Tú que lees estas líneas
Recorriendo las calles de Verona hace un par de semanas, entré en una pequeña iglesia cerca de la Piazza Signori, con el bonito nombre de Santa María la Antigua. El interior no era nada especial desde el punto de vista artístico, así que, después de arrodillarme ante el Dueño de la casa y de pedir por mis lectores y otras intenciones, como acostumbro a hacer en esas ocasiones, decidí marcharme a seguir viendo la ciudad.
Estaba a punto de salir, cuando llamó mi atención una losa de piedra, en una capillita lateral, con una larga inscripción en latín. No se trataba, como sucede en otras ocasiones, de alabanzas a un noble o a un rico comerciante por las donaciones que habían hecho, sino de una preciosa historia, sucedida en el s. XVIII.
Empieza la inscripción de una forma verdaderamente magistral, captando la atención con una de esas frases latinas tan sonoras y vibrantes: Arcana eligentis dei revere qui legis. Tú que lees estas líneas, asómbrate de los misterios de la elección de Dios. Sólo con leer esa frase ya quedé sobrecogido.
La lápida sigue contando que allí está enterrado Fridericus Frigotus, condenado por un grave crimen y enviado a prisión. En la cárcel, Fridericus se volvió a Dios y, al hacerlo, comenzó a vivir de una forma diferente a los demás prisioneros: En lugar de pasar el tiempo maldiciendo su suerte, se dedicó libremente a la oración; en vez de echar la culpa a otros, decidió buscar el perdón de Dios, reconociendo sus culpas; si los demás se quejaban de la comida que recibían, él se dedicó a ayunar y a pasar las noches velando en oración durante, los años que duró su encierro.
Al dejar espacio a Dios en su celda, transformó totalmente su propia vida y la de los que estaban a su alrededor. Como un maestro de sus compañeros de prisión, consiguió que, siguiendo su ejemplo de piedad y vida cristiana, muchos criminales se convirtieran también. Dice la lápida que “su gran culpa borró con una alabanza aún mayor”, lo que inmediatamente me hizo pensar en la frase de San Pablo: donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Así es como actúa Dios. Al morir de tuberculosis en la cárcel, a los 38 años, pidió que le enterraran con sus cadenas, como un signo de que con ellas había conseguido la verdadera libertad.
Fridericus supo hacer de la cárcel una puerta hacia el cielo. Y lo mismo podemos hacer nosotros. Ese trabajo aburrido con un jefe insoportable, esa enfermedad humillante, esa dedicación a cuidar de un familiar anciano, esa pobreza tan dura y sin solución, ese aula escolar donde todos son más inteligentes, simpáticos o populares que tú… no son cárceles en las que estamos aprisionados. Si vemos esas cosas como son en realidad, con los ojos de la fe, nos daremos cuenta de que son la puerta del cielo, un reflejo del Paraíso, el vestíbulo de la Jerusalén eterna, la zarza ardiente donde escucharemos la voz divina, el lugar santo en el que Dios ha querido encontrarse con nosotros.
Tú que lees estas líneas, asómbrate de los misterios de la elección de Dios, porque, sin que lo merecieras, te ha elegido a ti, desde antes de la creación del mundo, para hacer de ti un santo, un hijo de Dios para toda la eternidad, a imagen de Jesucristo.
17 comentarios
Lo asombroso, es que parece ficción pero es realidad.
Este tipo de cosas sirven para bien a cualquiera, y no las excomuniones del otro post.
Me alegro de que reces por tus lectores, eso te honra, mucho mejor que pasarse todo el día buscándole tres pies al gato y tergiversando lo que los demás dicen y convirtiendo la fe en algo repugnante en vez de en un regalo de Dios.
Paz y bien
¡Feliz día del amor fraterno a tod@s!
Y vos que transmitís el mensaje escrito en piedra secular y en el lenguaje de Occidente y de la Iglesia, a través de esta red electronica en nuestra lengua romance, que lo podamos aplicar a nuestra vida como actual, a nuestra condicion humana, a nuestra cárcel y nuestras cadenas.
