¡CHOF!

Hace un par de días, en el excelente blog , de Luis Fernando Pérez Bustamante, se planteó en los comentarios una cuestión que, a mi juicio es fundamental. No es un tema puramente abstracto, sino que va al núcleo del problema fundamental de cierta comprensión, muy extendida, de la democracia actual.

La discusión versaba sobre la verdad objetiva, el relativismo, etc. Uno de los comentaristas (Terraneus) afirmó que nuestro conocimiento siempre es subjetivo y, por lo tanto, dudoso. Para él, pensar lo contrario es equivalente al integrismo, porque el respeto a la libertad de los demás se fundamenta en que nunca podemos estar seguros de lo que creemos. Por lo tanto, no se puede imponer nada a los demás, ya que nuestras opiniones son dudosas.

A mi (falible) entender, esta idea es un sofisma.

No se puede basar la tolerancia, las libertades o, en general, los derechos humanos, en que, como todos nos podemos equivocar, nadie puede imponer sus ideas.

La dificultad fundamental estriba en que esa duda de la que habla Terraneus debería extenderse a absolutamente todos los conocimientos humanos. Por lo tanto, es evidente que debería aplicarse también a la propia afirmación de que todo conocimiento es subjetivo y, por lo tanto, dudoso. Desde esa postura, no podríamos estar seguros de que el conocimiento de todas las personas sea dudoso: podría haber alguien que tuviera un conocimiento mejor, más directo y absolutamente cierto de la verdad. Por lo tanto, desde esa postura, imponer a todas las personas la prohibición de imponer sus opiniones sería absurdo, ya que no podríamos tener la certeza de estar haciendo lo correcto. Por supuesto, a esta afirmación también se le podría aplicar esa duda y así ad nauseam.

Basta, que esto fatiga. Es suficiente decir que la duda en sí sólo sirve de fundamento para un comportamiento “vegetal”, es decir, para abstenerse de cualquier acción. En cualquier caso no es un buen fundamento para los derechos del hombre.

Un ejemplo quizás sea más claro. Es evidente que mi respeto por los derechos de los demás supone la creencia firme de que yo existo y que también las demás personas existen. ¿Es posible dudar de ello? Sí. De hecho, varios filósofos, como Fichte, han dudado de la existencia de las demás personas o, incluso, la han negado. Sin embargo, mi relación de respeto con esas personas se basa en la certeza de que existen y no en la posibilidad de la duda sobre su existencia.

Como parece que está claro que la duda individual no es un fundamento firme para los derechos de nadie, los defensores de la duda intentan una nueva estrategia: si todos nos convenciéramos de que nuestro conocimiento es subjetivo y, por lo tanto, dudoso, nadie impondría sus ideas a los demás (…y seríamos felices y comeríamos perdices).

A estas alturas, los lectores se estarán preguntando el porqué del título de este artículo. Lo cierto es que se debe al ejemplo que me ha venido a la mente al comenzar a cavilar sobre este tema. Al pensar en que sobre la duda no se puede sostener nada sólido y menos aún sobre la duda extendida a toda la humanidad, me he imaginado una historieta. En ella, Ruperto, un imaginario defensor de la duda como fundamento de los derechos, va de viaje en avión. En un momento dado, el piloto anuncia que el avión se va a estrellar y Ruperto, muy seriamente, se agarra del cuello de la camisa y empieza a tirar hacia arriba con todas sus fuerzas esperando salvarse. Los demás pasajeros le miran impacientes y dicen: “¿Qué haces? ¿No te das cuenta de que así no puedes conseguir nada?”. Ruperto, que tiene pocas ideas pero muy confusas, se pone a pensar un momento y dice: “Es verdad, pero el problema está en que sólo lo hago yo. Si todos colaborásemos en esto, podríamos salvarnos”. Como sucede a menudo, una idea expresada con convicción, por muy absurda que sea, convence fácilmente a los que están deseando que les convenzan, así que todos los pasajeros se agarran de sus respectivos cuellos de las camisas y tiran fuertemente hacia arriba. El final de la historieta es, como quizá habrán adivinado, el título del artículo.

El único fundamento firme para el respeto a la libertad humana es la verdad. En este caso, la verdad de la dignidad de las personas, querida por Dios. Hemos sido creados libres y privarnos de esa libertad fundamental, excepto en casos excepcionales, es erróneo y contrario a la Voluntad de Dios.

El reconocimiento de la imagen de Dios que se encuentra en cada hombre nos da la clave para respetar siempre y en todas las cosas su dignidad, suceda lo que suceda. La verdad sí que es un fundamento seguro, que se mantiene en su sitio y al que podemos agarrarnos en medio del fragor de modas, presiones, ideologías, pasiones o intereses.

El hecho de que nuestro conocimiento de la verdad sea, por definición, subjetivo, no impide que sea un conocimiento objetivo. La idea de que subjetivo y objetivo son conceptos incompatibles es una falacia, aunque de venerable antigüedad. En su forma moderna, la originó Descartes, que decía que no podíamos fiarnos de nuestros sentidos porque, a veces, nos engañan (cómo el caso del palo que parece roto dentro del agua). Sin embargo, nuestros sentidos no pueden engañarnos porque no son personas, lo único que puede suceder es que los interpretemos mal, como en el caso del palo en el agua. Nuestro conocimiento de la verdad siempre es subjetivo en el sentido de que es “nuestro”, pero eso no elimina en nada su objetividad, es decir, su referencia al mundo real: yo (sujeto) conozco la verdad (objeto). Subjetivo y objetivo no sólo son compatibles, sino que son parte necesaria de cualquier conocimiento.

