Dadme un punto de apoyo
Hace unos días, Julián Moreno Mestre publicaba, aquí en Religión Digital, una entrevista a Julio M, Presidente de CRISMHOM, la Comunidad de Cristianas y Cristianos de Madrid Homosexuales, que me pareció interesantísima.
Hay que reconocer que, junto con ideas bastante confusas sobre muchos temas, en las respuestas del entrevistado podían encontrarse rasgos sinceramente cristianos en medio de una situación difícil. Sin embargo, lo que me pareció más significativo de toda la entrevista fue que se quejaba de la falta de apoyo de la jerarquía de la Iglesia Católica. Especialmente me llamó la atención esta palabra “apoyo”, que se repitió varias veces en la entrevista.
Buscamos un apoyo cuando estamos en dificultades o cuando nuestras fuerzas ya no dan más de sí. Un apoyo es algo que está ahí, a nuestra disposición, cuando lo necesitamos y que es firme y sólido, que puede sostenernos cuando vacilamos o cuando ya no tenemos fuerza. En otras cosas buscamos la comodidad, la suavidad, la simpatía u otras mil cualidades, pero en un apoyo lo esencial es la firmeza.
Quizás suene disparatado, pero creo sinceramente que, en medio de esta sociedad, el único apoyo verdadero que tienen las personas homosexuales es la Iglesia. No creo que haya nadie más hoy en día que, aceptándoles y queriéndoles como son, les diga la verdad que necesitan escuchar, para que puedan apoyar su vida en ella. Sólo la verdad hace libres a los hombres y por ello es una obra de misericordia ofrecérsela a quien vive sin conocerla. El error y el pecado nos esclavizan, incluso cuando no somos conscientes de ello y vivimos apegados a nuestras cadenas o quizá orgullosos de ellas. La verdad es el fundamento firme que nos permite construir nuestra vida de manera que no se derrumbe, mientras que la mentira es como una ciénaga que, antes o después, se tragará todo lo que construyamos sobre ella.
En medio de políticos aduladores que sólo buscan votos, esclavos de lo políticamente correcto o ingenuos que creen que lo moderno es siempre lo mejor, la Iglesia es hoy la única voz que ofrece la Verdad a las personas homosexuales, que les da una Palabra de vida y no de muerte. Sólo en la Iglesia pueden experimentar que Dios les quiere como hijos suyos predilectos que son y por eso les dice dónde van a encontrar la felicidad y dónde la infelicidad. Aunque sea incómoda, políticamente incorrecta, carca y anticuada, la verdad es la verdad: el camino de las relaciones homosexuales lleva a la infelicidad, a la utilización del otro y, en definitiva, al egoísmo.
Sin duda, lo más fácil para la Iglesia sería decir lo que dice todo el mundo: que no pasa nada, que la homosexualidad es una opción más, que cada uno haga lo que quiera. Así nos evitaríamos problemas, pero eso sería lo mismo que desentendernos de las personas homosexuales, abandonándolas a su suerte como hacemos con quien no nos importa. El que te adula es tu enemigo, sólo quien te quiere te dice la verdad. En general, uno no discute con un vagabundo borracho que encuentra por la calle, pero si el borracho es tu hermano… probablemente las discusiones serán constantes, porque tu hermano te importa realmente.
Pocas cosas hay más difíciles que decir la verdad a quien no quiere oírla. Pero la Iglesia no se mueve por el respeto humano, sino que es urgida por la caridad de Cristo a llevar la salvación a todos los hombres, también a aquellos que la rechazan y no quieren escucharla.
La caridad, el verdadero amor cristiano, no es una sensiblería. Jesucristo en la cruz nos ha amado en serio: no ha tomado el camino fácil de decir que todos éramos buenos y no habíamos pecado, sino que ha tomado sobre sí nuestros pecados de muerte y, sufriendo por nosotros esa muerte, nos ha dado la vida.
Soy consciente de que, a veces, puede parecer desde fuera que la Iglesia lo único que hace es condenar, pero los cristianos hemos experimentado que la Iglesia no se escandaliza de ningún pecado. La Iglesia y el pecado son viejos conocidos, porque todos sus miembros hemos sido perdonados de mil y un pecados en su seno. Por eso, una persona homosexual, como cualquier otra, no encontrará en un verdadero cristiano a un juez que mira desde lo alto con desprecio, sino al hermano que ha encontrado el camino a la vida, que ha experimentado en su pobreza la misericordia de Dios y ofrece gratis lo que gratis ha recibido.
40 comentarios
Si para ti la homosexualidad se acaba en la lista de enfermedades, y en si el pene se introduce por el ano donde sale la caquita, tal y como tu dices, pues en este caso: Apaga y vámonos! y "Tempus fugit". Dicho en castizo: vamos a dedicar nuestro escaso tiempo a algo más provechoso.
