Cristianos de hoy, cristianos de ayer
Hoy quiero ofrecer a los lectores un regalo. En vez de aburrirles con mis disquisiciones, voy a presentarles algunos párrafos de la Carta a Diogneto, un escrito cristiano del año ciento y pico después de Cristo, es decir, ¡de hace unos 1.900 años!. Ya verán que lo que dice es totalmente actual y muchas de las cosas podrían haberse escrito ayer.
“En cuanto al misterio de la religión propia de los cristianos, no esperes que lo podrás comprender de hombre alguno. Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su lengua, ni por sus costumbres. En efecto, en ningún lugar establecen ciudades exclusivas suyas, ni usan lengua alguna extraña, ni viven un género de vida singular.
La doctrina que les es propia no ha sido hallada gracias a la inteligencia y especulación de hombres curiosos, ni hacen profesión, como algunos hacen, de seguir una determinada opinión humana, sino que habitando en las ciudades griegas o bárbaras, según a cada uno le cupo en suerte, y siguiendo los usos de cada región en lo que se refiere al vestido y a la comida y a las demás cosas de la vida, se muestran viviendo un tenor de vida admirable y, por confesión de todos, extraordinario. Habitan en sus propias patrias, pero como extranjeros; participan en todo como los ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña les es patria, y toda patria les es extraña.Se casan como todos y engendran hijos, pero no abandonan a los nacidos. Ponen mesa común, pero no lecho. Viven en la carne, pero no viven según la carne. Están sobre la tierra, pero su ciudadanía es la del cielo. Se someten a las leyes establecidas, pero con su propia vida superan las leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los desconoce, y con todo se los condena. Son llevados a la muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos. Les falta todo, pero les sobra todo. Son deshonrados, pero se glorían en la misma deshonra. Son calumniados, y en ello son justificados. Se los insulta, y ellos bendicen. Se los injuria, y ellos dan honor. Hacen el bien, y son castigados como malvados. Ante la pena de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos les declaran guerra como a extranjeros y los griegos les persiguen, pero los mismos que les odian no pueden decir los motivos de su odio.
Para decirlo con brevedad, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos lo están por todas las ciudades del mundo. El alma habita ciertamente en el cuerpo, pero no es es del cuerpo, y los cristianos habitan también en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está en la prisión del cuerpo visible, y los cristianos son conocidos como hombres que viven en el mundo, pero su religión permanece invisible. La carne aborrece y hace la guerra al alma, aun cuando ningún mal ha recibido de ella, sólo porque le impide entregarse a los placeres; y el mundo aborrece a los cristianos sin haber recibido mal alguno de ellos, sólo porque renuncian a los placeres. El alma ama a la carne y a los miembros que la odian, y los cristianos aman también a los que les odian. El alma está aprisionada en el cuerpo, pero es la que mantiene la cohesión del cuerpo; y los cristianos están detenidos en el mundo como en una prisión, pero son los que mantienen la cohesión del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal, y los cristianos tienen su alojamiento en lo corruptible mientras esperan la inmortalidad en los cielos. El alma se mejora con los malos tratos en comidas y bebidas, y los cristianos, castigados de muerte todos los días, no hacen sino aumentar: tal es la responsabilidad que Dios les ha señalado, de la que no sería licito para ellos desertar.
Porque, lo que ellos tienen por tradición no es invención humana: si se tratara de una teoría de mortales, no valdría la pena una observancia tan exacta. No es la administración de misterios humanos lo que se les ha confiado. Por el contrario, el que es verdaderamente omnipotente, creador de todas las cosas y Dios invisible, él mismo hizo venir de los cielos su Verdad y su Palabra santa e incomprensible, haciéndola morar entre los hombres y estableciéndola sólidamente en sus corazones. No envió a los hombres, como tal vez alguno pudiera imaginar, a un servidor suyo, algún ángel o potestad de las que administran las cosas terrenas o alguno de los que tienen encomendada la administración de los cielos, sino al mismo artífice y creador del universo, el que hizo los cielos, aquel por quien encerró el mar en sus propios limites, aquel cuyo misterio guardan fielmente todos los elementos, de quien el sol recibió la medida que ha de guardar en su diaria carrera, a quien obedece la luna cuando le manda brillar en la noche, a quien obedecen las estrellas que son el séquito de la luna en su carrera; aquel por quien todo fue ordenado, delimitado y sometido: los cielos y lo que en ellos se contiene, la tierra y cuanto en la tierra existe, el mar y lo que en el mar se encierra, el fuego, el aire, el abismo, lo que está en lo alto, lo que está en lo profundo y lo que está en medio. A éste envió Dios a los hombres. Ahora bien, ¿lo envió, como alguno de los hombres podría pensar, para ejercer una tiranía y para infundir terror y espanto? Ciertamente no, sino que lo envió con bondad y mansedumbre, como un rey que envía a su hijo rey, como hombre lo envió a los hombres, como salvador, para persuadir, no para violentar, ya que no se da en Dios la violencia. Lo envió para invitar, no para perseguir; para amar, no para juzgar. Ya llegará el día en que lo envíe para juzgar, y entonces ¿quién será capaz de soportar su presencia?…”
11 comentarios
A mí, la verdad, me llena de alegría pensar que los cristianos que escribieron esto hace 19 siglos son mis hermanos y tenían, en esencia, la misma fe que yo.
Es verdad, como dice Sofía, que muchas veces no respondemos con una bendición, pero sólo porque no estamos convertidos del todo. Con la ayuda de Dios todos podemos experimentar el amor al enemigo.
Propongo a todos los lectores que lo intenten una vez, como "experimento", en algo pequeño. Pedir a Dios su fuerza y responder con una sonrisa o con una palabra de cariño la próxima vez que un vecino, un compañero de trabajo, el conductor de otro coche, la mujer o el marido, etc. se muestre malhumorado, irrazonable o nos perjudique en algo (especialmente si no tienen razón). Mi experiencia es que Dios concede este amor al que se lo pide, como un verdadero milagro.
Personalmente lo intentaré, pero desde luego no es fácil, sin la gracia divina imposible.
Rezaré especialmente por todos los que habéis leído este post, para que Dios haga milagros por su gracia en nuestras vidas.
Estaba esta mañana en la cola del banco y mientras esperaba, aprovechaba para cumplir mi compromiso de rezar por los que hubieran leído este blog, para que Dios les concediera experimentar lo de amar al enemigo.
Pues bien, parece que Dios ha decidido que el que necesitaba experimentarlo era yo. Tenía mucha prisa, pero los del banco me han hecho esperar muchísimo, atendiendo antes que a mí a todos los que estaban antes que yo en la cola ¡y también a todos los que estaban después que yo en la cola!. Como consecuencia, he llegado tarde a todas las reuniones de trabajo que tenía esta mañana.
Sin embargo, como estaba rezando, no podía evitar sonreir. Cuanto más se retrasaba la cosa, más sonreía yo, verdaderamente contento de que se hiciera la voluntad de Dios, aunque no coincidiera con mis planes.
Mientras, la gente me miraba con cara rara. Supongo que pensarían que estaba contento porque iba a ingresar un premio de lotería o algo así.
Efectivamente, me había tocado la lotería: Dios me ha regalado la fe.
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