Escudos episcopales
Ayer, consultando la página web de una diócesis, me resultó interesante ver el escudo episcopal de su obispo. Si curiosean un poco por las páginas de las diócesis españolas, verán que es habitual en ellas mostrar el escudo elegido por sus obispos y explicar el simbolismo que encierran.
No sé que pensarán los lectores de los escudos episcopales. A primera vista, puede parecer una costumbre obsoleta, un resto de tiempos pasados sin mucho sentido hoy en día. Quizá incluso se podría considerar como un signo inapropiado de ostentación por parte de los obispos, llamados a ser siervos del Pueblo de Dios. Después de todo, estos emblemas eran escudos nobiliarios en los tiempos en los que los obispos, por razón de su cargo, eran considerados miembros de la nobleza.
Sin embargo, al ver el escudo de algunos obispos, no he podido evitar ir con el pensamiento más allá de los antiguos escudos nobiliarios, hasta el verdadero origen de los mismos. A fin de cuentas, un escudo episcopal no deja de ser un escudo, por muy episcopal que sea. Igual que aquellos escudos en los que los caballeros de antaño pintaban sus propios colores, como un desafío y una proclamación de quiénes eran, para que los que luchasen contra ellos supiesen a quién se estaban enfrentando. En cierto sentido, eran su bandera particular, pero a la vez servían de modo real como protección para la lucha.
Todo esto me ha recordado que la vida cristiana es un combate. En el Apocalipsis, Jesucristo es representado como un Cordero que ha sido sacrificado por nosotros, el símbolo de la mansedumbre más extrema. Sin embargo, también se le presenta como aquel que monta en el caballo blanco, el Rey de Reyes y Señor de los Señores, cuyos ojos son llamas de fuego y que lleva una espada afilada y un manto empapado en sangre. Es el que juzga y combate con justicia, seguido por los ejércitos del cielo, vestidos de lino blanco puro, sobre caballos blancos.
Esa lucha no es algo propio únicamente del Señor, que nosotros podamos contemplar repantingados en nuestros sillones. El dragón, vencido por Cristo y que no pudo alcanzar a su Madre, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. Un obispo, o es ante todo alguien que mantiene contra viento y marea el testimonio de Jesús, o no es nadie. Por eso me parece extrañamente adecuado que un obispo tenga un escudo como emblema, para que le recuerde a él y también a nosotros que está llamado a participar en esa lucha. Está llamado a dar la vida, gastándose y desgastándose por sus diocesanos, a combatir el combate de la fe.
Juan Pablo II, con su sencillísimo escudo con la cruz de su Señor y la inicial del nombre de su Madre, estaba enviando un claro mensaje al mundo: ésta es mi bandera, esto es por lo que lucho. Mejor aún: esto es lo único por lo que de verdad merece la pena luchar en esta vida. Él, que llevó audazmente el evangelio a todos los rincones de la Tierra, quizá nunca sostuvo con más vigor ese escudo que cuando humanamente le fallaban las fuerzas y apenas podía levantar su cabeza. Te basta mi gracia. La fuerza de Dios se manifiesta en la debilidad.
Cada obispo español titular de una diócesis debe tener, supongo, su propio escudo o emblema episcopal. Quizá los lectores puedan comentar el de sus obispos o alguno que les haya gustado en especial. Yo me he fijado en particular en el de Monseñor Munilla, que es sencillísimo, pero muy apropiado. Un Corazón de Jesús, con las palabras que tantas veces habrá repetido este obispo: En ti confío. Me parece un emblema inmejorable para un obispo. Él mismo explicó esta elección, poco antes de su ordenación episcopal, como una muestra de su convicción de que Dios le había llamado a transmitir algo que le superaba por completo. Por eso mismo, “por mucho que veamos con preocupación que la Iglesia es zarandeada al navegar con vientos contrarios como un cascarón de nuez en medio de aguas turbulentas; sabemos con certeza que Cristo es quien pilota esta barca de Pedro. Por ello, con la asistencia de su gracia, puedo decir que no tengo miedo”.
Espero que tengamos en España muchos obispos inteligentes, diplomáticos, grandes teólogos, amables, cercanos y simpáticos, pero sobre todo deseo que, si Dios quiere, tengamos obispos humildes, conscientes de su debilidad y que no se prediquen a sí mismos, sino que nos proclamen al único Señor Jesucristo. Unos confían en sus carros, otros en su caballería, nosotros invocamos el nombre del Señor, Dios nuestro.
20 comentarios
El de mi diócesis tampoco sé a qué corresponde. Pero creo que es un problema de comunicación, bastaría con aportar datos en la página del arzobispado. Y así podríamos saber cuál es el lema de cada obispo.
En fín, ha sido entretenido saber algo de esos temas.
¿Tú eres de la diócesis de Valencia, no? Sobre el lema del arzobispo he encontrado esto:
"Doy continuas gracias a Dios por su fidelidad y por su misericordia hacia su indigno siervo. Mi lema episcopal dice «in nomine tuo laxabo rete», en tu nombre echaré mis redes, y este gesto resume el sentido de mi vida sacerdotal: trabajar por la Iglesia consciente de que el Señor está con nosotros y Él es el que se encarga del fruto."
