Por odio a la fe
Estas últimas semanas, han abundado las declaraciones más peregrinas sobre las beatificaciones de mártires españoles de 1934-1939. Como muchas de ellas provienen de la ignorancia más absoluta sobre los mártires cristianos, creo que conviene, una vez más, recordar lo que es un mártir para la Iglesia y ofrecer ejemplos reales de estos mártires.
Los mártires, para serlo, deben cumplir dos condiciones: haber sido asesinados por odio a la fe católica y haber muerto perdonando a sus enemigos. No son condiciones arbitrarias, sino que se refieren a la imitación de Cristo, que murió acusado de blasfemo y perdonando a sus enemigos. Ya el primer mártir de la Iglesia, San Esteban, imitó así a su Señor: fue lapidado por afirmar ante los judíos que Cristo estaba a la derecha de Dios en los cielos y murió diciendo: Señor, no les tengas en cuenta este pecado.
En el caso de los mártires españoles de esta última persecución religosa, algunos han intentado negar una u otra de estas condiciones, diciendo ya sea que morían por razones políticas y no por odio a la fe o que recordar su muerte es algo contrario al perdón y a la reconciliación. Del segundo argumento nos ocuparemos otro día. Hoy vamos a recoger unos cuantos fragmentos de relatos del martirio de estos testigos de Cristo, que no dejan lugar a dudas de que fueron asesinados por odio a la fe y no por simples rencillas políticas.
He recogido estos fragmentos del libro Historia de la Persecución Religiosa en España 1936-1939, BAC 2004, de Antonio Montero Moreno. Recomiendo a los lectores que hagan todo lo posible por comprar este libro, porque es excepcional. Es un libro voluminoso y muy riguroso. Contiene una lista de todos los sacerdotes y religiosos asesinados, multitud de relatos del martirio que se han conservado por las declaraciones de algún testigo, en algunos casos los propios asesinos, y un análisis general de la persecución de aquellos años. Es uno de esos libros que pueden abrirse por cualquier página y siempre le dejan a uno asombrado.
El caso de dos sacerdotes de Guadix:
Según declaración del propio chófer que condujo a la muerte a don Emiliano Navarro Sánchez y a don José Mesas Martínez, dos de los verdugos, apodados “el Moreno de Rejano” y “José el de Adela”, intentaron, antes del fusilamiento, obligarles a toda costa a blasfemar y a que pisaran un crucifijo, bajo promesa de que les sería condonada la vida. […] Ninguno de los dos prestó el menor oído a los requerimientos del piquete y entrambos fueron fusilados la noche del 30 de agosto de 1936.
Otro sacerdote diocesano:
Lo dijeron los propios asesinos, jactándose en Graus de haber dado muerte al párroco de Panillo, don Alonso Carracero Lorca. Este sacerdote de la diócesis de Barbastro murió también en varias etapas, tras haber soportado los culatazos brutales de las pistolas por gritar “Viva Cristo Rey” cuando le pedían que blasfemase. […] aún estaba vivo cuando fue rociado con gasolina y prendieron fuego a su cuerpo. Retorciéndose entre convulsiones seguía no obstante gritando “Viva Cristo Rey”.
El sacerdote don Antonio Roig Guasch, de Formentera, semejante a Cristo en su pasión:
“Di, perro sacerdote, di… (y soltaban una horrible blasfemia).” Para obligarle a que la dijera le daban empellones y culatazos y le escupían en el rostro; mas nada han podido conseguir, ni sus labios han pronunciado una sola queja. Mientras subíamos la cuesta del Rastrillo, ya que antes no habían podido hacerle blasfemar, le decían: “Mira, nos conformamos con que digas: ¡Muera Dios!. Si lo dices, te daremos la libertad”. Pero tampoco consiguieron esto. El sacerdote continuó callando.
