Monseñor Floro, testigo de una bendición

Una lectora me envía esta carta del hermano de su marido, un misionero español que es actualmente obispo de Gokwe, en Zimbawe. Monseñor Ángel Floro lleva 42 años trabajando por los demás en Zimbawe. Fue enviado por el Instituto Español de Misiones Extranjeras, que agrupa a sacerdotes diocesanos españoles que sienten la llamada a dejarlo todo y marchar a la misión, como “heraldos del Evangelio”.

Me ha llamado la atención que, después de contar los grandes sufrimientos del país en las últimas décadas, sufrimiento que han compartido los misioneros y la Iglesia local, Monseñor Floro termina su carta diciendo el Señor nos ha bendecido y sigue bendiciendo.

Me ha parecido un excelente signo de lo que es el anuncio del Evangelio, que lleva la alegría de la fe que está por encima de todo sufrimiento, a la vez que comparte esos sufrimientos. Como dice San Pedro, para esto hemos sido llamados, para heredar una bendición.

Hace poco, Monseñor Floro estuvo aquí en España, ya que quiso participar, junto con un grupo de familias de Zimbawe, en el Encuentro Mundial de las Familias con Benedicto XVI, que tuvo lugar en Valencia. La amable lectora me dice que toda la familia se siente muy orgullosa de él. Creo que los lectores y yo, como miembros de la familia de la fe, también podemos sentirnos orgullosos.

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Soy de la diócesis de Albacete y misionero del IEME. Llegué a Zimbabwe, entonces Rhodesia del Sur, el 22 de octubre de 1965, en medio de grandes tensiones y violencia por la independencia. Dos semanas más tarde el puñado de blancos declaró la independencia unilateral de Inglaterra para evitar que la mayoría negra llegase al poder. Vivíamos un apartheid semejante al de Sudáfrica. La crisis se agravó, y los obispos de Zimbabwe, entre ellos monseñor Ignacio Prieto, español y del IEME, tuvieron que abandonar la última sesión del Concilio y su clausura para estar con su pueblo en esos momentos difíciles.

La crisis se acentuó, la violencia se extendía por todas partes, los miedos se apoderaban de todos. Casi una década de intentos de negociación y diálogo, sanciones internacionales, pero la situación seguía agravándose, y en 1972 empezó la guerra de liberación por la independencia. Ocho años de guerra fratricida del Gobierno y la minoría blanca contra la mayoría negra, que dejó más de 50.000 muertos. De los seis obispos católicos uno moriría asesinado y otro era deportado por el gobierno racista blanco, una veintena de misioneros sufrirían el martirio junto a su pueblo, entre ellos un español, el P. José Luis Rubio, de Asturias.

Llegó el día soñado de la independencia, y el gozo y la esperanza inundaron nuestros corazones, vivimos unos 15 años de paz relativa y progreso, Zimbabwe se abrió paso en el mundo como un modelo a imitar. Dije paz relativa, porque donde trabajamos los misioneros del IEME morirían unos 25.000 civiles, indefensos, a manos de la feroz quinta brigada entrenada por Corea del Norte, y con sus cuarteles en Gokwe. Pero nuestro pueblo nos quiere, y nosotros le queremos, siempre nos hemos sentido seguros entre ellos, y nunca ha pasado por nuestra mente abandonarlos, a pesar de ser los únicos blancos en esta zona de 26.000 km2.

En 1999, tuvo lugar el referéndum sobre la constitución, y todo cambió. El Gobierno lo perdió, y a las dos semanas empezaron las violentas invasiones de las granjas de los blancos. El pueblo se había mostrado maduro en la consulta popular, pero los cambios introducidos por el Gobierno para perpetuarse en el poder hicieron que se alzara una oposición y ganara el NO en el referéndum.

Zimbabwe, el granero del África Austral, el ejemplo a imitar, se convirtió de la noche a la mañana en la cenicienta de la película, llegando a ocupar hoy los últimos puestos en el continente y en el mundo: la inflación oficial es del 2.200%, aunque dicen que la real es el doble; el nivel de vida de los 80 se ha reducido a la mitad; el paro supera el 80%, y del 20% que trabaja, el 15% no puede sobrevivir… Tuvimos una reforma agraria, necesaria, pero muy mal hecha, pasando de ser los señores de la región a mendigar para que nuestro pueblo pueda sobrevivir.

Ante esta situación, quiero testimoniar la actitud y compromiso de la Iglesia y los misioneros junto al pueblo sufriente para sembrar esperanza y semillas de vida. Si de algo me vanagloriaría, es de haber estado y vivido junto a él, mi pueblo, y sentir en mi carne sus avatares y sufrimientos. Duele en el alma que el 99% de la población no tenga acceso al pan o, si es que lo hubiese, a un paquete de azúcar…

No ha de sorprender, pues, que los obispos habláramos con valentía en la carta pastoral de la última Semana Santa, un eslabón más en la cadena de mensajes iniciada en los años 60, cuando se estableció la Conferencia Episcopal. El Grito de los Pobres (junio de 2005) fue otra carta pastoral semejante. Nos duele que la mayoría de ellas sean sobre estos temas, cuando debían estar más centradas en la vida eclesial, como también me duele que mi testimonio sea sobre la situación política y económica en lugar de ser sobre mis comunidades cristianas, de las que estamos muy orgullosos, en las que el laicado ha llegado a la mayoría de edad y lleva con entusiasmo sus riendas; y el Señor nos bendice con abundantes vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa.

Esta diócesis de 600.000 habitantes y 70.000 católicos sigue creciendo con vitalidad: de las seis misiones y 12 sacerdotes de 1991 cuando se erigió, ha pasado a 14 misiones y otras en proceso de apertura, 30 sacerdotes –entre ellos, nueve españoles: cuatro misioneros claretianos y cinco del IEME-, también hay dos misioneras españolas Hijas del Calvario y, como fuente de esperanza, más de una veintena de seminaristas mayores que un día se unirán a los 16 sacerdotes locales.

El Señor nos ha bendecido y sigue bendiciendo, a Él sea la gloria y honor, y a vosotros la gratitud por escucharnos y apoyarnos.

4 comentarios

  
AVE
AMÉN
15/01/08 3:44 PM
  
Carmen Bellver
Bruno, muchas gracias por darnos a conocer este testimonio.

Que el señor nos siga bendiciendo con personas dispuestas a abandonar su país y su familia para entregar su vida a los demás.
15/01/08 5:25 PM
  
relisialbacete
Creo que hay que rezar por Monseñor Floro, y para que salgan vocaciones como la de él, el mundo necesita de personas así.
15/01/08 9:10 PM
  
nachet
Que el Señor le bendiga, y tengamos presente en nuestras oraciones la difícil situación por la que pasan nuestros hermanos en Gokwe y en toda Zimbabwe
15/01/08 11:20 PM

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