Dos testimonios dolorosos del amor de Dios
Por eso, para mí es una alegría publicar hoy estos dos comentarios recibidos en relación con ese artículo. Son testimonios dolorosos, pero con un dolor diferente, lleno de esperanza, que no destruye a la persona, sino que la lleva a amar más. Se trata de una madre que sufre un aborto natural y de un padre cuyo hijo murió con menos de dos meses de edad.
Como la pareja del otro día, estos lectores perdieron a sus niños pequeños. Al igual que esa pareja, muestran el terrible dolor que es perder un hijo, inimaginable para el que no lo ha experimentado. Sin embargo, estando en el mismo caso, tienen algo que no tenía la pareja inglesa: la fe, que les da un consuelo firme en su dolor. Saben que la muerte no tiene la última palabra, que Cristo ha resucitado. Por eso, los dos coinciden en la importancia de la evangelización para un mundo que se muere porque no encuentra sentido a la muerte.
Termino diciendo que estos testimonios me han gustado especialmente porque espero una hija para Noviembre, si Dios quiere, y para mí es un consuelo recordar que su vida está en manos de Dios.…………………………………………………………………………………………..
Estoy pasando estos días por un aborto natural después de siete u ocho semanas. Embarazo muy reciente, pues.
El embarazo vino por sorpresa pero han sido muy bellas estas semanas porque por primera vez hemos vivido nuestra paternidad-maternidad como don de Dios, después de varios hijos pensados o buscados. La llegada de un nuevo hijo era una pequeña revolución en la familia, por la distancia con los demás, por nuestra edad, por tantas cosas que pensamos las personas cuando no los tenemos dentro. Pero, al vivirlo como don de Dios, los temores desaparecieron, y hemos descubierto que vivir en brazos de la Providencia es la única forma de ser feliz.
Al cabo de las semanas, ha llegado la noticia de que el embarazo iba mal, y que seguramente acabaría en aborto. Nuestros hijos estaban tristes, no lo entendían, pero les hemos dicho que si su hermano ya no está dentro de mi, está con Dios, y que, desde ya, será nuestro mayor intercesor ante Él. Yo pensaba: ¡ay, hijito mío! tan, tan joven y qué responsabilidad te ha caído encima, velar por la salvación de tus padres y hermanos. Y con esa paz vivimos la voluntad de Dios.
Al leer la noticia del blog, he comprendido que sólo el convencimiento de que esta vida es un paso y de que un Padre amoroso nos espera al otro lado, da fuerzas para superar la muerte de un ser querido. Y aún así, el dolor humano es desgarrador y parece insuperable cuando se trata de la muerte de un hijo. Unos amigos muy creyentes, perdieron hace poco a uno de sus hijos, pequeño, por un accidente terrible. Y a pesar de su profunda fe, nos decían… “Menos mal que la vida aquí es sólo un pocos años". Pues… imagínense si los padres de la noticia no tenían fe y pensaban que la vida es sólo esto que tocamos y respiramos…
Como decía alguien por aquí, qué necesaria es la evangelización y que cada persona descubra que esta vida tiene sentido, incluso en el dolor más desgarrador e inexplicable. Sin Dios, cuando llega el dolor, la vida es absurda.
Madre
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Hace año y medio mi mujer y yo perdimos a un hijo de 47 días. Al levantarnos por la mañana nos lo encontramos muerto en su cuna. Así, sin mas, sin poder luchar ni hacer nada por el, repentinamente perdimos a nuestro hijo. Ver a mi mujer abrazar el cuerpo muerto de Jacob (así se llamaba) es una imagen devastadora que recurrentemente remueve aun todo mi ser. Algo se rompe dentro. No se lo deseo a nadie, NADIE. Por eso lo ultimo que se me ocurriría seria juzgar a estos padres.
A nosotros nos salvo la Iglesia, no podré nunca dar suficientes gracias a Dios por tenernos en su Iglesia. El entierro de nuestro hijo lo cambio todo. Un cura amigo nos pregunto si creíamos que nuestro hijo estaba en el cielo. Al responder que si nos dijo que el funeral/entierro debía reflejar eso. Es mas, nos dijo que nuestro hijo era ya Santo y por tanto la liturgia cambiaba: ya no era una asamblea que intercedía a Dios por el muerto sino que era una asamblea que pedía al muerto, ya Santo, que intercediese ante Dios por ellos.
