De quién te puedes fiar
El domingo pasado, apareció en el suplemento dominical de El Mundo una entrevista a Pedro Cavadas. Este cirujano de Valencia ha adquirido fama mundial en los últimos años, al haber conseguido realizar con éxito el primer transplante de dos manos a la misma persona.
Este doctor ha creado una Fundación para viajar a África a realizar operaciones quirúrgicas en zonas remotas que, a menudo, no sólo no han visto nunca un cirujano, sino que “ni siquiera saben lo que es un médico".
Además del propio gesto de este cirujano de éxito, que es ciertamente digno de admiración, me llamó mucho la atención lo que decía sobre las organizaciones de beneficencia que actúan en el continente africano
: “África está llena de gente que hace de la beneficencia el negocio de su vida”. Desgraciadamente, los escándalos en este ámbito son relativamente frecuentes. La ayuda al tercer mundo mueve mucho dinero y, en muchas ocasiones, las buenas intenciones no resisten a la tentación de la ganancia fácil.Aún me pareció más interesante cómo continuaba el cirujano: “Sólo te puedes fiar de las misiones religiosas”. Hay que tener en cuenta que el Doctor Cavadas se confiesa agnóstico, de modo que, en principio, no hacía más que constatar un hecho, sin ningún tipo de finalidad ideológica. En la práctica (y en general, porque siempre hay excepciones para todo, excepto para el amor de Dios), la cooperación que tiene una base religiosa tiende a ser más de fiar en el empleo de los fondos que las ONGs de tipo meramente humanitario.
Me han recordado estas declaraciones a lo que, hace algunos años, me contaba un salesiano español, que era misionero en el Congo. Acababa de producirse el terrible genocidio de Ruanda y los problemas se habían extendido, a través de los refugiados, al vecino Congo.
Este salesiano contaba, justamente indignado, cómo, en cuanto la situación se había puesto seria en el país, habían desaparecido todos los cooperantes internacionales. Los funcionarios de Naciones Unidas, para poder decir que habían estado allí, se acercaban a los campos de refugiados en sus Mercedes y, desde la puerta, echaban un rápido vistazo al campo antes de marcharse. Los mismos misioneros protestantes se habían marchado, ya que, al estar casados, no querían (comprensiblemente) poner en peligro a sus familias. Sólo habían quedado allí los religiosos católicos, dispuestos, si era necesario a dar la vida.
Cuando la situación económica se deterioró aún más, el gobierno congoleño se vio en la necesidad de repartir pan a la población, para evitar una hambruna. Sin embargo, notaron que los funcionarios encargados del reparto se quedaban con los alimentos para especular con ellos, así que terminaron repartiendo el pan a través de las parroquias, como único medio de fiar.
Todo esto me lleva a hacerme una pregunta esencial para todos y no sólo para la cooperación internacional: ¿De quién te puedes fiar? Creo que la respuesta es muy sencilla: de quien está dando la vida. Los que van a África a pasar simplemente un verano o cobrando un sueldo como funcionarios de una organización internacional hacen, probablemente, una labor importante, pero no se puede comparar a la entrega de toda la vida de los religiosos católicos. En efecto, para éstos, la misión es una continuación de una entrega total de su vida a Dios y a sus hermanos que ya hicieron al pronunciar sus votos. Por eso pueden quedarse en una zona de guerra, porque ya han entregado de antemano su vida. No se la quita nadie, la dan voluntariamente.
Claro que esto implica una segunda pregunta: ¿Por qué esas personas son capaces de dar la vida entera? ¿De dónde sacan ese amor? De nuevo, la respuesta es muy sencilla: son capaces de dar la vida porque se han fiado de quien lo dio todo por ellos, de quien siendo Dios, no retuvo ávidamente su dignidad, sino que se hizo hombre como nosotros, de quien los amó hasta el extremo y los sostiene en su debilidad.
Como afirmaba el teólogo Von Baltasar, sólo el amor es digno de fe.
5 comentarios
Los misioneros católicos están en todos los lugares donde se da la crisis por propia elección, hace unos días leía como unas monjas que habían sufrido ataques en África volvían allí a montar un hospital. Todo esto viene porque eligen con una radical libertad estar donde son más necesitados, y así de esta manera seguir las enseñanzas de Jesús, ese es el camino de hacer a los católicos diferenciarse, si hace falta estas personas están dispuestas a dar la vida como Jesús la dio, no hay cosa más de fiar que quien está dispuesto a seguir su ejemplo.
En todas partes se cuecen habas,
Cuántos de los que escaparon eran católicos? y cuántos de los que quedaron no lo eran?
La verdad está en la objetividad y la exageración es mentira adobada.
Yo he reconocido que en todo (o casi) hay excepciones y que los que no son cristianos hacen una labor importante.
Además, no me he limitado a "exaltar lo propio" de forma gratuita. He presentado hechos concretos: dos testimonios coincidentes de personas que conocen de primera mano la materia, uno agnóstico y otro religioso. Después he presentado otro hecho: es evidente que la actitud de la persona que dedica la vida entera a ayudar a los demás y la actitud de quien sólo lo hace "a tiempo parcial" no pueden ser las mismas.
Finalmente, el bien que hacen los que no son cristianos no es, para mí, algo ajeno. Los cristianos creemos que el que hace el bien lo hace porque Dios ha puesto en su corazón un deseo de amor, de bondad, de justicia y de Verdad (aunque no lo sepa). Es decir, porque, sin saberlo, está buscando a Jesucristo, que es la raíz y la consumación de todo eso.
Casos negativos hay, pero la labor general de los misioneros católicos no tiene igual. Porque dan su vida, toda la vida.
En los lugares más duros, cuando todos desaparecen, los únicos que quedan son los misioneros.
Pese a que alguno salga rana la mayoría salen personas ejemplares. Aunque eso no está de moda. Las personas ejemplares molestan porque no hacen replantearnos la vida. Así que es mejor que en todas las casas cuezan habas.
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