Mi obispo no me representa
Hace unos días, Tabira publicaba una muy interesante, a raíz del nombramiento de Mons. Iceta como obispo auxiliar de Bilbao.
Les extrañará, Sres. obispos, que los cristianos les reprochemos, incluso públicamente, el abuso que hacen de nuestra representación. ¿Les sorprenderá que nos nombren un obispo y lo rechacemos inapelablemente, porque proponemos a otro más a la medida de nuestra fe y de la Iglesia local?
Me parece muy significativo que se apele a esta razón para el vergonzoso desaire a Monseñor Iceta por parte del Consejo Pastoral de la diócesis y pienso que es la verdadera razón subyacente a todas las protestas de ese tipo.
Muestra, sin lugar a dudas, que el autor está totalmente equivocado en lo que se refiere a la misión del obispo en la Iglesia. No es extraño, pues, que proteste contra el nombramiento de los obispos, ya que, en efecto, su idea de lo que es un obispo no se corresponde en nada a lo que es verdaderamente un obispo.Como enseña el Concilio Vaticano II, el obispo tiene tres misiones fundamentales: enseñar, regir y santificar. Los lectores avispados observarán la evidente ausencia del verbo “representar”. El obispo no tiene que representar a sus diocesanos ante la sociedad ni es un delegado del poder popular. La representación que le es propia es la que encierran las tres misiones citadas: representar ante los cristianos a Cristo Sacerdote mediante los sacramentos que nos dan la vida, a Cristo Profeta proclamando ante el mundo el Evangelio, y a Cristo Rey pastoreando a su grey. También, como consecuencia, representa a los fieles ante Dios, en la oración de la Iglesia y en la Eucaristía, cuando dirige su alabanza y acción de gracias a Dios, presentando en su nombre la ofrenda que es el mismo Cristo.
Pensar que el obispo está ahí para representar a los fieles, sus opiniones y tendencias es aplicar a la Iglesia un criterio que es puramente político, volviendo del revés la naturaleza de la Revelación cristiana. Los cristianos no construyen su fe mediante su reflexión y esfuerzo, sino que la han recibido como un don gratuito de Dios. No delegan su propia soberanía en sus representantes, sino que aceptan la autoridad como un servicio para el que Dios elige a algunos hombres, que sólo tienen autoridad en tanto en cuanto representan a Dios con una misión muy determinada.
Si tuviésemos obispos “a la medida de nuestra fe” seríamos los más desgraciados de todos los hombres. Los débiles en la fe, los desconfiados, los aburguesados, los politizados, los incrédulos, los ignorantes y los rebeldes tendríamos un obispo exactamente como nosotros. Es decir, un obispo que, a fuerza de caer en nuestros mismos errores, no pudiera darnos ninguna “buena noticia”, es decir, no pudiera proclamarnos el Evangelio que necesitamos. Lo que necesitamos son obispos a la medida del corazón de Cristo, según la promesa de la Escritura: Os daré pastores según mi corazón.
La manera concreta de elegir un obispo es, por supuesto, una cuestión distinta. A lo largo de la historia, los obispos han sido elegidos de formas muy diferentes. Por nombramiento directo de los Apóstoles, por aclamación, elegidos por patriarcas o sínodos, con derecho de presentación de distintos personajes, con mayor o menor intervención de las autoridades seculares e, incluso, por sorteo. Por lo tanto, yo, en principio, no tengo ningún problema con la utilización de métodos diferentes para el nombramiento de obispos, ya que lo verdaderamente importante en estos es el sacramento del orden, la consagración como obispos que les convierte en sucesores de los apóstoles, ungiéndolos con el crisma del Espíritu.
Dicho eso, estoy convencido de que si hay una época en la que sería desaconsejable la elección de los obispos por los fieles, es la nuestra. La carta publicada por Tabira es un ejemplo clarísimo del peligro que tenemos de comprender la relación con nuestros obispos de manera política y desde el punto de vista del poder, es decir, al estilo del mundo y no de una forma eclesial.
Podemos encontrar otro ejemplo en las elecciones recién terminadas para designar al Presidente de la Conferencia Episcopal Española, que comúnmente son interpretadas con claves de “izquierda” y “derecha”, totalmente ajenas al Evangelio y, por fortuna, al sentir de los propios obispos.
Yo, que soy madrileño, no espero que Monseñor Rouco me represente, ni mucho menos que “actúe a la medida de mi fe”. No es esa su misión. Debe, más bien, ser para nosotros, sus diocesanos, el garante de la doctrina católica y apostólica, administrar junto con sus colaboradores los sacramentos de la gracia de Cristo y pastorear con cariño y mano firme a la Iglesia que peregrina en Madrid. Como un pastor según el corazón de Cristo.
15 comentarios
Actualmente, en España, se nos transmite, a través de los medios de comunicación una imagen poco "agradable" de los obispos, las críticas son feroces. Uno puede estar más o menos de acuerdo en cómo dicen las cosas, o en su oportunidad; yo por desconocimiento de su persona, me niego a juzgarles en su interioridad.