Cambiemos el mundo
http://almela.blogspot.com
Cristo dijo eso a la mujer a la que todos condenaban por inmoral (la adúltera). Y en ese texto Jesús, como siempre, no condena, pero quienes quedan en mal lugar no es la mujer, sino los "defensores de la moral", precisamente. Y Jesús dice eso del adulterio. ¿Dónde habéis leído que diga algo sobre los actos homosexuales? Otra vez lo de siempre: es verdad porque lo digo yo...
La sexualidad humana, toda ella, es don de Dios ¿Por qué habría Dios de regalar algo al ser humano para después prohibirle el hacer uso de ello?
Y habláis de acogida del homosexual por parte de la Iglesia: "Sí, te acogemos mientras niegues esa parte de ti que, aunque te pueda ser esencial, a nosotros no nos parece bien...". ¡Cuánta homofobia oculta disfrazada de buenas intenciones!
Antes de actuar así, se debería calibrar todo el daño -éste sí, moral- que se infringe a los homosexuales por parte de la Iglesia.
Y eso de "¿por qué habría Dios de regalar algo al ser humano para después prohibirle el hacer uso de ello?" no necesita refutación de absurdo que es. Dios no prohíbe hacer uso del sexo, pero no cabe duda de que es susceptible de una multiplicidad de usos. El uso del sexo querido por Dios es un uso ordenado. Porque el argumento que has dado sirve también para los que gustan de mantener relaciones sexuales con bebés (Dios me ha dado un pene, me ha dado un bebé, pues ancha es Castilla).
He citado antes varios pasajes de la Palabra de Dios que consideran pecado los actos homosexuales (1Co 6, 9-10; Rm 1, 26.28; Lv 18,22).
En Jn 8, 1-11, Cristo no condena a la mujer, pero tampoco niega la verdad, es decir, que es pecadora (como también los otros que estaban allí). Porque el Señor ama a esa mujer, viene a salvarla, entre otras cosas, de su pecado que la destruye. Lo mismo sucede con todos, ya sea nuestro pecado la soberbia, la envidia, la ira, los actos homosexuales o cualquier otro. El pecado siempre te destruye, por eso Dios da la fuerza para salir de él, para que seamos felices de verdad.
Por otro lado, es conocido que el Levítico, por ejemplo, prohíbe el consumo de marisco y un sinfín de cosas más a las que ningún cristiano en su juicio hace caso. Sólo se aplica la estricta vara de medir en las "cuestiones pélvicas"...
El "No juzguéis y no seréis juzgados" es algo de lo que poco caso solemos hacer como Iglesia. En ese pasaje, si algo no hace Jesús, repito, es juzgar (condenar) a la adúltera, cuyo pecado es, en todo caso, ir contra el amor prometido a su pareja.
No veo en qué puede ir contra el amor que dos chicos o dos chicas que se aman y se han prometido fidelidad lo expresen a través de su sexualidad. El argumento del bebé (Justo) es igualmente válido para deslegitimar las relaciones heterosexuales, seamos serios. Porque, si no, me estás diciendo otra vez "tengo razón porque lo digo yo"...
Por otro lado, recuerda que acto homosexual por excelencia es la penetración anal.
Pido disculpas al blogger y a los lectores por la crudeza en la expresión, pero entre personas maduras se puede hacer un uso responsable de este lenguaje para ganar en claridad y no tener que andar a vueltas con perífrasis. Saludos cordiales (también a los homosexuales).
1) Comprueba las citas que he incluido y verás que no se refieren a lo que dices.
2) Buen punto lo del marisco. Pero la solución es fácil: en el AT hay multitud de prescripciones rituales (como no comer ciertos alimentos), que los propios judíos sabían que no obligaban a los que no fueran judíos. No eran más que ritos. En cambio, hay también en el AT mandatos morales, que, sobre todo según su plenitud en el NT, obligan a todos, como por ejemplo "no robarás", "honra a tu padre y a tu madre", etc.
3) Creo que es evidente que los pecados relacionados con la sexualidad no son exclusivos de los homosexuales.
Una cosa más. A mi me parece que no era el "pecado" lo que estaba destruyendo a la adúltera. Me parece que Jesús la salva, más bien, de aquellos hombres religiosos, bienpensantes, morales, obedientes a las normas de su religión que querían, sin más, matarla a pedradas, o sea, destruirla. ¿O no?
¿Te importaría informarme de dónde sale ese que llamas "derecho natural"? Tengo para mi que para pertenecer a dicho "derecho" sólo se exige el requisito de parecer natural a cierta gente. Probablemente la esclavitud, la inferioridad de ciertas razas o el sojuzgamiento secular de la mujer (o sometimiento al marido, del que también habla San Pablo) han pertenecido a los códices donde quiera Dios que se recojan los detalles de ese "derecho" tan peculiar.
Creo que no deberíamos aplicar sin más normas que fueron validas en cierta época a la nuestra, a no ser que queramos vivir como ellos (algo típico de quien es "conservador", claro).
