Una última oportunidad para Lérida

Probablemente, todos los lectores conocerán el culebrón de los diez años de litigio por la propiedad de las obras de arte de parroquias que antes pertenecían a la diócesis de Lérida y ahora son de Barbastro. A mí, personalmente, me ha causado una gran tristeza, a pesar de que no tengo ninguna relación con esas dos diócesis, más allá de ser católico, que ya es bastante.

Lo cierto es que ya me parece poco adecuado litigar por una causa así ante los tribunales eclesiásticos. Más me gustaría que las diócesis españolas compitiesen por ver cuál es más generosa en favor de las demás, no sólo compartiendo lo que les sobre, sino incluso dando de lo que necesiten para vivir, como la viuda del Evangelio.

Lo peor, sin embargo, es que la cosa no quedó ahí, en un simple acudir de buena fe y amigablemente a la mediación de la Iglesia. La disputa se fue convirtiendo en un circo, con cruces de acusaciones, resistencia continua a obedecer las decisiones de los tribunales eclesiásticos o guiños a las autoridades civiles autonómicas.

En mi opinión, ha sido algo bochornoso, con un terrible perjuicio para la imagen de la Iglesia ante nuestra sociedad y ante multitud de no cristianos, que han asistido con estupor o, en ocasiones, con sorna a esta riña entre hermanos. Tanto hablar de los pobres y resulta que una diócesis se aferra con uñas y dientes, como vergonzoso espectáculo ante el mundo, a un puñado de bienes materiales.

¿Por qué razón? Por nada. Por unos cuadros e imágenes en un museo. Sin importar cuál sea su valor artístico, cultural o económico, cualquiera de las miles de primeras comuniones realizadas en cualquiera de esas dos diócesis en todo este tiempo, tiene una importancia incomparablemente mayor que todos esos cuadros. ¿Es que merece la pena conseguir esos cuadros al precio de tantos rencores suscitados? Cuántos sacerdotes habrán gastado sus energías en preparar el proceso judicial, las declaraciones públicas o las pruebas documentales, mientras el mundo se muere a chorros por no conocer la Palabra de Dios.

No todo está perdido, sin embargo. Dios tiene la maravillosa habilidad de sacar algo bueno incluso de nuestras meteduras de pata. Todavía es posible, a la hora undécima, rectificar y aun sacar provecho de todo esto. Basta con leer el Evangelio: al que te quite la túnica, déjale también el manto. Son palabras de Jesucristo, no me las he inventado.

¿Cómo poner en práctica esas palabras de Cristo en esta situación? En mi opinión, además de entregar las obras de arte con una sonrisa, la diócesis de Lérida podría regalar espontáneamente un par de retablos propios más a la diócesis de Barbastro, cuanto más artísticos y valiosos mejor, para alguna parroquia que los necesite. Sin condiciones, ni publicidad, ni finalidad alguna: únicamente por amor a Jesucristo. Y si en Lérida consideran sinceramente que esas obras son suyas y que los tribunales de la Iglesia se equivocan, mejor aún, porque así cumplirán lo que también dice el Señor: al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames.

Eso sí que sería un signo para el mundo de que Cristo está presente en su Iglesia y de que los cristianos, con la gracia de Dios, podemos vivir y actuar de forma diferente. No sé ni me importa, la verdad, si la cultura catalana o la cultura aragonesa perderían o ganarían con ello. Ganaría el Evangelio.