1.08.11

Las críticas a la JMJ y el cánido del horticultor

Estoy harto de algunas críticas a las jornadas mundiales de la juventud (diría que estoy indignado, pero hoy en día el término tiene algunas connotaciones no del todo recomendables). Por usar las inmortales palabras del poeta: Estoy ahíto de tanto parchear y tanto pito.

No me refiero a las críticas de aquellos que no profesan la fe católica (ya se trate de indignados, enfadados, molestos o irritados o quizás de protestantes, judíos o testigos de Jehová), pues lo lógico es que critiquen lo que no comparten. Y, en el caso de algunos de ellos, es de esperar que odien lo que les han enseñado a odiar como consecuencia de premisas incorrectas, ideologías equivocadas o falsas doctrinas. Con este grupo, en lugar de argumentar sobre las JMJs creo que convendría discutir sobre temas más fundamentales.

Tampoco hablo de las críticas legítimas de católicos a aspectos concretos de las jornadas, pues huelga decir que las mismas, como evento humano y además de una grandísima magnitud, dan lugar a incontables meteduras de pata. A nadie debería escandalizar que se produzcan esos errores (y pecados), pues lo mismo ha sucedido a lo largo de la historia con los Concilios Ecuménicos (en algunos de los cuales los padres conciliares acabaron a tortas), la curia romana, las órdenes religiosas, los Estados Pontificios, todas las diócesis y parroquias que en el mundo han sido y hasta el más pequeño grupo de monaguillos. Es más, casi me atrevería a decir que no nos viene mal descubrir esos errores, para que de una vez nos convenzamos de que existe el pecado original. Disciérnanse los fallos con humildad cristiana, corríjanse en la medida de lo posible y a otra cosa lepidóptero.

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30.07.11

Dos factores de un buen blog

Como ya sabrán los lectores, he estado unos días en Ucrania. Al volver, he podido leer las aportaciones de los comentaristas al último post que escribí antes de irme ¿Por qué amas a la Iglesia?. Tengo que decir que he disfrutado mucho leyéndolas y, en algunos casos, me han emocionado. Me han parecido preciosas las aportaciones de los lectores y creo que me han ayudado a amar más a la Esposa de Cristo.

Salvando las distancias, esta especie de conversación virtual con los lectores sobre Dios y sus maravillas me recuerda a la historia que cuenta San Agustín sobre su madre y él. Poco antes de que muriera Santa Mónica, cuando por fin Agustín se había convertido tras muchos años de sus oraciones maternas, estaban los dos en Ostia. San Agustín cuenta lo felices que estuvieron allí, conversando sobre lo que sería el cielo, sin cansarse de hacerlo y llenos del deseo de disfrutar de Dios. Creo que conversaciones así, ya sean sobre el cielo, sobre la Iglesia o sobre otros temas relacionados con Dios, nos permiten gustar un poco lo que será la vida eterna de los bienaventurados, disfrutando sin cansarnos nunca de las maravillas siempre nuevas de Dios y compartiendo con los demás lo último que hayamos descubierto de su Belleza insondable. Es algo que los conversos, llenos de entusiasmo por la fe, comprenden especialmente bien aunque, como muestra el ejemplo de Santa Mónica, todos podemos experimentarlo.

Al leer los comentarios, también me he acordado de un pequeño párrafo del P. MacNabb que leí hace tiempo y que creo que viene como anillo al dedo para esta ocasión (sustituyendo “sermón” por “blog", claro):

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18.07.11

¿Por qué amas a la Iglesia?

Los seres humanos somos una obra maravillosa de Dios. Somos seres racionales, pero no nos quedamos en la mera razón, como si fuésemos un ordenador. Si a uno le preguntasen por qué quiere a su mujer, sin duda recordaría razones y momentos importantes: la entrega mutua, el haber permanecido juntos en momentos difíciles, la generosidad al dar la vida por los hijos… Pero, si uno es sincero, también hablaría de cosas pequeñas o incluso insignificantes que están unidas indisolublemente a ese amor por su mujer: el color de sus mejillas a la luz de la tarde, el vestido que llevaba en aquella ocasión, el placer de que ella tenga razón y uno esté equivocado, las pequeñas bromas compartidas…

Lo mismo sucede, a mi juicio, con la Iglesia. Sus hijos la amamos ante todo porque es la verdadera Iglesia que fundó Jesucristo, pero también por mil detalles que despiertan nuestra admiración, nuestro asombro o nuestra ternura. Creo que de vez en cuando conviene recordar por qué queremos a la Iglesia. Invito a los lectores a que escriban unas cuantas razones por las que aman a la Iglesia y le tienen cariño, sin orden ni concierto y sin preocuparse de si son cosas importantes o detalles insignificantes. No importa repetir ni dejarse muchas cosas en el tintero. Simplemente, cumpliendo las palabras del salmista: “Me brota del corazón un poema bello”. Empezaré yo:

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16.07.11

La Reina Peregrina de Newman

Hoy, día de la Virgen del Carmen, traduzco para el blog un precioso poema de Newman, muy poco conocido. Está dedicado a la Virgen, expulsada por los reformadores ingleses de su reino (Inglaterra era conocida como la Dote de María) y que vaga desde entonces por los caminos de Inglaterra. El anglicanismo quiso un cristianismo sin la Virgen y ha terminado teniendo un cristianismo sin Cristo. Sin embargo, Newman predice que las cosas están cambiando, que se acerca el momento en que la Virgen reinará de nuevo en Inglaterra.

De hecho, el movimiento de Oxford liderado por Newman introdujo de nuevo la devoción a Nuestra Señora en el anglicanismo y hoy es normal ver imágenes de la Virgen en iglesias anglicanas (algo impensable hace doscientos años), generalmente con personas rezando ante ellas. Los anglocatólicos tienen un gran amor a la Virgen y la patrona del nuevo ordinariato católico inglés es Nuestra Señora de Walsingham (ver foto), la más importante advocación de Inglaterra.

“Pedro y Felipe”, mencionados en el poema, son San Pedro, como símbolo del papado y de la Iglesia Católica, y San Felipe Neri, fundador del Oratorio, del cual era miembro Newman. Lo he traducido sin rima, por carecer de tiempo para más, y tomándome alguna libertad, pero creo que bastará para captar la belleza melancólica y a la vez esperanzada del original. Que lo disfruten.

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13.07.11

Familias en misión, respuesta a algunas objeciones

En varias ocasiones, se han publicado en este blog relatos de familias en misión del Camino Neocatecumenal. Se trataba de relatos impactantes, escritos por algún miembro de dichas familias, que habían dejado todo para anunciar el Evangelio en el país del mundo al que fuesen enviadas.

Además de los comentarios de ánimo, también hubo en alguna ocasión críticas a la misma práctica de enviar a estas familias. Como es lógico, un testimonio personal no era el ámbito adecuado para discutir teóricamente sobre esta práctica del Camino Neocatecumenal, así que prometí que ya discutiríamos sobre el tema en otra ocasión. Y esa ocasión ya ha llegado. Discutamos, pues.

Las críticas fundamentales eran, si mal no recuerdo, las siguientes:

1) La llamada de Dios siempre es personal, no comunitaria
2) No se pueden imponer a los hijos actividades supererogatorias
3) Es algo que no corresponde a laicos y equivale a imponer a los hijos un estado de vida similar al religioso
4) Es algo contrario a la práctica o a la Tradición de la Iglesia

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