La bandera pirata

Ayer estuve, por razones de trabajo, en el pueblo de Meco. Nunca había pasado por allí y me ha causado una buena impresión. Está todo muy cuidado, con muchas calles peatonales, las casas bien pintadas y flores en macetas en las aceras.

Cuando uno se acerca al pueblo por la carretera, lo primero que se ve a lo lejos es la gran iglesia que domina su silueta. Como ya mencioné en otro artículo, siempre me gusta ver un pueblo agrupado en torno a la iglesia parroquial. Creo que es un buen símbolo de cuál es o, mejor dicho, de quién es el verdadero centro de la vida humana.

La iglesia de Meco es espléndida, del siglo XVIII y muy bien conservada. Tiene un campanario altísimo, lleno de cigueñas, palomas y otras aves. Me recordó aquella frase del salmo: hasta el pájaro encuentra una casa, la golondrina su nido, junto a tus altares, Señor, Rey mío y Dios mío. Me gusta pensar que, si el Señor se complace en acoger en su casa hasta a los pajarillos, mucho más nos estará esperando a nosotros, sus hijos, con los brazos abiertos.

Un pequeño detalle me ha llamado la atención en uno de los muros exteriores de la Iglesia: una cruz sobre una calavera y unas tibias cruzadas. Ese tipo de símbolos, que antes eran muy comunes, ya no se suelen ver. A la gente le parece algo morboso, relacionado con la muerte. Los niños generalmente piensan en los piratas y su bandera. Es evidente que, en este caso como en muchos otros, los símbolos cristianos pierden su eficacia porque los mismos cristianos no los comprenden, ya que nadie se ha molestado en explicárselos.

La calavera y los huesos al pie de la cruz que se pueden ver en muchos crucifijos antiguos no son una referencia abstracta a la muerte. Se trata de los huesos del primer hombre, Adán, que murió y fue enterrado, esperando la salvación de Jesucristo. Se representa bajo el crucifijo porque fue la sangre de Cristo, derramada por todos nosotros, la que regaló la resurrección a Adán y a todos los hombres. Es una representación antiquísima que se puede encontrar también en iconos orientales y en el arte gótico. En mi opinión, es un signo precioso y con un gran significado teológico, que no debería perderse.

De forma paralela a la eliminación de la referencia a Adán en los crucifijos, también se olvida el artículo del credo al que corresponde y que dice: bajó a los infiernos. No es de extrañar, porque cualquier cosa que suene a infierno suele omitirse hoy en día. Sin embargo, la sustancia de ese artículo de fe consiste en que Cristo ha venido a salvarnos del infierno, que es la consecuencia de nuestros pecados. Y no sólo a nosotros, sino también a los hombres que vivieron antes de su venida, desde Adán, y que esperaban la venida de Cristo porque ni ellos ni nosotros podemos alcanzar la salvación por nuestras propias fuerzas.

Es el Señor quien, por pura misericordia, nos abre el camino hacia el cielo. Todo es gracia. Por eso el crucifijo, con los huesos de Adán, es nuestra bandera. Aun a riesgo de que nos tomen por piratas.