[…]
“Di: ¡Muera Dios! y ¡Muera Cristo!”, porfiaban obstinadamente los milicianos y le daban tiros en las piernas para obligarle a decirlo. Hasta que las piernas, acribilladas a balazos no pudieron sostenerle y cayó a tierra. “Di: ¡Muera Dios! y ¡Muera Cristo!”, insistían aún aquellos bárbaros. Y entonces el sacerdote rompió el silencio y pronunció las primeras y últimas palabras. Se incorporó como pudo, levantó su diestra y su mirada al cielo y exclamó: “¡Viva Cristo Rey!” Una descarga cerrada contestó a este grito y terminó con la vida del sacerdote.
Los diez franciscanos de Puebla de Montalbán (Toledo):
El día en que salieron expulsados de su convento se les condujo a empellones y culatazos por varias calles del lugar, conminándoles públicamente para que blasfemaran. Ninguno accedió a tales pretensiones. […] Sin ninguna consideración por sus sesenta y cuatro años de edad [del P. Antonio Sierra, el superior], los milicianos de Escalonilla (Toledo) agotaron todos los esfuerzos para escuchar de él una blasfemia. Después de golpearle cruelísimamente, lo desnudaron, lo colgaron cabeza abajo y lo zambullían en un pozo con amenaza de ahogarlo. Apenas salido del agua, repetía siempre lo mismo: “¡Viva Cristo Rey! Misericordia, Señor; perdón, perdón.” Cuando lo sacaron de la cárcel con otros compañeros para ser fusilados en el término de Rielves, apenas si podía sostenerse.
El P. Perfecto Carrascosa, franciscano de Villacañas:
Quisieron obligar simultáneamente al P. Perfecto a que renegara de su madre terrena, llmándola mala mujer e hiciese otro tanto con la Santísima Virgen. Se ha hecho famosa la frase con que respondió: “Mi madre pudo serlo; no lo ha sido, bien lo sabéis; más la Santísima Virgen ni lo fue ni pudo serlo; fue siempre inmaculada”. Alguno de los presos, concretamente don Juan Pedro Zaragoza, que lo refiere de sí mismo, le aconsejaron que cediese a los deseos de los milicianos, profiriendo materialmente las palabras que pedían, pero sin poner intención en ellas. El padre rechazó el consejo y aceptó con plena conciencia su calvario. Le hicieron tragar una vela de cera y le provocaron quemaduras en las partes más delicadas del cuerpo. Al fin, el 17 de octubre fue fusilado cerca de Tembleque.
De la carta que envió a su madre un sacerdote granadino, al que propusieron que se casara y renunciara a su sacerdocio:
Termina de decirme esta pobre gente, que compadezco y perdono de todo corazón, que, si quiero librar mi vida, tengo que casarme y, si no lo hago, me matan, y yo, pensando no en esta vida, sino en la otra, que es la verdadera vida, les he contestado que prefiero que me maten antes de renegar de nuestra santa religión, y espero en Nuestro Señor Jesucristo y en nuestra madre la Santísima Virgen que me darán fuerzas para dar la vida por Dios, lo mismo que lo han hecho ya otros compañeros y lo hicieron innumerables mártires.
Podrían citarse innumerables ejemplos más. Creo que estos deberían bastar para demostrar que el odio a la fe era lo que movía a los asesinos de tantos sacerdotes, frailes, mojas y laicos que prefirieron morir antes que renegar de Cristo y de su Iglesia. Sólo el odio a la fe católica puede explicar esos encarnizados intentos de conseguir que los mártires blasfemaran, renegaran de Cristo y de la Virgen o renunciaran a su sacerdocio.
Dios quiera que todos nosotros podamos también mantenernos firme en esa fe, que es más preciosa que el oro.
23 comentarios
Si esos sacerdotes vascos hubiesen sido asesinados por odio a la fe, la Iglesia no tendría el más mínimo problema en reconocerlos como mártires.
Cuando se beatifica a un mártir, no se está haciendo ningún tipo de juicio sobre las ideas políticas de sus asesinos, sino solamente sobre el motivo de la muerte, el odio a la fe, y el hecho de que el mártir muriera perdonando a sus enemigos.
