En mi opinión, la mejor manera de empezar cristianamente cualquier etapa de la vida es con la bendición de Dios. No es extraño que, en los momentos más importantes de nuestra vida, los cristianos recibamos siempre esa bendición: poco después de nacer, con el Bautismo, en el día de nuestra boda, al recibir el sacramento del Matrimonio, o, cuando vamos a morir, con la Unción de Enfermos.
La bendición es, en cierto modo, un regalo de gracia divina, porque la Palabra de Dios tiene poder para cumplir lo que dice, para transformarnos según lo que Dios quiere para nosotros. Por eso mismo, si, al empezar algo, Dios “dice bien” de nosotros, eso que afirma se cumplirá en nuestra vida, a poco que dejemos actuar a Dios en nosotros.
Creo que también es una buena idea que empecemos esta Cuaresma con la bendición de Dios. Les ofrezco, para que puedan leerla y meditarla, la preciosa bendición solemne que la Iglesia propone para Cuaresma.
Quizá la hayan recibido ya en la Eucaristía de hoy, primer Domingo de Cuaresma, o en la del Miércoles de Ceniza. O quizá no, porque, por desgracia, muchos sacerdotes se dejan llevar por la rutina y, simplemente por ahorrarse el esfuerzo de buscar la página de esta bendición, que está en un lugar aparte en el Misal, prefieren usar la bendición estándar de todos los días. No se dan cuenta, quizá, de que privan a los fieles de disfrutar de los tesoros de la liturgia de la Iglesia, que son una herramienta poderosa para ayudar a entrar en el espíritu cuaresmal.
Fíjense en como, en unas pocas palabras, se abre ante nosotros una visión profunda y verdaderamente cristiana de lo que es la Cuaresma. Empieza con las palabras, “Dios, Padre misericordioso”, porque este es un tiempo en el que se nota especialmente la misericordia de Dios para con nosotros, los pecadores. Dios, como el padre del hijo pródigo, está deseando regalarnos el gozo de volver a la casa paterna.
No se pierdan tampoco el ejemplo a seguir que nos ofrece: “Cristo, modelo de oración y de vida”. ¡Ahí es nada! No se trata de que en esta Cuaresma seamos un poquito más buenos o nos comprometamos más o seamos algo más virtuosos, se trata de que, el “camino de la Cuaresma”, mediante una “auténtica conversión del corazón”, nos lleve a transformarnos totalmente a imagen de Jesucristo, para que vivamos como lo que somos, hijos de Dios en el Hijo.
Para esta estupenda aventura, necesitamos el Espíritu Santo, “Espíritu de sabiduría y fortaleza”, porque no hay que engañarse: la Cuaresma es un tiempo de “lucha contra el maligno”. No es fácil. A nadie le apetece convertirse, cambiar de vida. Lo que nos apetece es seguir cómodamente sentaditos en nuestro sillón y seguir viviendo aburguesados, como los paganos. Sin embargo, si no combatimos junto a Cristo en esta lucha por conseguir que Dios reine en nuestra vida, no tendremos derecho a participar en la “victoria pascual”.
Espero que les guste y que se cumpla en todos nosotros lo que dice.
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Dios, Padre misericordioso,
os conceda a todos vosotros, como al hijo pródigo,
el gozo de volver a la casa paterna.
T. Amén.
Cristo, modelo de oración y de vida,
os guíe a la auténtica conversión del corazón,
a través del camino de la Cuaresma.
T. Amén.
El Espíritu de sabiduría y de fortaleza
os sostenga en la lucha contra el maligno,
para que podáis celebrar con Cristo la victoria pascual.
T. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
T. Amén.