El test 10 - 100
Como concesión al tiempo veraniego y de vacaciones, quiero proponer un test a los lectores, que podríamos llamar el test 10 – 100. Para no fatigar, se trata de un test muy corto, de una sola pregunta, debiendo elegirse una respuesta, A, B o C.
PREGUNTA: De entre los 10 últimos libros que ha leído, ¿alguno fue escrito hace más de 100 años?
RESPUESTA:
A) Hace tantos años que no leo un libro, que me sería imposible recordar el último que he leído.
Bueno, si lo que tiene es alergia a lo negro, ahora hay pastillas muy buenas para eso. En cualquier caso, anímese y lea algo, hombre, que merece la pena. Lo que sea, que cualquier cosa es mejor que nada (con la probable excepción de un libro de texto de Educación para la Ciudadanía).
B) No, todos eran libros recientes.
No se preocupe. Su “enfermedad” está muy extendida. Probablemente ha sido contagiado a través de la televisión. Tiene grandes posibilidades de desarrollar un síntoma característico: caer en todos los errores de su época.
Leer libros antiguos suelen dar una amplitud de miras que permite evitar ese problema. No es que los libros antiguos no tengan errores, carencias, limitaciones, etc., sino que tienen errores, carencias y limitaciones diferentes que, en buena parte, pueden contrarrestar los actuales.
Si nos limitamos a leer los bestsellers, lo que está de moda, lo último que se ha publicado, quedamos también sujetos a la moda. Esto, que en lo referente al vestido no tiene mayor importancia, en el campo del pensamiento hace que permanezcamos anclados en prejuicios que ni siquiera sabemos que tenemos.
Les daré un ejemplo muy concreto, pero que ilustrará lo que quiero decir. Un prejuicio muy extendido en nuestra época pinta a los indígenas americanos como una sociedad idílica, en armonía con la naturaleza y los unos con los otros. Según este prejuicio, fue la llegada de los españoles la que rompió esta convivencia armoniosa y pacífica de los indios americanos. Pues bien, cualquiera que haya leído, por ejemplo, a Bernal Díaz del Castillo, uno de los compañeros de Cortés, sabrá que no hay nada más alejado de la realidad y recordará escenas terribles de los “pacíficos indígenas” como la siguiente:
.. cuando sacrificaban a algún triste indio, que le aserraban con unos navajones de pedernal por los pechos, y bullendo le sacaban el corazón y sangre, y lo presentaban a sus ídolos, en cuyo nombre hacían aquel sacrificio; y luego les cortaban los muslos y brazos y la cabeza, y aquello comían en fiestas y banquetes; y la cabeza colgaban de unas vigas…
Hay, además, una segunda razón para no limitarse a los últimos libros que hayan salido: Ars longa, vita brevis. La vida es demasiado corta para perderla leyendo al último escritorzuelo de moda. Merece la pena leer lo mejor.
Esto es igualmente válido en todos los campos. Igual que todo filósofo debería leer a Platón para decir menos tonterías (y, por supuesto, a San Agustín y Santo Tomás), también creo que, por ejemplo, todo físico debería leer, al menos una vez, los Principia Mathematica de Newton.
C) Sí, algunos eran libros antiguos.
Enhorabuena, la sabiduría de los siglos está a su servicio.
Observen que hablo de libros antiguos y no, simplemente, de libros viejos. Los que, como yo, disfruten con la lectura pero no puedan permitirse un derroche constante en libros de primera mano, conocerán las múltiples librerías y puestos de libros viejos que hay en Madrid o en la población en la que vivan. Uno de los placeres que acompañan a la lectura consiste en “la emoción de la caza”, la búsqueda de libros que merezcan la pena entre montañas de bodrios infumables. De entre esa multitud de libros viejos, muy pocos llegan a ser libros antiguos. En cien años, se habrán olvidado y habrán desaparecido. Nadie recordará sus argumentos ni a sus autores.
Por el contrario, algunos de esos libros mejorarán con el tiempo, como los buenos vinos, y dentro de quinientos años seguirán siendo leídos y disfrutados, influirán en la historia y en el pensamiento y cambiarán, en muchos casos, la vida de las personas que los lean. Cada uno que lea lo que quiera. Yo tengo muy claro lo que merece la pena.
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Los lectores que hayan elegido la opción C pueden, si quieren, recomendar alguna de esas lecturas con más de cien años (más o menos) a los demás. Yo, por mi parte, voy a recomendar también un libro “antiguo” a los lectores, para que lo lean este verano: el Libro de la Vida de Santa Teresa de Ávila.
Se trata de una autobiografía que escribió por orden de sus superiores. Si la leen, podrán disfrutar de un castellano maravilloso que les hará gustar el Siglo de Oro. Pero no se acaba ahí la cosa, no sólo es un libro escrito por una gran escritora, es un libro escrito por una santa que nos abre los secretos de su vida.
Quizá una de las cosas que llaman más la atención de Santa Teresa es un sentido común muy poco común. Santa Teresa de Ávila es la prueba viviente de que el cristianismo no es una creencia esotérica, sino que los cristianos tienen el corazón en el cielo y los pies en la tierra. La sabiduría humana se encuentra admirablemente armonizada con la sabiduría divina. A fin de cuentas, Santa Teresa fue, con Santa Catalina de Siena, una de las dos primeras mujeres en ser proclamadas Doctoras de la Iglesia.
