¿Por qué hacer sufrir a la sal?
Hace unos días, recogí una noticia sobre un grupo ecologista que, para evitar sufrimientos a las vacas lecheras, propuso que los helados se fabricasen con leche materna humana. Uno de los lectores, Luis, se imaginaba el magnífico artículo que Chesterton habría escrito con un tema como éste y lamentaba su ausencia.
Chesterton debe de estar ahora disfrutando del Banquete del Reino de los Cielos y, probablemente, tirando migas de pan a otros convidados o recitando algún poema de su invención, de modo que no está disponible para escribir el artículo que quería Luis. Les ofrezco, sin embargo, lo más parecido que he podido encontrar: unos irónicos párrafos escritos por Chesterton sobre las extravagantes ideas que traería el futuro, en su libro El Napoleón de Notting Hill.
La noticia del otro día muestra con claridad que los despropósitos que son capaces de defender los seres humanos superan cualquier posible predicción, por muy fantasiosa y extravagante que sea, como afirmaba Chesterton en su libro. A pesar de haber sido traducidos a vuelapluma por su seguro servidor, espero que disfruten de estos párrafos y les recomiendo que lean el libro entero que, a mi juicio, es uno de los mejores de su autor.
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[…] También existía la escuela contraria. El Sr. Edward Carpenter opinaba que, en muy poco tiempo, volveríamos a la Naturaleza y viviríamos con sencilez y tranquilidad, como los animales. A Carpenter le siguió James Pickie, Doctor en Teología (de la Universidad Pocahontas), quien afirmó que los seres humanos se beneficiarían inmensamente si comenzasen a pastar o a masticar su comida lenta y continuamente, como las vacas. Según dijo, había obtenido resultados muy prometedores, haciendo que una serie de habitantes de la ciudad se pusieran a cuatro patas en un prado cubierto por chuletas de ternera.
Mientras tanto, Tolstoi y los Humanitarios afirmaron que el mundo se estaba hacienda cada vez más misericordioso y, por lo tanto, ya nadie desearía la muerte de otros. El Sr. Mick, por su parte, no sólo se hizo vegetariano, sino que terminó por declarar que el vegetarianismo era algo superado (“por derramar”, según decía elegantemente, “la verde sangre de los animales sin voz”) y predijo que los seres humanos, en una época mejor que ésta, se alimentarían únicamente de sal. En respuesta, llegó, desde Oregón (donde habían llevado a la práctica la propuesta), el panfleto titulado “¿Por qué hacer sufrir a la sal?” y siguieron aumentando los problemas.
Otras personas, por su parte, predecían que los lazos de parentesco se harían más estrechos y poderosos. Cecil Rhodes especuló que lo único que realmente persistiría en el futuro sería el Imperio Británico. En consecuencia, una gran brecha, similar a la existente entre el hombre y los animales inferiores separaría a los habitantes del Imperio de los que vivían fuera de él, a un chino de Hong Kong de un chino de otros lugares, a un español del Peñón de Gibraltar de uno del resto de España.
A su vez, el impetuoso amigo del Sr. Rhodes, el Dr. Zoppi (conocido como el “Pablo del Anglosajonismo”) fue aún más lejos al defender que, como resultado de los postulados de su amigo, el canibalismo sólo se consideraría tal si se devoraba a un miembro del Imperio, mientras que los pueblos sometidos deberían, simplemente, ser sacrificados sin un sufrimiento innecesario. Su horror ante la mera idea de comerse a un habitante de la Guyana Británica mostraba claramente que los que afirmaban que no tenía sentimientos habían malinterpretado su estoicismo. Según se dice, tuvo que sufrir grandes penalidades, ya que, al vivir en Londres, cuando intentó poner en práctica sus ideas, tuvo que alimentarse únicamente de organilleros italianos. Y más terrible aún fue su final, porque, cuando acababa de empezar su experimento, Sir Paul Swiller leyó su impresionante discurso en la Royal Society, en el que demostraba que los salvajes no sólo hacían muy bien al comerse a sus oponentes, sino que además actuaban moral e higiénicamente, ya que las cualidades de sus enemigos, al ser devorados, pasaban a la persona que los había devorado. La idea de que la naturaleza de un organillero italiano crecía y se desarrollaba irresistiblemente en su interior fue más de lo que pudo soportar aquel anciano y bondadoso profesor.
Gilbert K. Chesterton
18 comentarios
Y ya que estamos, les recuerdo que G.K.C. tiene abierta su causa de canonizacion, a pedido de un grupo de argentinos. Si le ha tocado a Newman, ¿por qué no al Gordo?
"Cuando no se cree en Dios, no es que no se crea en nada, sino que se cree en cualquier cosa"
Por si te sirve para otro día, otro artículo, al leer el título creí que escribías sobre el sentido del sufrimiento inmerecido, injusto. Lo interpreté como ¿por qué hacer sufrir a quienes son la sal del mundo?.
Incluso coincide con varias lecturas señaladas para estos días previos (el Libro de Job).
Seguramente la etiqueta de católico suprime de la crítica literaria al autor.
No veo otra explicación.
Saludos
Sin duda, Chesterton merece la pena. No te lo pierdas. Tanto las obras más literarias, como el Napoleon de Notting Hill, como las de ensayos: todas son estupendas.
Muchas gracias por tu felicitación. Pues sí, San Bruno era de Colonia. Fue el fundador de los cartujos. Tendré que poner algo de él un día de estos para celebrar su fiesta.
M.A. Labeo:
Muchas gracias a ti también. Me apunto lo del título e intentaré escribir un artículo con él. Aunque sólo sea para arañar la superficie de un tema tan profundo y difícil como es el del sufrimiento.
No me extrañaría nada que le canonizasen. De hecho, en algunas cosas me recuerda mucho a Santo Tomás: no se enfadaba por nada y siempre era capaz de buscar la parte buena de lo que decían sus adversarios.
En cualquier caso, no sería un santo muy habitual (lo cual, en mi opinión, sería una ventaja añadida).
Muy bueno lo de que especies tan "mentalmente espesas" como los ecosofistas deberían haberse extinguido. Me lo apunto para alguna vez que hable del tema.
La Taberna Errante (The Flying Inn) es justo el último libro de Chesterton que he leído. Me ha gustado mucho, aunque yo recomendaría otros como primer libro de Chesterton que leer (debe de ser estupendo no haber leído nunca a Chesterton y descubrirlo un día).
Unitas:
Gracias por el "piropo" de compararnos con Chesterton y Messori. Como es lógico, no llegamos al nivel, pero hacemos lo que podemos.
Pero y si aún asi fuera,¿cómo iban a sacar toda la leche necesaria para los helados de las "ubres de las mujeres?
¿O es que tendrían que estar dando leche todas las mujeres del mundo durante toda su vida? Y para conseguir esto ¿No tendrían que dejar de amamantar a sus hijos? y no tienen que sufrir primero las molestias y dolores del embarazo y del parto? Supongo que los promotores de ésta idea han sido alimentados con leche de chichinabo
por el evidente déficit de neuronas aceptablemente sanas.Por lo que deduzco que la noticiasólo tiene gracia como broma.
Un beso a mikiman95 ;)
Sorry, no había firmado como mikiman95
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