En el nombre de la democracia
El sábado me fijé en un artículo de Joan Tapia publicado en El Periódico y que reproducía Rumores de Ángeles, titulado “El mitin de los obispos”. Supongo que resulta evidente que se refería a la celebración que tuvo lugar el día de la Sagrada Familia en Madrid. El artículo me pareció, la verdad, bastante superficial, pero hubo una expresión que me llamó especialmente la atención y se me ha quedado grabada. El articulista, en referencia a las palabras del Cardenal de Valencia sobre la disolución de la democracia, advertía a los obispos del peligro de “usar el nombre de la democracia en vano”.
La expresión me recordó enseguida al segundo mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano.
No creo que el articulista lo dijera como una blasfemia, pero la frase me ha parecido una expresión significativa de lo que ha sucedido en los últimos años en nuestra sociedad. Se ha producido clarísimamente una deificación de la democracia, que ha colocado a ésta por encima del bien y del mal, de lo verdadero y de lo falso, de lo justo y lo injusto y por encima de Dios.Aparentemente y según el pensamiento de una gran parte de nuestros políticos, el consenso social y las mayorías parlamentarias permiten justificar cualquier comportamiento, por aberrante que sea. Incluso hace que sean aceptables crímenes nefandos. Si una mayoría suficiente lo aprueba, podemos o podremos asesinar a nuestros hijos en el vientre de sus madres (especialmente si tienen algún defecto físico o psíquico que los haga “indignos de vivir”), acabar con la vida de nuestros ancianos en sus lechos o utilizar seres humanos en el laboratorio como conejillos de indias para experimentar. Y todo ello en el nombre de la democracia.
Lo verdaderamente grave no es la equivocación de buena fe al aprobar una u otra ley, sino que se pretende que la definición de lo bueno y lo malo es lo que aprueben en cada momento las mayorías, sin ninguna referencia a la bondad y maldad objetivas. La democracia ya no está sujeta a la Verdad, sino que la Verdad debe someterse a lo que afirmen las mayorías. Es decir, la democracia se pone en el lugar de Dios, se hace absoluta y se convierte en un ídolo. Como sucede con todas las cosas buenas, cuando las idolatramos y las ponemos en el lugar de Dios, terminan por corromperse y esclavizar al hombre. Y tú, Cafarnaum, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el infierno te hundirás!
Nuestra democracia está enferma de gravedad. Como los autobuses y los trenes siguen circulando, la bolsa prosigue su actividad y las mil y una actividades de la vida moderna continúan en marcha, podemos engañarnos pensando que todo va bien, pero nuestra sociedad sufre un cáncer profundo y muy grave. Cuando las leyes permiten que se asesine a millares de niños todos los meses, la legitimidad de esas leyes y de los poderes que las promulgan y defienden cae por los suelos. El Estado se convierte en una amenaza para la vida, en lugar de en un defensor de la misma. Ése es, creo yo, el sentido de las palabras del cardenal García-Gasco, al hablar de que ciertas leyes y políticas sociales conducen directamente a la disolución de la democracia.
Se podrá afirmar que estas leyes y políticas han sido aprobadas por el Parlamento y, por lo tanto y en última instancia, por el pueblo español. Sin embargo, eso no disminuye la gravedad, la injusticia o la irracionalidad de las mismas, sino que más bien hace que aumenten. Las masas pueden tiranizar igual que el más despiadado de los tiranos, cuando no respetan los derechos de los que no tienen voz, con el agravante de que no podemos echar la culpa a otros, sino que esa culpa afecta a la nación entera.
Dentro de algunas décadas, nuestros hijos (los que sobrevivan a la matanza de inocentes de nuestro tiempo) hablarán de esta generación avergonzados y en voz baja, como lo hacen los alemanes de hoy al hablar del tiempo de los nazis. Y con mucha más razón. Se preguntarán: ¿Cómo pudo una nación entera abandonar a Dios y postrarse ante el ídolo de una democracia deificada? ¿Cómo pudieron tolerar la abominación del sacrificio de niños en los altares de la comodidad, el bienestar económico y la liberación sexual? ¿Cómo llegaron a creerse los dueños de la vida y de la muerte, del bien y del mal? …y no encontrarán más respuesta que el silencio y la vergüenza.
Hoy, en cambio, ante esta idolatría de la democracia de terribles consecuencias, la Iglesia no puede permanecer en silencio. No puede dejar de advertir a los hombres de nuestro tiempo que ese camino conduce a la muerte. Como viene haciendo desde hace más de tres mil años, la Iglesia proclama hoy su profesión de fe en el único Dios verdadero, ante el cual los ídolos no son más que apariencia: Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es un solo Dios. Amarás al Señor tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.