En el caso particular de los sacerdotes vascos, me parece que es insostenible que murieran por odio a la fe. La motivación fue clarísimamente política. Si alguien piensa lo contrario, puede intentar demostrarlo en un proceso de beatificación, pero creo que no hay base alguna para esa suposición.
Otra cosa es que alguno de ellos pueda llegar a la santidad por otras vías que no sean el martirio. Yo, si eso sucediera, estaría sinceramente encantado.
En este artículo he intentado mostrar que el odio a la fe, a pesar de ser algo interno al hombre, se manifiesta en los actos.
A los mártires se les intentaba hacer renegar de su fe, por odio a ella, cosa que entiendo que no sucedió en ningún momento con los curas vascos fusilados.
Pd gracias por sacar el tema, da gusto hablar de él contigo y con alguno más del tema, siempre reflexionando.
Cuando no están claras las condiciones de odio a la fe y perdón, entonces son confesores de la fe.
www.forojuanpabloII.org
Según creo, en la Iglesia primitiva los mártires eran los únicos santos "canonizados" en el sentido actual del término. De ellos se sabía que habían triunfado dando su vida por Cristo.
Sin embargo, pronto (s. III) empiezan a surgir casos diferentes: personas que han sufrido persecución por Cristo, incluso torturas, prisión o destierros, pero no han llegado a morir en esas persecuciones. Poco a poco se empezó a considerar que, si bien no eran mártires, también habían dado la vida por Cristo. Se los denominaba "confesores de la fe".
Después, con el paso del tiempo, se empezaron a distinguir diversos modos de dar la vida por cristo de forma cotidiana, sin necesidad de sufrir persecución, mediante un seguimiento radical en la vida consagrada: las santas vírgenes y viudas consagradas y los santos monjes.
En los calendarios que indican los santos del día se suelen señalar la vocación fundamental mediante la cual alcanzaron la santidad: mártir, confesor, virgen, viuda, monje, abad, obispo, presbítero, penitente, profeta, patriarca, etc.
También se puede usar "confesor de la fe", como dice Sergi, para hablar de cualquier santo que no haya sido mártir. En ese sentido, en la cúpula de la Basílica del Valle de los Caídos, los santos se dividen en un grupo de mártires y otro de confesores de la fe.
JLLM:
En el caso de las dictaduras hispanoamericanas, hay muchos que dieron su fe por ser fieles al evangelio y a la opción preferencial por los pobres. No serán mártires para la Iglesia, pero lo son para el pueblo. Y supongo que con el tiempo su vida será también testimonio para mucha gente.
Esa sangre no ha sido derramada en vano.
Sofia me alegro de verte por aquí después de un tiempo.
Monseñor Romero no entra dentro de esa definición. Dicho esto, eso no obsta para que haya sido modelo de fe, cristiano ejemplar, y que se le pueda beatificar o incluso canonizar por sus hechos y su fe.
Los curas vascos fusilados por Franco aparentemente no murieron por odio a la fe. Con todo, la forma de saberlo es que en sus diócesis (nada enemigas del nacionalismo) se abra un proceso de investigación, y este sea llevado por una comisión local y otra pontificia, para asegurar la neutralidad, que dictaminen si fueron o no mártires por la fe. Al igual que en el caso de Romero, el que no lo fueran mártires no impide que puedan ser modelo de vida cristiana por sus hechos (cosa que desconozco). Supongo que habría que preguntar a las diócesis donde ejercieron su m...
Sería interesante saber más de estas personas, cuántos son, por qué murieron, etc. Me suena la cifra de 7000 sacerdotes y religiosos muertos y, por ejemplo, en las catedrales de Granada y Guadix hay varias placas con montones de nombres recordando a los asesinados en estas diócesis, y beatificados sólo serán unos cuantos. Algunos no serán mártires, quizás, y me gustaría saber más acerca de ellos... Si se hablara más de estas personas se dejaría claro que no se declara mártires a todos los religiosos que murieron...
