Qué hace falta para volver a la comunión con la Iglesia
Es del dominio público que Mons. Fellay, principal líder de la Sociedad San Pío X fundada por Marcel Lefebvre, rechazó, hace unos días, la generosa oferta de la Santa Sede para volver a la comunión con la Iglesia.
La Sociedad San Pío X exige que, antes de cualquier negociación, se anulen las excomuniones que pesan sobre todos los obispos lefebvrianos, por haber sido ordenados en contra de la prohibición expresa del Vaticano. En mi opinión, no cabe duda de que esta condición es totalmente desproporcionada, ya que equivale a pedir que la Iglesia apruebe formalmente la gravísima desobediencia de un acto cismático. A mi juicio, aceptar algo así implicaría el peligro constante de que se volviese a romper la comunión con nuevos actos cismáticos, en cuanto el Papa tomase alguna otra decisión que no gustase a Mons. Fellay y sus seguidores. De alguna forma, este grupo ha ido colocando sus propios criterios por encima de los de la Iglesia, hasta el punto que resulta imposible una obediencia sincera sin un cambio radical.
La generosidad del Papa y los esfuerzos del Cardenal Castrillón, sin embargo, no han caído en saco roto y un pequeño grupo se ha reconciliado con la Iglesia. Los Redentoristas Transalpinos, una pequeña congregación Redentorista tradicionalista con dos monasterios, han decidido aceptar la mano tendida de la Iglesia y solicitar la plena comunión con Roma. Mejor dicho, han solicitado humildemente la plena comunión con Roma, lo cual dice mucho a su favor:
Pedí humildemente a la Santa Sede, en mi nombre y en nombre del consejo del monasterio, que se cancelase nuestra suspensión sacerdotal. El 26 de junio, se me comunicó que la Santa Sede había accedido a conceder nuestra petición. Todas las censuras canónicas se han rescindido. Nuestra comunidad disfruta ahora verdaderamente de la posesión pacífica e indiscutida de la Comunión con la Santa Sede.
Lo cierto es que estos Redentoristas me caen especialmente simpáticos por lo que he podido leer de ellos en Internet. Vieron que en el Norte de Escocia, en el archipiélago de las Islas Orkney, había una isla abandonada desde hace cuarenta años por las durísimas condiciones meteorológicas de la zona, la isla de Papa Stronsay (que significa “isla de los monjes” en nórdico antiguo). Como hace más de mil años hubo allí un monasterio celta, pensaron que era un buen lugar para su propio monasterio, así que consiguieron el dinero para comprar la isla y se mudaron allí.
En su página web, pueden encontrarse fotografías de las ciclópeas obras que han tenido que emprender para poder construir, con su esfuerzo manual, el monasterio en una isla desierta y sometida a vientos de más de 100 km/h. Un tiempo después, para ampliar la orden, decidieron audazmente irse al otro extremo del mundo y fundaron un nuevo monasterio en Christchurch, Nueva Zelanda.
Supongo que esta audacia también les habrá ayudado a enfrentarse a las dificultades que debe haber supuesto el decidirse a volver, en solitario tras la negativa de la Sociedad San Pío X, a la comunión con la Iglesia. Ellos mismos mencionan, de pasada, los “gritos airados” y las “calumnias” que han escuchado de otros grupos que les reprochaban el hecho de reconciliarse con Roma.
En algunos de los documentos que han publicado, explicaban que, para ellos, fue especialmente significativo que el Papa aprobase la liturgia tradicional mediante un motu proprio, es decir, mediante un acto personal y directo suyo. Es magnífico comprobar la alegría que experimentan estos monjes al volver a la comunión con Pedro, una alegría que todos los católicos deberíamos compartir:
[La comunión con el Papa] es una perla de gran precio, un tesoro escondido en el campo, una dulzura que no pueden imaginar los que no la han probado o llevan sin experimentarla muchos años. Su valor no se puede expresar plenamente en el lenguaje terreno y, por lo tanto, esperamos que todos los sacerdotes tradicionales que aún no lo hayan hecho, respondan a la llamada del Papa Benedicto para disfrutar la gracia de la comunión pacífica e indiscutida con él.
Me parece significativo que, en el escudo que escogieron para su monasterio, se pueda ver una antigua cruz celta encontrada en la isla del monasterio y una estrella. La estrella es un símbolo de la Stella Maris, la Estrella del Mar, una advocación de la Virgen desde tiempos de San Jerónimo, que traducía así el nombre hebreo de María.
Es evidente que estos monjes son audaces, están llenos de entusiasmo por seguir a Cristo y no se arredran ante las dificultades. A mi juicio, sin embargo, la gracia más importante que han recibido es saber seguir especialmente a María, la Estrella del Mar, por el camino de hacerse pequeños, como verdaderos siervos de Dios. El que se ensalza, será humillado y el que se humilla, será ensalzado. De la Virgen han aprendido la que probablemente es la cualidad más importante para la volver a la comunión con la Iglesia: la humildad sincera.
10 comentarios
http://religionenlibertad.com/blog/index.php?blog=14&title=hace_veinte_anos_y_seguimos_igual&more=1&c=1&tb=1&pb=1#c8781
El día en que veamos a los obispos lefebvrianos hacer EXACTAMENTE lo mismo que han hecho estos, a lo mejor nos creemos de sus buenos deseos. Mientras, siguen siendo lo que son: cismáticos en camino hacia la herejía.
A mí no me hace ninguna gracia que la Santa Sede suspenda más de treinta años sin dar motivo alguno la tramitación de un recurso válido, interpuesto válidamente, contra el cierre de un seminario habiendo seminarios como los que todos sabemos que hay.
