Pero… ¿quiénes son los pobres?
Al hilo de los diferentes artículos que se han podido leer estas últimas semanas en Religión Digital sobre el viaje de Benedicto XVI a Brasil, la Parroquia de Entrevías, Jon Sobrino, la Teología de la Liberación y otros muchos temas, me llaman la atención las referencias constantes que se hacen a los pobres.
En el último medio siglo, la Teología de la Liberación introdujo en nuestro vocabulario la “opción preferencial por los pobres”, varios obispos participantes en el Concilio Vaticano II hablaron de la “Iglesia de los Pobres” y diversos teólogos han designado a los pobres como lugar teológico. Por otra parte, es indudable que el propio Evangelio habla a menudo de los pobres. Todos usan la misma palabra, pero me asalta una duda insistente: ¿están hablando todos de lo mismo?
Voy a señalar, desde el principio, la confusión principal que, según creo, se ha introducido en este tema: concebir la pobreza como algo puramente económico o social. Debido a las grandes desigualdades económicas que se hicieron patentes en el siglo XX y a ideologías como el capitalismo salvaje o el marxismo que reducían toda la realidad a categorías económicas, nos hemos ido centrando en el aspecto meramente económico de la pobreza. Sin embargo, en mi opinión, es necesario tener una concepción más amplia y más profunda de lo que es la pobreza.
La pobreza es una característica profunda del ser humano. No existe ningún hombre adulto que no haya tenido un contacto íntimo con el sufrimiento, la incapacidad o la insatisfacción. La pobreza, la necesidad en la que puede encontrarse el ser humano toma muchas formas, igualmente terribles. En este sentido, no es menos pobre el millonario divorciado y alcohólico que el mendigo de la puerta de la parroquia o el ejecutivo norteamericano que se droga y sólo vive para triunfar, sin conseguir nunca satisfacer su ambición, que el aparcero explotado de los Andes.
La primera consecuencia de comprender la pobreza en su sentido profundo y verdadero y no solamente en el económico es que desaparecen las pretensiones de monopolizar a los pobres. No se ocupa más de los pobres la misionera de la caridad, que recoge a los moribundos por las calles de Calcuta, que la carmelita que da su vida por la salvación de todos los hombres, sin salir nunca de su convento. Una parroquia del barrio de Salamanca puede y debe ser estar centrada en dar una respuesta a la pobreza profunda y sustancial del ser humano en la misma medida que una parroquia de los asentamientos chabolistas de las afueras de Caracas.
Una visión puramente económica de la pobreza lleva, además, inevitablemente al paternalismo. Se acude a ayudar a los pobres “desde arriba” (a pesar de toda la verborrea ideológica que grita lo contrario), ya que los que ayudan a los pobres lo hacen porque tienen dinero, porque ellos mismos no son pobres. Ni siquiera el que deja lo que tiene es verdaderamente un pobre, ya que ha disfrutado de una educación y de una historia que le separan de los que nada tienen. Sin embargo, el entender que la pobreza es común a todos los hombres, en sus diferentes aspectos, permite amar al pobre, a cualquier pobre, desde la conciencia de no estar por encima de nadie.
Otra consecuencia nefasta de la reducción de los pobres del Evangelio a los que lo son en sentido económico reside en el maniqueísmo que conlleva. El mundo se divide en dos campos enfrentados. Los pobres, los explotados, los que no tienen dinero, son los buenos y los que tienen dinero son necesariamente los malos, los explotadores, los imperialistas. También hay dos “iglesias”, la de los pobres (que, por definición, es la auténtica y la comprometida y no puede equivocarse) y la de los ricos (jerárquica y, a menudo, opresora). Es ésta una versión teológica de la lucha de clases marxista que ha sobrevivido, desgraciadamente, al comunismo político.
Es comprensible que uno reaccione así al ver las terribles explotaciones e injusticias de América Latina o de Asia. Es comprensible… pero no es cristiano. No es eso lo que hizo Cristo. Los ricos con los que se encuentra Jesucristo en el Evangelio no son ricos cualquiera, son precisamente ricos al estilo de los explotadores del tercer mundo: los publicanos recaudadores de impuestos que cobraban mucho más de lo debido a los débiles que no podían defenderse. Eran ricos canallas y miserables. Sin embargo, para Cristo, Zaqueo no es el enemigo, es un pobre más con la vida destruida por sus pecados, desdichado e incapaz de amar a nadie. Por eso, el Señor acude a él y lo transforma para que pueda cambiar de vida.
Por otra parte, la obsesión relativa a las desigualdades sociales y a la pobreza económica que se centra de forma exclusiva en estos problemas, tiene el defecto de la superficialidad: no va a lo esencial. No soluciona el problema profundo del hombre. Las tasas de suicidios son mucho mayores en los países ricos que en los del llamado tercer mundo. Al final, coincide con el capitalismo salvaje en que lo verdaderamente importante es el dinero. Sin embargo, los cristianos sabemos que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”.
En mi opinión, la expresión “opción por los pobres” puede utilizarse, pero debe significar que la Iglesia debe acercarse a todos los hombres en cuanto que están necesitados y no para recibir algo de ellos. Los cristianos, que se saben profundamente necesitados de Dios, pueden acercarse a sus hermanos como iguales, como los que comparten la pobreza humana porque la han experimentado en su propia carne.
De esta forma, la Iglesia podrá también dar una respuesta verdadera y en toda su amplitud a la pobreza económica y a las desigualdades sociales, luchando por crear un mundo más justo, pero sin olvidar que hay cosas mucho más importantes que el dinero.