La verdad es que tienes razón, a mí también me ha fastidiado leer cosas como que en la elección pasada Rouco perdió el poder por un solo voto. Algunos que escriben o no se enteran de nada o lo que es peor: lo hacen con mala idea. Yo como no estoy en Madrid no me entero, ¿por qué le tienen tanta rabia a Rouco y no a otros?
Hace algún tiempo también comenté en un post que algunos quieren aplicar la democracia a todos los ámbitos de la vida. Y por eso les molesta que haya gente como el Papa o algunos obispos que dicen que la verdad no depende de una decisión popular y democrática. Si en tiempos de Galileo hubieran hecho un referéndum para decidir si la tierra giraba alrededor del sol o a la inversa, ¿qué crees que habría salido?
No hay que dudar que la elección del cardenal Rouco se ha politizado hasta límites insospechados, pero hay que reconocer, que muchos han entrado al trapo, con todas las consecuencias.
Como dicen por aquí abajo "no quiera Dios" que Rouco se comporte como un político triunfador, y Blázquez, como el derrotado.
Aunque eso mismo satisfaría a muchos.
No creas, que después del último post, yo también he sometido a examen mis titulares, para no caer en lo mismo que RD. Mis conclusiones:
- Es totalmente diferente un blog de opinión que un servicio de información. El primero debe tener muchísima más libertad que el segundo, que, teóricamente, se limita a ofrecer noticias.
- El mensaje de mi artículo no va en el titular provocativo, sino en el propio artículo, es decir, es necesario leerlo para conocer mi opinión. El problema reside en los titulares "provocativos" que transmiten un mensaje tergiversado, aunque no se lea el artículo.
No sé si acierto, porque no es fácil analizarse a uno mismo, pero esas son mis conclusiones.
En cuanto a lo de la verdad y el poder, no podría estar más de acuerdo. Creo que la imagen de unos obispos divididos le conviene a los enemigos de la Iglesia y es totalmente absurda. Difícilmente podría encontrarse a dos obispos que estén más de acuerdo en todo lo importante que Monseñor Rouco y Monseñor Blázquez, las diferencias son de carácter solamente.
Saruce:
Cuando los obispos se comporten como políticos, dejarán de ser necesarios, porque para eso ya tenemos a los políticos, que "politiquean" mucho mejor que ellos.
Por suerte, en mi opinión, los propios obispos viven todo esto de forma mucho más sosegada y buscando la Voluntad de Dios. Son más bien los comentaristas los que politizan el asunto.
Un saludo.
Creo que aciertas al recordar que el centro es Cristo. Es a él a quien hay que mirar y dejar de mirarnos el ombligo.
Mª Pilar:
El juicio de la interioridad de las personas es una tentación muy fuerte para los que escribimos (y para los que no escriben también), por algo ya nos advirtió Cristo contra ello.
También de acuerdo con el titular: ni Rouco representa a los obispos ni mi obispo representa a los fieles de su diócesis. Para bien y para mal, mi obispo es mucho más y mucho menos que mi representante. Sólo a Cristo sea la gloria.
Eso lo asumo y me alegro por ello, ya que era mi intención que fuera provocativo. He citado a Chesterton, que criticaba a la prensa sensacionalista y, como habrás visto, la criticaba por no ser suficientemente o verdaderamente sensacionalista. En mi opinión, la verdad tiende a ser mucho más sorprendente que las ideologías.
Ciertamente no estoy enfadado con mi Arzobispo y, si no le he felicitado, es porque en mi experiencia los cargos en la Iglesia suelen ser una forma más de dar la vida (eso sí, con la alegría de hacer la voluntad de Dios).
Un saludo.
Muchas gracias por su amable comentario y, sobre todo, gracias por aportar el ejemplo de las diócesis suizas, que me parece perfecto para ilustrar el tema (y eso que es una elección del obispo limitada generalmente al capítulo de la catedral).
Aunque rechazo totalmente las declaraciones de Llamazares y Chacón (que, en efecto, son especialmente sangrantes por la historia de ambos partidos), la verdad es que les entiendo: al no tener experiencia de lo que es la fe y la gracia, intentan comprenderlo todo políticamente y, claro, con la Iglesia ese análisis se queda cortísimo.
Un saludo.
Ha salido redonda la frase: "Para bien y para mal, mi obispo es mucho más y mucho menos que mi representante. Sólo a Cristo sea la gloria."
Saludos
Simular que todos tenemos el mismo espíritu de comunión en la Iglesia ya es cansino.
Esta gente, con tal de imponer su modelo particular de comunidad, alejado por completo del ejemplo de las comunidades apostólicas, llevan 40 años demostrando que son capaces de aliarse con cualquier enemigo de Cristo.
Son como los hijos de Vitiza, que por alcanzar el trono se entregaron a los enemigos de España. A estos les pasará lo mismo que a aquellos.
Es como lo que comentábais antes, parece que la mayoría democrática, y no la verdad, es ahora el bien supremo. No para mí, amigos.
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