En conclusión, creo que no debemos respetar la libertad y el resto de derechos de los demás por inseguridad, sino por la certeza de que eso es lo bueno, lo adecuado a la dignidad humana y, en definitiva, lo que Dios quiere. La inseguridad sólo puede fundamentar derechos inseguros en una sociedad que ha vuelto colectivamente a la adolescencia y que, de seguir así, terminará estrellándose como el avión de la historieta. Una vez más y citando a alguien que sabía de lo que hablaba: la Verdad nos hará libres.

12 comentarios

  
Bruno
Estimado Terraneus:

Me resultó tan interesante lo que decías en el comentario aquel en el blog de Luis Fernando (aunque, obviamente, no estaba de acuerdo con ello) que me ha parecido materia apropiada para un artículo entero.

Espero que lleguemos a ponernos de acuerdo sobre este tema. En cualquier caso, siempre es un placer discutir contigo, porque se nota que buscas sinceramente la verdad.

Por cierto y no sea que los malintencionados piensen otra cosa, "Ruperto" no tiene nada que ver contigo.

Un saludo.
18/07/07 3:14 PM
  
Carmen Bellver
Gracias Bruno, como siempre completas con tus acertados comentarios, lo que apenas son esbozos de mi parte. Hoy podríamos, una vez más, juntar ambos blogs. Sugieron que te lean para completar mi intervención
18/07/07 4:51 PM
  
taxista
Interesante diálogo, que toca en mi opinión cerca del fondo de la cuestión tan de actualidad absoluto/relativo.
Mi síntesis personal es que, efectivamente, subjetivo no se opone a objetivo, pero claro, dentro de una terminología y contexto como muy escolástico, que es donde vale también esa refutación del tipo "retorqueo argumentum ad nauseam".
18/07/07 6:12 PM
  
taxista
Pero podemos considerar el tema de como llegamos a la verdad desde el punto de vista de cómo somos los humanos, qué capacidades y límites tenemos.
Opino así que el conocimiento de la verdad es un proceso dimámico y vital. Aunque seamos imagen de Dios, no somos Dios, y nuestra capacidad de conocimiento está mediada no solo por los sentidos, sino también por sus límites y los de la razón, por nuestras circunstancias, intereses, contexto cultural y colectivo. De aqui la necesidad de la tolerancia, del diálogo, de ir llegando a grandes acuerdos. Nuestra verdad es intelectual y emocional, subjetiva y colectiva. Y nosotros, tal vez aquí ejerzamos de imagen de Dios, contribuimos a la creación y desvelación de la verdad.
18/07/07 6:19 PM
  
Luis Fernando
A ver qué dice Terraneus. Estaremos atentos.
18/07/07 6:38 PM
  
Bruno
Carmen:

Es verdad que muchas veces coincidimos en temas relacionados y, también, que los tratamos de forma complementaria, de lo cual me alegro especialmente.
18/07/07 7:04 PM
  
Bruno
Taxista:

Lo cierto es que la referencia a que somos imagen de Dios pretendía fundamentar nuestra dignidad y nuestros derechos, no nuestra capacidad de conocimiento, aunque sin duda conocimiento e imagen de Dios están también relacionados, como tú dices.

Una precisión, creo que habría que decir que nuestro conocimiento está mediado por nuestros sentidos, restringido a los límites de nuestra razón e influido por circunstancias, intereses, contexto cultural, etc. Sólo lo primero es mediación del conocimiento, lo demás son cosas que lo afectan, pero no medios.

En lo demás, creo que hay que decir que intelectualmente nos acercamos a la verdad, emotivamente a la belleza y mediante la voluntad al bien y que estos tres caminos, como decía la escolástica, convergen.
18/07/07 7:21 PM
  
Bruno
Taxista (II):

En lo que no coincido es en eso de que "creamos" la verdad. De hecho, no sé muy bien a qué te puedes referir.

Gracias por tu comentario.
18/07/07 7:29 PM
  
Bruno
Conviene echar un vistazo a esta dirección del blog de Sor Lucía, por si alguien puede ayudar:

Pulsar aquí
18/07/07 8:39 PM
  
Montaraz
La referencia a Descartes es clave. Desde René la modernidad busca la certeza del conocimiento en la propia razón, criterio único de verdad. Este criterio se subjetivizó por completo con Kant. Para él el hombre crea el objeto del conocimiento (no la verdad, taxista)
El final de este camino es claro. El hombre no puede conocer nada con certeza. Y al final, la verdad es inaccesible al hombre.
De aquí las soluciones son dos:
- Habermas y el consenso como criterio, no de verdad sino de convivencia.
- Nietzsche y todos los voluntarismos que en el mundo son.
Se niega la verdad, no queda más que el consenso o la imposición del más fuerte.
18/07/07 10:41 PM
  
Bruno
Montaraz:

Yo, lo que temo es que el paso de la primera a la segunda solución se realiza muy fácilmente. Una vez que no hay criterio de verdad, las pasiones nos llevan, tarde o temprano, a imponer a los demás nuestros criterios.
19/07/07 12:27 PM
  
Bruno
Sofía:

Tienes una curiosa habilidad para tocar el núcleo de los asuntos.

Hay Verdad y verdades. Sólo Jesucristo es la Verdad. Incluso la doctrina de la Iglesia son verdades que apuntan a la única Verdad.

Precisamente, por amor a la Verdad no podemos imponer las verdades (aunque lo sean).

Dios mismo decidió hacer una "locura" y crearnos libres, por eso sus Hijos debemos aceptarlo y no intentar enmendarle la plana al Señor. Él ha querido que proclamemos y no impongamos.
19/07/07 3:32 PM

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