InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: RD

30.07.07

Signos de la fe (V): el asombro ante un regalo

Una vía fundamental que puede llevarnos a encontrar a Dios y que, de hecho, ha llevado a encontrar a Dios a filósofos, pensadores y todo tipo de personas en todas las épocas, es, a mi juicio, la vía del asombro ante la riqueza desbordante y sorprendente de lo real.

Este asombro, que constituye una experiencia común a todos los hombres en su primera niñez, es a menudo perdido por los adultos por la demoledora acción de la rutina. Decía Chesterton (cito de memoria), que un chico de diez años se asombrará si le dices que se abrió una puerta y salió por ella un dragón. Sin embargo, un niño de dos años se asombrará sólo con que le digas que se abrió una puerta, porque aún no ha perdido la capacidad de maravillarse ante las cosas habituales. Sin duda, en este caso, la actitud más profundamente humana es la del niño, que se maravilla ante todos y cada uno de los seres que forman parte de la realidad. El asombro es asimismo, como decía Aristóteles, el comienzo de la filosofía y, creo yo, también es el de la poesía.

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29.07.07

Cristianos de ayer y de hoy (VI): Efrén, el Arpa

En los próximos artículos de esta sección, vamos a ver algunos textos de Doctores de la Iglesia, es decir, de algunos santos a los que la Iglesia ha proclamado como maestros de la fe. De entre ellos, nos fijamos hoy en San Efrén, nacido en Siria (hoy Turquía), alrededor del año 306.

Vivió como un asceta, dedicado a la meditación y a la enseñanza de la fe, y, humildemente, nunca quiso ser más que diácono. Al final de su vida, con ocasión de una gran hambruna y una terrible epidemia que azotaron a aquella zona, consiguió convencer a los ricos de la ciudad y organizó un sistema de reparto de los alimentos y de voluntarios que ayudaban a los enfermos. A los pocos días, agotado, murió.

Efrén fue, además de santo, un gran poeta, por eso se le conocía como el “Arpa del Espíritu”.

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28.07.07

Benedicto XVI y el Concilio

El martes pasado, Benedicto XVI, hablando con un grupo de sacerdotes italianos, quiso responder a sus preguntas. Uno de los sacerdotes preguntó sobre los sueños del Conciliio Vaticano II que parecen haber desaparecido. Pueden leer a continuación la respuesta del Papa (tomada de esta ), que me ha resultado muy interesante y que parece hecho a medida para responder al artículo de la Asociación de Teólogos Juan XXIII que apareció el otro día en Rumores de Ángeles.

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Gracias, es un tema muy interesante y que conozco muy bien. Yo también he vivido los tiempos del Concilio Vaticano II, estando en la basílica de San Pedro con grande entusiasmo y viendo cómo se abrían nuevas puertas. Parecía realmente ser el nuevo Pentecostés, donde la Iglesia podía nuevamente convencer a la humanidad. Después del alejamiento del mundo de la Iglesia en el siglo XIX y XX, parecía que se reencontraban de nuevo Iglesia y mundo que renacía nuevamente un mundo cristiano y una Iglesia del mundo y verdaderamente abierta al mundo.

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27.07.07

Signos de la fe (IV): creo porque no es lo mismo

Hace unos días, el Dalai Lama visitó Alemania y unas diez mil personas, muy pocas de ellas budistas, se reunieron para escucharle en un campo de fútbol. Actualmente está muy de moda afirmar que todas las religiones son lo mismo, que da igual ser budista que cristiano, porque sólo son formas distintas de vivir la espiritualidad. De hecho lo he leído varias veces en distintos blogs de Religión Digital.

En mi opinión, esta idea tan extendida de que todas las religiones son iguales, junto con la presencia en nuestra sociedad de diversas religiones orientales y, especialmente, el budismo, nos obligan a plantearnos en serio porqué somos cristianos y no budistas. ¿O es que da igual ser una cosa que otra?

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26.07.07

Producción en cadena de cristianos

Me ha llamado la atención un documental en el que se mostraba la cadena de montaje de no recuerdo qué máquina, dentro de una fábrica. Era algo terriblemente eficiente: los obreros realizaban siempre los mismos movimientos, sin necesidad de pensar, y, gracias a la costumbre, lo hacían gran velocidad. No se perdía ni un segundo. Las máquinas iban saliendo rápidamente de la cadena de montaje, perfectas, resplandecientes… eso sí, todas exactamente iguales.

Este documental me ha recordado lo que sucedió, hace tiempo, cuando fui a confesarme con mi mujer a una iglesia no muy lejana de nuestra casa.

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