12 comentarios
Esto es lo escrito por nuestro presidente, pero no es patrimonio exclusivo suyo. Es una idea muy extendida. Lo que se hace por consenso necesariamente está bien. Creo que es una máxima muy extendida hoy en día.
Que Monseñor Rouco dijera que estábamos ante un proceso atrás de los derechos humanos, tiene toda la razón viendo la matanza de inocentes, 100.000 en un año, bajo las leyes de una democracia.
Que la familia es atacada, es una verdad, nos atacan desde las leyes educativas, el cambio del código civil para que no podamos ni dar un cachete educativo a nuestros hijos, las trabas que se nos ponen a diario a la familia y las facilidades para destruirla con la ley del divorcio express y algunas más.
La democracia no es más que un mecanismo de elección. Es buena en cuanto sirve al bien y a la justicia, no es buena en sí misma.
Me alegro de ver que eres optimista. Porque dices que dentro de unas décadas nuestros hijos sentirán vergüenza. Eso ya es bueno, si no la sintieran sería peor. Yo también soy optimista. No todo el mundo es España. En EEUU parece que se invierte la tendencia del aborto y la pena de muerte. Y hay nuevos métodos para obtener células madre sin tener que matar embriones.
Sin duda, creo que la cosa va a cambiar. La moda del aborto (si se puede hablar en esos términos de una cosa tan terrible) pilló "fuera de juego" a los cristianos y a tantísimos hombres de buena voluntad que, antes o después, recapacitarán y reaccionarán contra ella.
Lo mismo sucede con lo de las células madre, que intenta buscar atajos para la investigación, aunque para ello se lesione la dignidad humana. Es una consecuencia del aborto y desaparecerá cuando desaparezca éste.
Vuelvo a animar a los lectores a que me envíen, en correos electrónicos, sus experiencias de evangelización, para publicarlas en el blog.
No tienen porqué ser relatos sorprendentes o dramáticos. Tampoco es necesario que tengan resultados espectaculares o definitivos (como en el caso de Ariane), ya que es evidente que muchas veces el fruto sólo lo ve Dios.
Lo único que importa es que sean reales y personales. Pequeñas historias de compartir la fe en el tren, por la calle, en el trabajo, en Internet, etc., que puedan animar a los que los lean a anunciar a otros a Jesucristo en su entorno.
Sin duda, todos los hombres de la tierra tienen debilidades y pecados y todas las instituciones compuestas por hombres, incluida la Iglesia, tienen y tendrán multitud de defectos hasta el fin de los tiempos.
La Iglesia, en particular, tiene además un especial deber de vivir la santidad, la justicia y el amor a todos los hombres, en consonancia con lo que ha recibido. Por eso debe estar en continua reforma para ajustarse todo lo posible a la Voluntad de Dios. El Papa, además, no puede decidir lo que quiera, sino que actúa como Vicario de Cristo y está sujeto a la Fe de la Iglesia, a la Tradición y a la Escritura.
Dicho eso, en la Iglesia no se asesinan niños por millares, como sucede todos los meses en España con el beneplácito de nuestras leyes y nuestros gobernantes. Creo que, por lo tanto, la Iglesia tiene todo el derecho moral a criticar esta práctica abominable, cuya maldad es difícilmente igualable.
Un saludo.
Temo que todos los partidos con representación parlamentaria en España suscriben hoy, en mayor o menor medida, que absolutamente todo es justificable si la mayoría lo pide.
Relisialbacete:
No puedes dar un azote a tus hijos, pero si decides matarlos antes de que nazcan nadie se meterá contigo. Sería irónico si no fuera tan terrible.
¿Has visto la nueva letra del himno de España? Acaba con "Gloria a los hijos que a la Historia dan justicia y grandeza democracia y paz". O sea, poner al mismo nivel la democracia que la justicia y la paz.
Abundando en lo ya dicho: estoy un poco cansado de que se confundan los valores. Decir que una decisión es democrática no implica decir que es buena ni que es mala. Simplemente informa sobre cómo se ha tomado la decisión. Pero ahora la moda es decir que todo lo "democrático" es bueno. Como se quieren cambiar los valores, hay que inventar algunos nuevos.
Se me acaba de ocurrir un ejemplo. Las plazas para profesor en la universidad antes se conseguían por medio de una oposición. Ahora es con "acreditación". Decir que una plaza es "opositada" o "acreditada" no quiere decir que el que sale es el que más se la merece, y muchas veces eso no ocurre. El decir "opositado" o "acreditado"
no dice más que lo que dice.
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