Tienes razón en que Cristo salva a la mujer de quienes la quieren matar, de quienes la condenan. Sin duda, el pecado de esos que no tenían misericordia con la mujer sino que se creían superiores y querían acabar con ella era mucho peor que el propio pecado de la mujer. Cualquiera que se considere superior y mire con desprecio a una persona homosexual está pecando gravemente.
Los cristianos no podemos juzgar a las personas, eso queda reservado a Dios (cuyo juicio es de misericordia). Pero sí podemos y debemos juzgar las acciones en sí según la luz que Dios nos ha dado en la Escritura, como también Cristo hacía (si no, estarás de acuerdo en que no tendría sentido lo de "vete y no peques más"). Si lo hacemos con amor, será una ayuda para el que está en un pecado y no lo sabe o no tiene fuerzas para salir de él.
Creo que eres tú quien utiliza el pasaje de una forma que no le corresponde y para unos fines que prejuzgas buenos. Haz la prueba: sitúate dentro de la escena ("contémplala") y verás que las actitudes de unos y otros y lo que se denuncia queda bastante claro y no va, en mi opinión, por los derroteros por los que lo quieres llevar tú.
No pasa nada por lo del lenguaje. Aunque, efectivamente es muy crudo, entiendo que no buscas ofender gratuitamente.
Saludos cordiales a ti también.
Gracias por este último comentario tuyo. Estamos de acuerdo en casi todo menos en un punto capital. Lo que tú consideras pecado (ya sé que no sólo tú lo haces: existe una tradición importante -no la única- en la Iglesia que también lo hace) yo no. Y por la simple razón que el pecado es hacer o intentar hacer daño a Dios en sus criaturas. Me remito al ejemplo que he puesto antes de las parejas amantes y fieles. Sigo sin ver qué hay de pecado en ello, y perdona por mi insistencia.
La ética natural no está recogida en códices, ni es cierto que "la esclavitud, la inferioridad de ciertas razas o el sojuzgamiento secular de la mujer" se hayan contemplado nunca por la Iglesia como naturales. Sí por los griegos, los hindúes, los budistas, los chinos, los romanos y los musulmanes. Y me dejo culturas.
Lo que yo pensaba (que es lo mismo que te he querido decir en mi post anterior). Veo, por tu respuesta, que el derecho natural no está libre de arbitrariedades (Menos mal. Había empezado a pensar que formaba parte del dogma).
El sometimiento de la mujer al marido, sí que ha pertenecido al derecho natural, evidentemente. Ahora no. Es decir, cuando menos es algo discutible. Como la finalidad del sexo cuya práctica exclusividad (procrear) a Bruno le parece tan clara, pero que tan clara no debe estar cuando genera tanta polémica dentro y fuera de la Iglesia.
Lo que yo pensaba (que es lo mismo que te he querido decir en mi post anterior). Veo, por tu respuesta, que el derecho natural no está libre de arbitrariedades (Menos mal. Había empezado a pensar que formaba parte del dogma).
El sometimiento de la mujer al marido, sí que ha pertenecido al derecho natural, evidentemente. Ahora no. Es decir, cuando menos es algo discutible. Como la finalidad del sexo cuya práctica exclusividad (procrear) a Bruno le parece tan clara, pero que tan clara no debe estar cuando genera tanta polémica dentro y fuera de la Iglesia.
Ojo al sensus fidelium, que no significa la mera opinión del vulgo, sino que tiene unos ciertos requisitos técnicos. Propongo que alguien los busque, aunque solo sea por curiosidad. Alguien se llevará una sorpresa.
Si el derecho natural surge y se forma como tú dices, sin tener a mi lado las citas, te aseguro que más de un Padre de la Iglesia, pastor (de Roma), teólogo y fiel ha afirmado que la mujer se debe someter al marido (que es lo que dice San Pablo, no al revés). Lo que pasa es que, gracias a Dios, cuando ni los musulmanes se atreven a afirmar semejante cosa (anque muchos la practiquen), no lo vamos a hacer nosotros (que la hemos practicado por activa, pasiva y perifrástica)
1) Yo nunca he dicho que la única finalidad de la sexualidad sea la procreación. La sexualidad tiene dos dimensiones esenciales, la procreativa y la unitiva y, sin duda, se puede pecar dañando cualquiera de ellas.
2)Tienes razón en lo de que pecado es sólo lo que daña a alguien. Pero debes tener en cuenta que puedes dañarte a ti mismo: por ejemplo, mutilarte cortándote un dedo sin razón sería un pecado, también lo es la masturbación (porque utiliza con finalidad egoísta el sexo, que Dios ha creado para donarse a otra persona y abrirse a la vida). Los actos homosexuales dañan a los que participan en ellos, porque "se quedan cortos" del plan maravilloso que Dios tiene para la sexualidad humana. La sexualidad humana permite al hombre y a la mujer darse mutuamente en la complementariedad. Mi mujer me complementa porque, en cierto sentido, es "totalmente otra" para mí por su femineidad.
Un saludo a ambos.
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