Si el Santo Padre aprueba el CD Canónico, el Santo Padre queda tan sometido a él como el resto de la Iglesia.
Pero el Santo Padre, en este caso, ordenó que no se tramitara el recurso.
No termino de verle la gracia.
Yo lo que señalo es la OBVIA diferencia de actitud entre Fellay y cía por un lado, y la de esos redentoristas por otro.
Vamos, ni punto de comparación.
Coincido en que nada de la situación de la Sociedad San Pío X y de los motivos que han llevado a ella tiene gracia (entiendo que lo de Luis Fernando es una forma de hablar).
Estoy convencido de que hubo multitud de motivos, acontecimientos y abusos que hicieron que Mons. Lefebvre se horrorizase durante los últimos años de su vida. Todos conocemos, por desgracia, casos de abusos litúrgicos, herejías, situaciones escandalosas, etc.
Sin embargo, nada justifica que Mons. Lefebvre se decidiera a ordenar obispos contra la prohibicion de la Santa Sede. Eso, como todos sabemos, es un acto cismático. Por muy mal que le tratara el Papa, cosa que es muy discutible, no tenía ningún derecho a hacer lo que hizo y lo que sus sucesores se empeñan en continuar.
Por cierto, no conocía tu blog. Me ha gustado, aunque cuesta un poco seguir los posts por el diseño del texto. Me ha encantado el relato de los sufrimientos de Mons. Slipj durante la época comunista en Ucrania.
Un saludo.
No te preocupes, Bruno. Ya lo sé. La forma retórica de Luis Fernando me ha servido de excusa retórica para responder. Gracias por tu interés. Te lo agradezco.
Para mí no se trata de un memorial de agravios. Se trata de reconocer que los Papas, aún los más santos, no son hombres ni perfectos, ni infalibles. Son hombres con virtudes heroicas, dotados de gracias relativas a su estado y que, cuando hablan sobre temas de fe "ex Cathedra", tienen el don de la infalibilidad gracias a la acción del Espíritu Santo.
Los actos de los Papas repercuten en la Iglesia. La perfectibilidad y falibilidad papales siguieron existiendo durante y después del Concilio Vaticano II, igual que existían antes. Sus consecuencias son parcialmente evidentes en la Iglesia actual.
No pretendo defender a la FSSPX. No soy ni juez ni parte. Pretendo llamar la atención sobre las causas que facilitaron su aparición. Me parece que son las mismas que ahora están causando la rebeldía solapada de tantas conferencias episcopales a la libertad de oficio de la misa según el Misal de Juan XXIII, a la realización efectiva de la traducción de "pro multis" como "por muchos" en la Consagración y a la aceptación de la comunión de rodillas en la boca, entre otros asuntos no menores. Me parece que esas causas son producto, directo o indirecto, de algunas decisiones papales tomadas durante los últimos cuarenta años.
Por ejemplo, la existencia de las Conferencias Episcopales. Una vez existen, ya no se puede acabar con ellas. Pero ahora mismo son un obstáculo a los deseos del Santo Padre. Su existencia no viene definida en el Concilio Vaticano II.
La "extraña" forma de tramitación del recurso de Lefebvre a causa del cierre del seminario que dirigía es indicio de que en la parte humana de la Iglesia algo no funciona como debiera desde hace por lo menos treinta años. No defiendo a Lefebvre. Ese "algo" ha "traspapelado" repetidas veces documentos relacionados con la misa tradicional. No sería extraño que ese "algo" siguiera existiendo y actuado físicamente en relación con las notificaciones a ciertas conferencias episcopales y en relación a ciertos cambios litúrgicos previstos por Benedicto XVI, entre otras cosas.
Ésa es la relación del "tocino" con la "velocidad", Luis Fernando.
Como fiel de la Iglesia Católica, no me considero juez. Pero me considero parte interesada en este tema. Y creo que es mi deber no es callar. Con todo el respeto y toda la caridad de la que soy capaz cumplo con la que creo que es mi responsabilidad. Como no formo parte de ninguna comunidad, no estoy sujeto a ninguna orden. Ni para callarme, ni para hablar.
Lo mío no es un blog. A veces una noticia o una lectura despiertan mi interés. Hago algunas averiguaciones y las anoto. Se rompe el disco duro y lo pierdo todo. Entablo correspondencia con alguien y echo de menos mis archivos perdidos. Sin embargo, al subirlos a la página, cuando sucede el desastre tengo mis notas a salvo. Además me puedo referir a ellas cómodamente en cualquier conversación. Es más bien un archivo público que no rechaza comentarios.
Gracias por tu tacto, Bruno.
Luis Fernando, no te enfades. Me impresiona tu capacidad de trabajo, tu valentía y tu compromiso con la verdad. Aunque te enfades conmigo, yo no me puedo enfadar contigo. ¡Tú me regalas ReL cada día! No creo que tengas peor genio que San Pedro o San Pablo. Aún no le has cortado la oreja a nadie intentando cortarle el cuello. Ni las has tenido con un santo como las tuvo Pablo con Bernabé. Se ve que aquello fue de aúpa.
Saludos.
Menos mal que esta vez es grupúsculo que se une, no que se separa.
Bruno, acuérdate de que tenías que rezar por mí ¿vale?
nos gustaría contactar contigo para ver la posibilidad de contar con tu colaboración, pues nos gusta mucho el espíritu de tus artículos.
Para todos los que comentan: podéis abrir la página de la revista y suscribiros, si queréis.
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