En cambio, el escudo, que sale en la página de la diócesis, no lo he encontrado explicado en ningún sitio.
Un cristiano, desde el neonato al papa, únicamente tiene o debería tener por escudo su fe, y si se pide alguna representación gráfica, para eso está la cruz, que nos une.
Todo lo demás son chorradas, que impiden contactar con las almas sencillas.
Abrazos para todos.
Entiendo que les disgusta lo de los escudos, pero no dan ningún argumento en contra. Si es sólo cuestión de gustos, el mismo valor tiene el gusto de uno que el de otro.
En cuanto a lo de las "representaciones gráficas", ya se discutió esa cuestión en el II Concilio de Nicea (en el s. VIII) y lo que se vio es que las imágenes y los símbolos son una ayuda para nosotros, que nos ayuda a elevar el corazón a Dios y a comprender las cosas de la fe, de un modo especial para la gente sencilla. El mismo Jesús llenó sus parábolas de imágenes gráficas: el pan, la viña, los jornaleros, la casa, etc., porque sabía que no somos ángeles y necesitamos lo material para llegar a lo espiritual.
Coincido contigo. En ningún momento he despreciado el valor de esos símbolos que los obispos escogen para sí mismos.
Igual que en otro tiempo el Rey otorgaba a los caballeros imágenes y divisas para su escudo, como recuerdo de hazañas o sucesos, los obispos de hoy suelen recordar en sus escudos las gracias especiales que Dios ha puesto en sus vidas o la misión que les ha encomendado.
El escudo de tu arzobispo me parece un poco recargado, pero la verdad es que, en estas cosas, lo importante está en el significado de los símbolos. Como no he podido encontrar en ningún sitio ese significado, he enviado un correo electrónico a la archidiócesis valenciana pidiendo que me lo expliquen.
Si me contestan, ya te contaré.
Me ha resultado "curioso" el de mi diócesis (soy de la de Valencia). No me lo esperaba así.
Coincido contigo en que, si no es conocido, el escudo no sirve de mucho. Por eso me ha sorprendido que en tu diócesis no se explique su simbología y las razones por las que lo ha elegido así vuestro arzobispo.
Lo del lema (que es bastante revelador y a mí me ha gustado) no estaba tampoco en la web de la archidiócesis, sino en una entrevista que hicieron al arzobispo con ocasión de la visita del Papa.
He intentado mostrar en el artículo que el carpintero de Nazaret es también, según la Escritura, el Rey de Reyes y Señor de los Señores, el jinete que monta en el caballo blanco, con el manto tinto en sangre y que lleva una espada afilada para herir... y creo que un escudo no desentonaría en absoluto con él.
¿No le parece?
He estado buscando su escudo y no lo encontraba por ninguna parte, hasta que he visto el boletín de la ANE y allí aparecía, es una cruz, tiene una leyenda, pero es tan pequeñita que no he podido leerla. Me da la impresión que no desea usarlo.
Yo creo que toda persona debe tener una divisa, no por prurito nobiliario o por arcaismo, sino para que recuerde siempre a lo que aspira, o lo que desea, y presentarse así ante los demás.
Sin embargo y reflexionando sobre ello, creo que puede ser interesante sino tanto como escudo si como enseña, como lema, creo que todo el mundo, y especialmente los que poseemos algun tipo de ideología ya sea de orden religios o de cualquier otro orden (no material), deberíamos de tener un lema en la vida, un lema que nos sirviera para trabajar, para desarrollarnos, como objetivo de nuestro quehacer.
El hecho de que luego ese lema pueda ir inscrito o acompañado de un dibujo alegórico, puede ser accesorio, pero lo cierto es que como decía no parece tan mala idea si nos resulta útil.
La parte de la publicidad que pueda tener, creo que es harina de otro costal, a mi entender ese lema debería ser propio, personal y casi confidencial, que su...
Estoy de acuerdo en prácticamente todo. La única matización que haría es que, en el caso de los obispos, que son personajes públicos y, en muchos casos, representan a la Iglesia a los ojos de la sociedad, ese lema privado puede tener un componente importante de anuncio público del Evangelio.
En otros casos, coincido en que debe ser algo más bien personal.
Un saludo.
Mi mujer y yo, al casarnos, elegimos un versículo de la Escritura como lema, que nos ayuda en momentos difíciles. Con gran sorpresa de muchos, lo incluimos en las invitaciones de la boda.
Gracias por mantener mi comentario sobre la Heraldica Episcopal por algun tiempo. Les ruego lo retiren de la seccion "comentarios"; pues no quero que sea interpretado como un acto indirecto de imposicion.
En Cristo
Mons. Hermogenes R. Rizo
Ecclesia Catolica Ecumenica Christi en USA.
Miami, Fl. 26 de Diciembre de 2007
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