Creo que los lectores se beneficiarán mucho también de escuchar los errores en los que la Santa de Ávila cayó en su camino hacia Dios, para que puedan escarmentar en cabeza ajena. Cuenta, por ejemplo, cómo estuvo mucho tiempo sin hacer oración mental (ya siendo monja contemplativa) porque pensaba que era indigna de acercarse a Dios y que manteniéndose a distancia mostraba mayor humildad. Le costó tiempo, pero finalmente se dio cuenta de que eso era una tontería y una tentación y de que, cuanto más indigna fuese, más debía acercarse a Dios y más necesitada estaba de la oración.
Como les decía, una ventaja de libros antiguos reside en que no caen en los errores dominantes de nuestra época. Leer este libro probablemente les vacune contra un error muy común hoy en día: confundir la libertad de los hijos de Dios con el disenso. Santa Teresa tuvo grandes dificultades. Su reforma era algo nuevo en la Iglesia, algo audaz y que, inevitablemente, levantó ampollas y le granjeó enemistades, también entre ciertas autoridades eclesiásticas. Sin embargo, la obediencia es uno de los grandes rasgos siempre presentes en la vida de Santa Teresa, junto con el amor por la Iglesia y por su jerarquía. Esta obediencia y este amor fueron, precisamente, lo que hicieron que revolucionara la vida religiosa de su tiempo.
Podríamos pasarnos todo el día hablando de este tema, pero es mejor que me calle ya. Sólo recordaré una cosa más: la propia Santa Teresa cuenta el mal que le hizo durante un tiempo, antes de ser monja, el dedicarse a leer vorazmente y sin descanso las novelas ligeras de la época, que la dejaban “llena de tristeza y desilusión". En cambio, su vida quedó marcada por los buenos libros que leyó, como las cartas de San Jerónimo, las Confesiones de San Agustín y el Abecedario Espiritual de Francisco de Osuna. Sigan su ejemplo. Este verano, tiren unos cuantos best-sellers a la basura para dejar sitio en sus estanterías y lean a Santa Teresa. Merece la pena.
15 comentarios
De acuerdo en todo. Cuando son verdaderos, el amor y la obediencia están necesariamente unidos a adentrarse por caminos nuevos buscando la voluntad de Dios y no la propia comodidad. De hecho, el amor es fruto de la acción del Espíritu en la vida y la obediencia sólo es posible cuando se tiene fe en que Dios está presente y haciendo siempre cosas nuevas en la Iglesia.
Al final, la rebeldía permanente de la que hablas no es más que miedo a la acción del Espíritu en la propia vida, prefiriendo quedarnos con la comodidad de nuestro propio criterio y del criterio del mundo en lugar de abrirnos a la voluntad de Dios.
Espero que estés disfrutando de tus vacaciones.
Propongo "Las confesiones de San Agustín". Es el libro de un converso a la fe en edad adulta. Un converso culto, en una sociedad hedonista.
Muchas gracias por las sugerencias.
No me extraña que hayáis pensado en las Confesiones. Es un libro fantástico y, al tratarse de un relato de conversión personal, resulta más fácil "conectar" con el autor, por no hablar de la profundidad que tenía San Agustín en todo lo que decía. Para la propia Santa Teresa fue un libro muy importante.
Me ha gustado especialmente la sugerencia de Montaraz sobre leer libros de la Biblia como tales, desde el principio hasta el final, y no en forma de fragmentos desordenados, que es lo que solemos hacer los católicos (perezosos). Yo sugiero el Libro de Ester, para el que le gusten los relatos emocionantes.
Lo cierto es que nunca me he puesto a leer el Eclesiastés desde el principio hasta el final, voy a ver si lo hago esta semana.
Me acordé mucho de San Francisco de Sales el verano pasado, porque pasé por la Saboya francesa que es donde el predicó y estuve rezando ante su tumba en Anecy.
Me llamó mucho la atención pensar que, en esa zona que había sido totalmente calvinista, sólo la predicación de ese santo enamorado del amor de Dios hizo posible que la gente de esa región volviera al catolicismo que hoy profesan.
Lo cierto es que no he oído nunca el canto gregoriano del texto latino de la Pasión. Lo buscaré ya que nos lo recomiendas así. El canto litúrgico de la Pasión de San Juan en castellano sí que lo he escuchado y me pareció maravilloso. De vez en cuando me sorprendo recordando alguna de las frases con su música.
Vitiza: Otro Tratado sobre el amor de Dios que te recomiendo es el escrito por el gran Bernardo de Claraval, es una maravilla.
De Edith Stein, me encantó su "mensaje de navidad"
Lo poco que he leído de San Bernardo me ha gustado mucho.
Por cierto, hablando de vidas de santos y de San Bernardo, ¿has leído la serie sobre los fundadores del Císter: "Tres monjes rebeldes" y "La familia que encontró a Cristo" de M. Raymond? Son vidas noveladas, pero tienen mucha sustancia a la vez que son entretenidas.
Te recomiendo "Camino Cisterciense" de Andree Louf y el comentario de la Regla de San Benito de la benedictina Joan Chittister y sobre todo "Ciudadelas de Dios" de Louis de Vohl, historia novelada de San Benito de Nursia, es muy entretenido y apasionante a la vez.
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