Y que podamos decir, Señor ten piedad de Federico o tambien, Federico, ruega por nosotros. Fridericus, ora pro nobis.
Esto es lo que llamo el gran Romano Amerio la catolicidad, en el tiempo y en el espacio.
Es una historia muy bonita y me ha hecho pensar mucho. De hecho viene muy al caso para el momento que estoy viviendo.
Gracias
Me alegro de que os haya gustado. También a mí me gustó mucho, por eso os lo cuento.
P. Iraburu:
Es un honor tenerle por aquí.
MER:
Si Dios quiere, después de Semana Santa tendremos la II Vigilia de Oración Virtual Espada de Doble Filo, así que será una buena ocasión para rezar los unos por los otros y por las circunstancias y problemas de cada uno de forma especial.
Confieso que no he leído "Los Milagros de Nuestra Señora", pero, ahora que lo mencionas, lo incluiré en mi lista pendiente. La mayor parte de nuestra literatura está empapada de una visión cristiana del mundo, que podría hacer mucho bien a los españoles de hoy, si la leyeran.
Un saludo
Me encanta leer historias de santos u otros cristianos. A menudo, me ayudan más que las meditaciones o los sermones, porque son más reales y concretas. Si fue posible para ellos, ¿por qué no para mí?
Luis:
Romano Amerio lleva pendiente en mi lista de lectura desde que hablaste una vez de él. Espero poder leerle pronto.
Me ha gustado especialmente lo de la catolicidad en el "tiempo y en el espacio". Quizá suene mejor a los oídos modernos que la fórmula clásica de "Iglesia militante, Iglesia purgante e Iglesia triunfante". En cualquier caso, es necesario que nos demos cuenta de que es algo real: no estamos sólos, con nosotros está la Iglesia de todos los siglos pasados que reza por nosotros y nos acompaña.
Un saludo a ambos.
¿Sabes algo al respecto?
Buena pregunta. La lápida no dice nada, así sólo puedo hacer suposiciones.
En su época, la sociedad y la cultura estaban empapadas de la visión cristiana del mundo, así que, cuando uno tocaba fondo (como, por ejemplo, al cometer un crimen horrible y terminar en una cárcel espantosa, como Fridericus), era natural considerar la posibilidad de acudir a Dios, a los sacramentos a la oración. Es decir, la gente del siglo XVIII tenía asumido que el sentido de la vida estaba en Cristo, aunque, por supuesto, para muchísimos no pasase de ser una idea teórica (hasta que un acontecimiento fuerte en sus vidas puesto por Dios les obligase a tomárselo en serio).
Eso hoy se está perdiendo y, en mucha gente, se ha perdido totalmente. Cada vez hay más gente adulta que sólo conoce el cristianismo de oídas y que ni siquiera piensa en acudir a Dios cuando toca fondo. Yo creo que, por eso, hoy son mucho más necesarios los anuncios del Evangelio al estilo de los Apóstoles: como algo nuevo, que puede sacar de una situación para la que no se encuentra salida.
En cualquier caso, en una época u otra, la gracia de Dios siempre actúa. Un seminarista me contó que había visitado una comunidad neocatecumenal que se había formado en una cárcel colombiana, en una de esas secciones donde los guardias ni siquiera se atreven a entrar, y había visto verdaderos milagros entre sicarios, ladrones y narcotraficantes. Pasó un miedo terrible durante la Eucaristía, porque notó que un preso enorme le miraba todo el tiempo con mala cara. Se quedó blanco cuando, al terminar la Eucaristía, el preso se le acercó, con la mirada hosca, le señaló amenazadoramente con el dedo y le dijo: "Tú... no me has dado la paz" y le dio dos besos, diciendo "la paz del Señor".
Un saludo.
Me ha encantado la historia!!!!
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