Hasta ese día mi mujer y yo solo intentábamos ser fuertes y ayudarnos en la oración, pero a solas nos desmoronábamos con nada. Después de esa liturgia todo cambio, vimos como en medio de esa cruz, de ese horror, aparecía Dios entre nosotros que nos amaba profundamente y que nos abría el cielo: Cristo esta resucitado y nuestro hijo con el. Cristo con su muerte había derrotado a la muerte, si, la muerte de mi hijo también, de forma que el cuerpo inerte de mi hijo no era el fin de nuestro hijo sino el principio de su vida eterna.
Mi mujer y yo somos felices, sabemos que tenemos un hijo en el cielo que intercede por nuestra familia cada día. ¿Por qué nosotros podemos vivir este acontecimiento de esta forma y a esta otra familia les lleva al suicidio? ¿Porque somos mejores que ellos? NO y NO. La respuesta es porque hemos sido evangelizados y ellos no. Tenemos una respuesta ante la muerte y el sufrimiento y ellos no.
¡¡Por eso me subleva cuando se ponen trabas a la evangelización de dentro de la Iglesia!! Tantos debates, tantas discusiones y rivalidades. Pero ¿no entienden que se trata de un asunto de vida o muerte? ¿Que la gente sufre a mansalva, sin respuesta alguna ante los sufrimientos que la vida les presenta? ¿Cómo hubiésemos afrontado este acontecimiento de muerte fuera de la Iglesia? Os aseguro que no mejor que esta pareja. A mi me ha salvado Cristo en su Iglesia, a través de gentes concretas que se dejaron de remilgos y teologías infantiles de salón y me anunciaron lo que la Iglesia proclama desde hace 2000 años.
Albert
16 comentarios
Normalmente, cuando alguien habla de un tema, su opinión recibe crédito por dos motivos: por la fuerza de su argumentación y por la autoridad de quien la emite. Ambas cosas son importantes, por supuesto la primera es decisiva. Pero por ejemplo, si opinas sobre el accidente que ha sufrido un avión, esa opinión es altamente calificada si eres ingeniero aeronáutico, por ejemplo.
En estos casos, si bien la verdad se impone por sí misma, el dolor otorga una Autoridad particular, sobre todo si se afirma la verdad. Es como una rúbrica vital a la verdad. Diríase que en la propia etimología de la palabra autoridad, que involucra "crecer, aumentar", está la clave del peculiar modo de desarrollo de la verdad encarnada, de la verdad experimentada, de la verdad dolorida, de la verdad autorizada.
Y últimamente, como decía Nietzche, sólo se lee lo que está escrito con la propia sangre. Un cristiano sólo agregaría: en sangre y Espìritu.
Estoy convencida de la necesidad de evangelización que tenemos en este mundo tan descreido y también de la necesidad de oración para que cambie de rumbo.
Que el Señor te bendiga a tí y todos los que intervienen en el blog
¿Quién podría negar que ha sido sólo azar que la suerte de estas tres parejas tan diversas pero cuyo interior sólo Dios conoce, hayan quedado ligadas al menos en este post y en la oración de los comentaristas?
Y todavía alguien se pregunta para qué sirve el Juicio Final. Ese día sabremos que los méritos de esa pobre mendiga salvaron una nación, y que el sufrimiento del justo justificó al impío. Ese día sabremos que la ley de la mariposa y el huracán se cumple màximamente en el Universo de la Gracia.
Ahora vemos como a través del espejo, por enigmas; pero algún día veremos a Dios cara a cara, y nos conoceremos como Dios nos conoce.
Saludos a todos.
Gracias por tu comentario.
Entiendo que debió ser un sufrimiento terrible lo que cuentas. Cuando dices que piensas a veces que tu padre aún está de viaje y que el hombre que estaba en la caja no era él... es porque, en cierto modo, tienes razón.
Él murió, pero está vivo. Los cristianos sabemos que la muerte no es el final, sino que, cuando morimos, vamos a encontrarnos con Jesucristo. Tu padre está vivo, mirándote y rezando por ti. Quizá por eso Dios se lo llevó, porque tu hija y tú necesitabais a alguien que rezara por vosotras y cuidase de vosotras mejor de lo que lo puede hacer nadie en este mundo.
Y no estás sola, la relación no se ha roto. El sigue rezando por ti y tú puedes pedir también por él y enseñar a tu hija a que rece por su abuelo, hablarle de él y esperar a reunirte con él, un día, en el Reino de los Cielos.
Está bien que vayas al psiquiatra, pero el único que de verdad puede calmar tu dolor es Dios, que es tu Padre y que te quiere mucho más que nadie en el mundo.
Un saludo,
Lo que me queda es esperar en Dios su plan y que algun dia me de un hijo sano con su bendicion.
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