Cristianos de ayer y de hoy (VI): Efrén, el Arpa
En los próximos artículos de esta sección, vamos a ver algunos textos de Doctores de la Iglesia, es decir, de algunos santos a los que la Iglesia ha proclamado como maestros de la fe. De entre ellos, nos fijamos hoy en San Efrén, nacido en Siria (hoy Turquía), alrededor del año 306.
Vivió como un asceta, dedicado a la meditación y a la enseñanza de la fe, y, humildemente, nunca quiso ser más que diácono. Al final de su vida, con ocasión de una gran hambruna y una terrible epidemia que azotaron a aquella zona, consiguió convencer a los ricos de la ciudad y organizó un sistema de reparto de los alimentos y de voluntarios que ayudaban a los enfermos. A los pocos días, agotado, murió.
Efrén fue, además de santo, un gran poeta, por eso se le conocía como el “Arpa del Espíritu”.

El martes pasado, Benedicto XVI, hablando con un grupo de sacerdotes italianos, quiso responder a sus preguntas. Uno de los sacerdotes preguntó sobre los sueños del Conciliio Vaticano II que parecen haber desaparecido. Pueden leer a continuación la respuesta del Papa (tomada de esta ), que me ha resultado muy interesante y que parece hecho a medida para responder
Hace unos días, el Dalai Lama visitó Alemania y unas diez mil personas, muy pocas de ellas budistas, se reunieron para escucharle en un campo de fútbol. Actualmente está muy de moda afirmar que todas las religiones son lo mismo, que da igual ser budista que cristiano, porque sólo son formas distintas de vivir la espiritualidad. De hecho lo he leído varias veces en distintos blogs de Religión Digital.
Me ha llamado la atención un documental en el que se mostraba la cadena de montaje de no recuerdo qué máquina, dentro de una fábrica. Era algo terriblemente eficiente: los obreros realizaban siempre los mismos movimientos, sin necesidad de pensar, y, gracias a la costumbre, lo hacían gran velocidad. No se perdía ni un segundo. Las máquinas iban saliendo rápidamente de la cadena de montaje, perfectas, resplandecientes… eso sí, todas exactamente iguales.
La Vicepresidenta del Gobierno, Dña. María Teresa Fernández de la Vega, pronunció ayer una frase lapidaria, de esas que quedan bien como titular:








