InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Sacerdotes

4.06.24

San Columba, apóstol de Escocia

Hubo un tiempo glorioso en que Irlanda era conocida como la Isla de los Santos”. Así comienza el texto de la cubierta trasera del libro San Columba, apóstol de Escocia. Es una frase impresionante, no solo por la extraordinaria época a la que se refiere, sino también por el triste hecho de que los católicos españoles no conocemos prácticamente nada sobre ella.

A mí, la verdad, me ha impresionado leer este libro acerca de ese “tiempo glorioso”, en que Irlanda estaba tan repleta de santos que resulta imposible seguirles la pista o, a veces, incluso distinguirles unos de otros (por ejemplo, hay más o menos un centenar de santos llamados Colman). Cuando empecé a leerlo, pensé inmediatamente en que tenía que traducirlo para que otros disfrutaran también de él.

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11.03.24

Lágrimas en la sacristía

Sacristía de San Pedro

A lo largo de sus dos milenios de existencia (o algunos más, si contamos, en sentido amplio, al pueblo de Israel), la Iglesia ha conocido todo tipo de persecuciones. Recuerdo la impresión que me hizo la basílica de Santo Stefano Rotondo, en Roma, que muestra en sus paredes circulares fresco tras fresco de escenas de los terribles martirios que sufrieron los cristianos en la antigua Roma, con gran realismo y abundancia de sangre. La basílica es bellísima, pero los murales renacentistas son solo para espíritus fuertes y Dickens, que visitó la Iglesia, los comparó con una terrible pesadilla. Después de los romanos, muchos otros pueblos, desde los japoneses a las tribus de Uganda o los propios españoles en el siglo XX, han competido por ver quién inventaba torturas y martirios más crueles para los cristianos.

Dicho eso, siempre me ha parecido que la persecución interna es, en cierto modo, más cruel, aunque sea menos espectacular y sangrienta. Basta leer la vida de los santos para ver que, en numerosas ocasiones, quienes les hacían la vida imposible eran sus superiores, sus hermanos frailes, monjes, sacerdotes o simplemente gente cristiana, pero obtusa y presta a condenar lo que no entendía.

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3.08.23

Hablando de las tentaciones

A veces pienso que la gran mayoría de las homilías mejorarían lo indecible si el sacerdote se limitara a contar lo que dijo sobre el tema algún santo o algún doctor o padre de la Iglesia. Como mínimo, sus palabras tendrían algo de sustancia y, además, tratarían temas que, por no estar de moda en nuestro tiempo, resultan prácticamente desconocidos para los fieles.

A modo de ejemplo, he traducido para el blog un breve fragmento de una homilía sobre las tentaciones pronunciada por San Juan María Vianney, el Cura de Ars y patrono de los sacerdotes. ¿Cuántas homilías se escuchan en nuestras iglesias que sean tan sencillas, claras y a la vez profundas y útiles para la vida cristiana de los fieles? Y eso que el Cura de Ars era más bien limitadito para los estudios. ¿Será que el secreto no está en las reuniones interminables, la psicología, la ecología, la actualidad periodística, el acompañamiento y otras zarandajas, sino en la vida espiritual, el conocimiento de los padres y de la Tradición de la Iglesia, el amor por la Escritura, la santidad y, ante todo, la fe católica?

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4.03.08

Mi obispo no me representa

Hace unos días, Tabira publicaba una muy interesante, a raíz del nombramiento de Mons. Iceta como obispo auxiliar de Bilbao.

Les extrañará, Sres. obispos, que los cristianos les reprochemos, incluso públicamente, el abuso que hacen de nuestra representación. ¿Les sorprenderá que nos nombren un obispo y lo rechacemos inapelablemente, porque proponemos a otro más a la medida de nuestra fe y de la Iglesia local?

Me parece muy significativo que se apele a esta razón para el vergonzoso desaire a Monseñor Iceta por parte del Consejo Pastoral de la diócesis y pienso que es la verdadera razón subyacente a todas las protestas de ese tipo.

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30.01.08

Unas frases demoledoras

En este blog, hablábamos ayer de tres dominicos que, con la aprobación de su superior, se apartaban de la doctrina católica en puntos esenciales y animaban a las parroquias holandesas a avanzar por el camino del cisma y de la desobediencia a sus obispos. Parece ser que, ante esta situación, fueron los propios fieles los que se quejaron en un número significativo a los obispos, hasta que estos acudieron a la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Por desgracia, si bien se trata de un caso de especial gravedad, no es algo aislado. En este blog, hemos comentado múltiples casos similares: sacerdotes que consideran que el cristianismo y otras religiones son equivalentes, supuestos expertos en moral que defienden las mayores inmoralidades, párrocos que sustituyen la fe de la Iglesia por sus propias ideas confusas y políticamente correctas o catequistas que reducen el cristianismo al compromiso social o a la moral. Muchas veces son los propios laicos los que se rebelan contra estas situaciones y presentan sus quejas a sacerdotes y obispos.

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