada punto doctrinal que parecía cuestionable y, por lo tanto, no esencial; el infierno se ha abolido y el pecado prácticamente también; solo se menciona el Antiguo Testamento con un alud de matizaciones y los milagros con una mueca vergonzante […].

Sin embargo, al hombre común, que no va a la Iglesia, no le impresiona esta forma de actuar. A sus ojos, el cristianismo no gana nada cuando se esfuerza por no ser dogmático. No es que ese hombre común critique de forma expresa estas tentativas de acercamiento: simplemente las ignora […] Los dogmas salen por la ventana, pero los fieles no entran por la puerta. […] ¿De verdad se trata de una buena inversión (se pregunta el hombre común, con su estilo comercial), si los que la ofrecen están tan deseosos de colocar el producto a cualquier precio?”.

Ronald A. Knox, La fe de los católicos, 1927

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21.08.25

Decimatio sistemática

Desde niño me fascinó todo lo relacionado con el imperio romano, como le sucede a gran parte de los varones: desde el esclavo del memento mori imperial hasta la décima legión, Julio César, la guerra de las Galias, las guerras púnicas, el muro de Adriano, la lengua latina, la incomparable ciudad de Roma y su SPQR, los privilegios de los ciudadanos romanos, los mártires, las naumaquias, la ley de las doce tablas, Horacio en el puente, el ab urbe condita y tantas otras cosas.

Los romanos, sin embargo, también tenían costumbres estremecedoras. Recuerdo la impresión que me causó leer sobre la decimatio, el más duro castigo militar romano, que se aplicaba a las legiones que habían mostrado cobardía ante el enemigo. Las unidades castigadas se dividían en grupos de diez soldados y, en cada grupo, se echaba a suertes sobre quién debía recaer el castigo. A continuación, el pobre soldado elegido era ejecutado en presencia de toda la legión a golpes de vara por los demás y lo mismo sucedía con los demás grupos, hasta que la unidad entera quedaba diezmada.

Quizá lo que más me impresionaba era el hecho de que el castigo se ejecutase públicamente de forma tan brutal y de que fueran los mismos compañeros de los ejecutados los encargados de aplicar la sentencia, en una mezcla de férrea disciplina militar y crueldad inusitada. Tan terrible (y a menudo contraproducente) era el castigo que apenas se utilizó un puñado de veces en la historia de la república y el imperio.

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18.08.25

No le quites la gloria a Dios

A menudo, los pecados que más cometemos son aquellos de los que ni siquiera somos conscientes. Absuélveme de lo que se me oculta, dice por ello el Salmista. Uno de esos pecados, en mi opinión, es quitarle la gloria a Dios.

A fin de cuentas, constantemente se repite en la Escritura y la liturgia que todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos le pertenece a Dios. Cada domingo (excepto en Cuaresma y Adviento) cantamos un precioso himno dedicado precisamente a eso, a la gloria de Dios. Una de las primeras oraciones que aprendemos y una de las que más recitamos es una pequeña jaculatoria de glorificación a Dios: gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por lo siglos de los siglos, amén.

Estamos hechos para dar gloria a Dios y por lo tanto, quitarle la gloria a Dios es exactamente lo contrario de nuestra vocación, de nuestra misma razón para existir. Por supuesto, a Dios nadie puede quitarle la gloria que tiene en sí mismo, pero sí podemos quitarle extrínsecamente la gloria en nosotros, es decir, la gloria que debemos darle como criaturas e hijos suyos.

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13.08.25

¿Somos capaces de decir lo mismo?

Aunque a los hispanohablantes nos queda algo lejos, a los lectores probablemente les sonará que Utah es el estado mormón por excelencia. Su capital, Salt Lake City, fue fundada por Brigham Young, el segundo presidente de los mormones tras el linchamiento de Joseph Smith. Más de la mitad de la población del estado es mormona y el centro mundial de la religión está en Salt Lake City, donde se reúnen la “Primera Presidencia” y el “Quórum de los Doce Apóstoles”.

Se pueden decir muchas cosas del mormonismo, al que podríamos dedicar varios artículos, pero lo principal es que se trata de una religión seudocristiana y ocultamente politeísta basada en las supuestas revelaciones a Joseph Smith del “ángel Moroni”, en forma de planchas de oro que contenían el Libro de Mormón. Por eso, en lo alto de los templos mormones (se puede ver uno en el madrileño barrio de Moratalaz) hay una estatua dorada de Moroni, tocando una gran trompeta.

Cuento esto porque es necesario para entender un significativo y curioso detalle de la catedral católica de Salt Lake City, dedicada a Santa María Magdalena. Los católicos son una minoría en el estado y solo constituyen en torno al 10% de la población, cifra que era mucho menor cuando se construyó la catedral, a principios del siglo XX. El estilo del templo es una mezcla de neoclásico y neogótico, pero bonito y piadoso, como era la norma hasta mediados del siglo pasado, y las paredes están cubiertas de frescos y frases de la Escritura.

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