Sientas lo que sientas, Dios existe
Leo en Religión Digital unas declaraciones del director general de SM, la editorial de los marianistas:
[…] propuso una “nueva clave de lectura de la cuestión religiosa”, ejemplificada así: “La pregunta ya no es: ¿crees que Dios existe?, sino: ¿qué sentimientos te produce eso que llamamos Dios o ser superior?”
Quiero creer que, como sucede tan a menudo, las declaraciones estarán fuera de contexto.
De otro modo, como católico, es mi deber oponerme con seriedad a este enfoque de la enseñanza de la fe. En este tema, la Iglesia siempre ha considerado su deber ser muy firme. Lo que importa, lo que da la salvación a los hombres no son sus sentimientos, sino la realidad. Es la verdad lo que hace libre al ser humano y no las sensaciones de paz o fraternidad. Si Cristo no hubiese resucitado, nuestra fe sería vana. De nada sirven, por sí solos, nuestros sentimientos íntimos de que Jesús nos ama y de que está en nuestros corazones: si Cristo no es verdaderamente el Hijo eterno de Dios, si no ha muerto por la salvación de todos los hombres, si no ha resucitado dejando la tumba vacía, los marianistas, su editorial, este blog y la Iglesia entera no son más que una inmensa engañifa.Si estas declaraciones afirman lo que parecen afirmar, no es extraño que SM se decidiese el año pasado a editar libros de texto de religión islámica. Este curso que ahora termina ha sido el primero en el que se ha podido recibir en los colegios clase de religión islámica utilizando estos libros editados por los marianistas.
Lo cierto es que no sé por dónde empezar a criticar este hecho, porque resulta difícil abordar tamaño despropósito. Me limitaré, como siempre intento hacer, a lo esencial: una editorial católica, propiedad de una congregación religiosa, no puede enseñar lo que sabe a ciencia cierta que es falso.
Un libro de texto de los marianistas podrá versar sobre la historia de las religiones, pero no puede enseñar que Mahoma es un profeta o que recibió una revelación del Arcángel Gabriel. No importa que haya multitud de buenas intenciones detrás de la edición de estos libros, como pueden ser el respeto por los musulmanes españoles, el deseo de que se integren en el sistema educativo, el diálogo interreligioso, etc. El fin no justifica los medios.
Los marianistas han tenido siempre, desde su fundación por el beato Chaminade, el carisma de la educación en la fe. Pues bien, la edición de estos libros es, a mi juicio, contradictoria con este carisma. Un educador católico o una editorial de educación católica no pueden enseñar algo que consideran falso. Hacerlo es lo que, en un lenguaje quizá poco pedagógico pero muy claro, se suele llamar mentir y es algo totalmente opuesto a la educación. ¿Es que acaso no sería un inmenso desprestigio para la editorial publicar un libro de texto de matemáticas cuajado de errores garrafales? Entonces, ¿por qué no sucede lo mismo con las verdades de fe, que son incomparablemente más importantes?
Una editorial musulmana podrá enseñar los preceptos del Islam y hará bien en enseñarlos, aunque los católicos sepamos que se equivoca. Lo que resulta inaceptable es el engaño consciente y deliberado por parte de una congregación católica.
El hecho de que los marianistas editen estos libros de religión islámica está muy relacionado con el desplazamiento, en la enseñanza de la religión, de “lo que es” a “lo que siento”. Si el enfoque principal de la enseñanza de la fe son los sentimientos que a cada uno le provoca “eso que llamamos Dios o ser superior”, de hecho desaparece la enseñanza de la fe. Tan válidos son los sentimientos de uno como los de otro, los de un musulmán como los de un católico o los de un ateo. ¿Por qué van a ser mejores o más válidos los sentimientos del profesor que los del alumno? ¿Es que acaso es menos sentimiento el odio que, por ejemplo, la admiración? Se pierde, además, cualquier posibilidad de diálogo o incluso de unidad, porque, por definición, los sentimientos son algo puramente individual y, además, no transmisible. Por otro lado, como todos los lectores habrán experimentado, los sentimientos son, por su propia naturaleza, cambiantes y pueden pasar rápidamente de un lado a su opuesto con gran facilidad.
La enseñanza de la religión, a mi juicio, debe estar basada en la verdad revelada en Jesucristo, sin olvidar, por supuesto, la importancia de la experiencia personal de esa verdad. Es necesario animar a los alumnos y a los catecúmenos a que experimenten personalmente la verdad de lo proclamado por la Iglesia. En cambio, el enfoque centrado en los sentimientos (que desgraciadamente hemos sufrido durante años) termina por dar lugar a cristianos sentimentales, que se sienten muy bien dándose la mano y cantando juntos, pero son incapaces de defender su fe en el trabajo, de vivir de acuerdo con la moral cristiana, de amar al enemigo o de hacer el más pequeño sacrificio.
4 comentarios
Estoy de acuerdo contigo en todo lo que has dicho.
En ningún momento he intentado sostener que el sentimiento no tenga importancia para la relación con Dios o para la vida cristiana. Lo que sí quiero subrayar es que el sentimiento no puede ser el centro de esa vida cristiana, ni tampoco de la enseñanza de la fe.
Como tú misma has señalado, amar no es sentir amor. Precisamente, el amor se manifiesta en su grado máximo cuando uno no siente nada, cuando no le apetece amar, pero, aún así, ama y entrega su vida (como sucede con el amor al enemigo). Lo que importa, en este caso, es el amor real del que da su vida y no el sentimiento de amor. Lo mismo sucede con la existencia de Dios (que es real al margen de que la sintamos o no).
La pregunta sobre la existencia de Dios es sobre la verdad objetiva, si Dios es. La de los sentimientos es pura subjetividad. No se puede sustituir una por la otra a riesgo de convertir a Dios en una mera proyección mía.
Primero es la pregunta por Dios, quién es, qué reclama de mi vida. Segundo es ver cómo la relación con Dios me adfecta, me transforma.
Lo que estoy es extrañado de que se digan y se hagan estas cosas.
Como ya dije, en cuanto a las declaraciones espero que el problema venga de la falta de contexto. En cuanto que una congregación católica edite un libro de religión islámica, no consigo encontrar una justificación, la verdad.
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