Cristianos de ayer y de hoy (XI): Esteban, un nuevo cristiano
El viernes, día de Nuestra Señora del Pilar, bautizamos a nuestro hijo Esteban. Para nosotros fue un día de inmensa alegría.
Mi mujer y yo somos cristianos desde niños: el Dios de nuestros padres quiso regalarnos, por pura gracia y sin que lo mereciéramos en absoluto, la fe y el bautismo. Yo, al igual que mi mujer, puedo decir: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad. A pesar de nuestros pecados y debilidades, la Iglesia nos ha acogido siempre como una madre comprensiva. El Señor ha estado en medio de nuestro noviazgo y de nuestro matrimonio y lo ha transformado desde dentro.
En estas cosas hemos encontrado la vida, la verdadera Vida que no se acaba. Por eso, para nosotros es una alegría que el Señor dijera: La promesa es para vosotros y para vuestros hijos. La promesa del Señor que hemos gustado en nuestras vidas es también para Esteban y para Cecilia. También a ellos los ha elegido Dios, los ha amado inmensamente desde antes de la creación del mundo, los quiere transformar en otros Cristos, que amen a sus enemigos y sean testigos de la Resurrección.
Como a todos los padres, nos gustaría poder hacer que nuestros hijos tengan una buena educación, que vayan a los mejores colegios, que no tengan necesidades económicas, que aprendan idiomas, que hagan deporte, que estén sanos… pero sobre todo y mucho más importante que todo eso, nos gustaría dejarles en herencia lo mejor que tenemos: nuestra fe. Nosotros hemos experimentado que la fe en Jesucristo, Hijo de Dios, es lo más valioso de nuestras vidas, lo que merece la pena de verdad. Multitud de cosas prometen la felicidad, pero Cristo es el único que puede verdaderamente regalarla. Malos padres seríamos si a nuestros hijos les diésemos de todo, excepto lo que importa de verdad.
En la celebración se cantó uno de los cánticos del Siervo de Yavé, que dice: Te verán los reyes, se pondrán en pie; los príncipes de la tierra se inclinarán. Esta frase, que se refiere a Jesucristo, se puede aplicar también hoy a Esteban. Ha sido hecho hijo de Dios, hermano del Señor Jesucristo, templo del Espíritu, que es algo infinitamente mejor que cualquier corona real o puesto importante, cualquier fortuna por grande que sea, cualquier premio, distinción o fama. Todo lo estimo basura, en comparación con ganar a Cristo.
El sacerdote que bautizó a Esteban, amigo nuestro, leyó la siguiente oración, como explicación del rito de hacer la señal de la Cruz sobre el niño. Es una oración preciosa, creo que de San Gregorio Nacianceno, padre y doctor de la Iglesia del siglo IV. En esto consiste, exactamente, la herencia que queremos dejar a nuestros hijos:
Yo te signo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu santo,
Para que seas cristiano.
Los ojos, para que veas la luz de Dios;
Los oídos, para que oigas la voz del señor;
La nariz, para que percibas el suave olor de Cristo;
Los labios, para que, una vez convertido,
Confieses al padre, al Hijo y al Espíritu santo;
El corazón, para que creas en la Santa Trinidad. Amén
8 comentarios
Los tiempo cambian y pocos viven el bautismo con el sentido que tiene de entrar a formar parte de la Iglesia, sino más bien como un acto social.
El caso es que ya escribí en su día aquel "doce por uno y todos bautizados". Ahora me alegra saber que el bautizo de Esteban han sido un vínculo gozoso con el Dios de sus padres.
¡Que disfrutes de tus hijos!
Leyendo este post, he recordado lo que un día me hizo sentirme una persona inmensamente dichosa, y que, desde entonces lo siga siendo.
Cuando comencé el proceso de conversión a Jesucristo (uno nunca acaba este proceso), me di cuenta del inmenso regalo que recibí de mis padres, y que no tendré días suficientes en mi vida para agradecer. Este regalo fue, precisamente, el de la pertenencia a la Iglesia, por medio del bautismo.
Muchas veces he pensado qué hubiera sido de mí si mis padres no me hubiesen bautizado, y si no hubiesen depositado en mí la semilla de la fe.
Creo, sinceramente, que el lo más grande que unos padres pueden hacer por sus hijos. Por eso, te reitero mi enhorabuena.
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