¿Qué tienen en común Amur
No, no es una adivinanza ni vale responder que los dos empiezan por A.
Según nos cuentan diversos artículos de Religión Digital, hace semanas ya que en Amurrio y en Albuñol los feligreses están revueltos por los traslados de sus respectivos párrocos. En este tiempo, se han producido en ambos pueblos recogidas de firmas, encierros, protestas, huelgas de hambre, incluso se boicotean los sacramentos.
No han sido los primeros pueblos en los que sucede esto, ni serán los últimos. Es de suponer, en estos casos, que los párrocos habrán hecho, sin duda, muchas cosas buenas que les han granjeado el cariño de la gente y los feligreses no desean que los trasladen a otras parroquias.
Es perfectamente saludable y natural que la gente de una parroquia coja cariño a sus sacerdotes. Sin embargo, algo más tiene que haber detrás de estos acontecimientos. En efecto, en miles de parroquias de España, hay multitud de curas que se ganan el cariño de sus feligreses, pero no suceden estas cosas cuando se van. La gente llora, hace regalos, prometen tener al antiguo párroco en sus oraciones, le piden que no se olvide de ir a visitarlos de vez en cuando… y reciben con cariño al nuevo sacerdote que les envía la Iglesia.
No me voy a meter en las causas de esta situación, que serán complejas y distintas para cada pueblo y mucho menos en quién tiene la culpa. El problema puede haber sido creado por muchos factores, diferentes en cada caso: el cariño natural de los feligreses por el párroco, las expectativas creadas, malas experiencias del pasado, ideologías no eclesiales, actitudes poco razonables y muchos otros. Sin embargo, la solución está siempre en manos de una sola persona: el sacerdote en cuestión.
Cuando los feligreses, movidos por el afecto que sienten ante el párroco, se molestan por su traslado, es el propio sacerdote el que tiene la misión de hacerles ver la Voluntad de Dios en esos acontecimientos. Precisamente porque sus feligreses le quieren, es el más indicado para explicarles que el nuevo sacerdote, sea quien sea, será una gracia de Dios para ellos, porque todo sucede para el bien de los que aman a Dios. Es un buen momento para recordarles que a quien verdaderamente no deben perder en su pueblo es a Jesucristo. También convendría explicarles que el auténtico pastor de una diócesis es el obispo y los sacerdotes lo son por delegación suya y en obediencia a él.
La tentación de no actuar así es grande, porque las movilizaciones para que un sacerdote se quede en su parroquia constituyen un halago para ese sacerdote difícil de rechazar. Es más fácil “dejarse querer”, aunque sea a costa de dañar el sentido de Iglesia universal de esa comunidad y de ser causa de escándalo para los no creyentes. Sin embargo, como Cristo a Pedro, que también tenía buena intención, puede que tenga que decir a su feligresía: Apártate de mí, Satanás, porque piensas como los hombres y no como Dios.
Es necesario que los sacerdotes sean muy firmes en estas cosas, ya que, de lo contrario, en esos pueblos no se habrá anunciado verdaderamente a Jesucristo, sino al cura A que es muy marchoso o al Padre B que es un santo. La gente se habrá quedado con el mensajero, en vez de con el mensaje.
En la Iglesia, desde el Papa hasta el último catequista, pasando por todos los obispos, sacerdotes y religiosos, deben poder decir, con sinceridad: Conviene que yo disminuya para que el crezca. Lo que verdaderamente tienen en común Amurrio y Abuñol es que la salvación no la van a encontrar en tener un cura u otro, sino en un solo Señor Jesucristo.
7 comentarios
El problema está en que ahora prima mucho el sentimiento sobre otros aspectos.
Como bien dices, los sentimientos son algo bueno y deben estar presentes, pero el problema es que, cuando no hay "sustancia" de verdadera vida cristiana, los sentimientos se hacen los amos (o, mejor dicho, los tiranos).
Lo cierto es que es un tema interesante el de los traslados, porque hay bastantes razones en pro y en contra.
A favor de la norma actual de que los párrocos no pasen habitualmente más de 7 años en la misma parroquia me parece que está que así se evita el peligro de instalarse en lo cómodo. En ese sentido, el sistema antiguo, en el que los párrocos ganaban "en propiedad" sus parroquias por oposición, me resulta algo peligroso (en teoría, porque yo no lo he conocido).
En contra, yo veo el problema de que cada sacerdote nuevo que llega a una parroquia tiende a querer cambiarlo todo, para hacerlo a su estilo, lo cual desorienta bastante a los feligreses.
La verdad, no llego a tener una opinión definida sobre el tema.
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