La expresión "Viva Cristo Rey" procede de la guerra mexicana contra los cristeros, que morían con esa frase en la boca. El término Cristo Rey está sacado de una encíclica papal, la Quas Primas (que habla de la realeza Universal y Social de "Cristo Rey del Mundo"). La politización de la misma es, precisamente, posterior a la guerra civil, y no anterior. Los mártires no expresaban ninguna ideología política al dar ese grito, sino una profesión religiosa.
Creo que conviene señalar que, en la encíclica que has citado, Pío XI instauró la nueva fiesta litúrgica de Cristo Rey, que, por lo tanto, es relativamente reciente (1929).
En un momento en que el comunismo triunfaba en Rusia, el nazismo se acercaba al poder, el capitalismo reinante estaba en crisis y el secularismo parecía que iba a dominar el mundo, el Papa quiso recordar a todos que Cristo es el Rey de la Historia y nada escapa a sus planes.
Curiosamente, los anglicanos, episcopalianos, luteranos, presbiterianos y metodistas adoptaron también esta fiesta católica y la celebran el último domingo antes del adviento, igual que nosotros.
Totalmente de acuerdo. Además de los casos que has citado, en algunos otros no se declara el martirio por falta de datos sobre la muerte, cuando no hay testigos de la misma.
En 1994, una causa para su canonización fue abierta por su sucesor Arturo Rivera y Damas; Monseñor Romero recibió el título de Siervo de Dios.[3] El proceso de canonización continúa. En Latinoamérica muchos se refieren a él como San Romero de América.[4] Fuera de la Iglesia Católica, Romero es honrado por otras denominaciones religiosas de la cristiandad[5] , incluyendo a la Comunión Anglicana.[6] [7] Él es uno de los diez mártires del siglo XX representados en las estatuas de la Abadía de Westminster, en Londres.[8]
Una pregunta con un poco de mala idea: si el papa Juan Pablo II hubiera muerto en el atentado de 1981, ¿hubiera sido un mártir?
(Y perdonad la entrada duplicada de antes)
La Iglesia llama mártires a los que cumplen de forma demostrada los dos criterios.
Para que un cristianos sea beatificado se examina TODA su vida (no sólo su muerte) por lo que es un proceso más largo y complicado (ninguna vida es perfecta) y depende mucho de que haya gente que trabaje por divulgar su vida y darla a conocer.
Tanto unos como otros son una gracia para la Iglesia.
Por cierto Bruno, creo que deberías corregir una cosa. No son martires del la Guerra Civil (visión politizada)sino de la persecucíón religiosa (incluso anterior)
No soy consciente de haber enfrentado a mártires y confesores de la fe. Sin duda, ambos son una gracia de Dios para la Iglesia.
En cuanto a lo de mártires de la Guerra Civil, pretendía sólo ser un sinónimo, para no repetir siempre mártires españoles de 1934-1939, que literariamente queda un poco pesado. Sin embargo, si puede llevar a alguien a entender políticamente el asunto, será mejor que lo cambie. Gracias por la indicación.
Curiosa tu pregunta. Por un lado, es evidente que Juan Pablo II sufrió ese atentado por ser el Papa. Por otra parte, las circunstancias nunca han quedado claras del todo, así que sería difícil probar que el atentado fue provocado principalmente por el odio a la fe.
Curiosamente, sucede algo parecido con Monseñor Romero, según creo (aunque ese caso, la verdad, lo conozco poco).
En mi opinión, el atentado de uno y la muerte del otro pueden ser una parte importante de un proceso de beatificación como confesores de la fe, que han sido fieles a Cristo hasta el derramamiento de sangre.
Espero que ambos sean un ejemplo para todos nosotros, a los que se nos aplican las palabras de la Carta a los Hebreos: aún no habéis llegado al derramamiento de sangre en el combate contra el pecado.
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