Todos los hombres compartimos una inmensa pobreza que ningún otro ser humano puede saciar, somos menesterosos existenciales. Sólo Jesucristo posee el amor eterno que puede llenar el inmenso vacío que encontramos en nuestro interior, por eso los pobres pueden ser dichosos, porque “serán saciados”. En este sentido, el Papa recordó, en su mensaje para la Cuaresma, las palabras de la Madre Teresa de Calcuta: «la primera pobreza de los pueblos es no conocer a Cristo»”.
12 comentarios
No abunda la inteligencia en los blogs y debo decir, que en este parece que lo ha escrito alguien con sentido común, inteligencia y lo que es mejor, con conocimiento certero del Evangelio.
Además puntualizar que, Cristo en sus parábolas, no describe a los pobres economicamente hablando (jornaleros y obreros del campo), como buenas personas por el mero hecho de ser pobres, sino todo lo contrario. José de Arimatea como Zaqueo, era rico y amigo de Cristo. Lázaro también era rico y discípulos como los Zebedeos, tenían un negocio de pesca con jornaleros.
Como bien dijo Juan Pablo II, que conocía bien el marxismo, la teología de la liberación, ni es teología, ni tampoco es liberación.
Un saludo
Pero lo cierto es que el clamor de la justicia clasifica en pobres a quienes viven por debajo del índice del desarrollo. No lo olvidemos, por aquello de "Señor, cuándo te vimos hambriento y no te ayudamos".
Aunque yo también he llegado a la conclusión de que la caridad es superior a la justicia.
Por otra parte, obviamente los pobres no son necesariamente "buenos". Como es sabido, la ideología dominante penetra y controla el pensamiento y la percepción de la realidad de los dominados. De otro modo sería casi imposible la pervivencia de la dominación.
Coincido totalmente contigo. En ningún momento quiero negar que la pobreza económica es algo terrible en muchos casos y que la Iglesia debe hacer todo lo posible por ayudar directamente a los que la sufren y por promover leyes y condiciones más justas para ellos. Por otro lado, la pobreza existencial del hombre es mucho más amplia que el carecer de medios económicos y abarca también la enfermedad, el sufrimiento, la ignorancia, el pecado y el desconocimiento de Dios.
Coincido contigo en varias de las cosas que dices, pero me gustaría matizar:
1)He intentado mostrar que "pobre" no es lo mismo que "injusticiado". Hay muchos tipos de pobreza que no provienen de la injusticia de otros.
2) Otra forma de decir "los que hacen sufrir" es decir los "pecadores". Creo que, aunque rechace siempre los pecados y haya muerto para sacarnos de ellos, Cristo no rechaza nunca a ningún pecador (tampoco a los que pecan explotando a otros).
3) Coincido contigo en que los pobres no son necesariamente buenos. Sin embargo, si te fijas, has dicho que no son buenos por que se les transmite la ideología de los dominadores. Eso es otra forma de decir que los ricos tienen la culpa de todo, incluso de que los pobres no sean buenos. La Iglesia, que es muy sabia, nos enseña que, por el pecado original, todos los hombres somos pecadores necesitados de perdón.
La respuesta de Jesús es: "Sólo te falta una cosa, vende todo lo que tienes,y dalo a los pobres".
Pienso que queda bastante claro a quien se refiere como pobre.
Mc.10,17-30 Lc.18,18-30 Mt.19,16-30
Como también es curiso, y hasta provocativo, en estos tiempos pacifistas, que una de las personas más elogiadas por Jesús es el centurión romano que le pidió la curación para su siervo. Y pensemos lo que era un centurión romano del siglo I, mucho antes de la Convención de Ginebra.
Efectivamente, en esa frase, la palabra pobres tiene un sentido económico. Sin embargo, en el artículo, he intentado mostrar que, si se tiene en cuenta todo el evangelio y el Nuevo Testamento, como señala Ayante, se vé que se habla de la pobreza en un sentido mucho más amplio (que incluye el económico, por supuesto).
Algunos ejemplos:
"Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia" Mt 11,4-5.
"Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos" Mt 5,3
"...Jesucristo que, por amor a vosotros, siendo rico, se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza? (2Co 8,9).
Es evidente que en estos ejemplos la palabra pobre significa mucho más que "sin dinero".
Sin duda alguna. Creo, sin embargo, que es una buena idea leer todo el pasaje evangélico en el que se encuentra esa frase.
Cuando Cristo la dice, los discípulos se espantan y dicen: Entonces, ¿quién puede salvarse? Ellos no eran ricos de dinero, así que es necesario concluir que se puede ser rico de muchas cosas: afectos, prestigio, comodidades, independencia, etc. Si ponemos en estas cosas nuestro corazón, somos ricos aunque no tengamos ni un duro.
Esto nos afecta a todos, porque dejamos muy fácilmente que las cosas nos esclavicen, pero, gracias a Dios, él puede liberar nuestro corazón de las riquezas.
Jesus dirige su mensaje a los "impuros" de su época, a los que están en situación de marginación, de exclusión y de condena, tanto religiosa como social (!las dos iban juntas¡). Jesús se dirige a los que la Institución religiosa de su tiempo separa del culto, de las ofrendas, de la salvación y del perdón.
Y los exluidos son los pobres, los enfermos, los romanos, los tullidos, los psicoticos, las prostitutas (ellas nos adelantaran en el Reino de los Cielos, Jesús dice que ellas están mas cerca del Reino que todos los que le rodean), los publicanos y los recaudadores de impuestos, los pastores, los pescadores, etc., todos los que no tenían forma de escapar de su situación de impureza legal.
Jesus se dirije a los que no tenían salvación,a los que no cumplian la Ley, a los excomulgados, a los que no contaban como "fieles" d...
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