Conversión y lágrimas
Un lector me ha enviado esta historia de conversión que le ha gustado, aparecida en la revista Pórtico del Cielo y, en internet, en la página de Mercabá. Es la historia de una luterana alemana alejada de la religión que se hizo católica después de vivir durante años en España.
Me han llamado la atención bastantes cosas:
- la importancia de rezar por los que no creen, también cuando parece que pasan los años y no se ven los frutos
- la paciencia infinita de Dios
- el hecho de que Dios se vale de lugares de peregrinación y santuarios para hacerse presente de forma especial, otorgando gracias singulares,
- el don de lágrimas que a veces regala el Señor
- el consejo final a los católicos españoles.
Espero que les guste.
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“Procedo de una familia protestante del norte de Europa, donde la gente es históricamente luterana desde hace siglos.
Ser protestante allí no significa sólo pertenecer a una iglesia determinada. El hecho tiene, también una fuerte connotación sociológica. En Alemania ocurre como en Inglaterra o en Estados Unidos: ser protestante es, además y más bien, formar parte de un determinado estrato social, de un status. Y, por lo común, significa estar activamente en contra de los católicos.
Se los suele catalogar como un rango social inferior, como gente inculta e hipócrita: según piensan los protestantes, un católico puede pecar lo que quiere; luego va, se confiesa… y ¡listo! Puede parecer exagerado, pero eso es lo que yo he oído de mis mayores desde mi infancia.
No me interesaba ninguna iglesia
Por eso me sorprendió y me produjo cierta vergüenza cuando, a mi llegada a España, descubrí que -salvo excepciones, claro, que también las había- los católicos normalmente no hablabais mal de los protestantes, sino que soléis rezar por su conversión, por la unión de las Iglesias, y habláis de “nuestros hermanos separados” cuando os referís a ellos. Esto pasa, por lo menos, en España como he podido comprobar. Tal vez la razón sea que aquí prácticamente nunca ha habido protestantes y no ha habido roce.
Sea lo que fuere, a mí no me gustaba el protestantismo; pasaba completamente de él, sobre todo tras sufrir alguna decepción con pastores luteranos. Pero esto no era razón suficiente para convertirme al catolicismo, ni mucho menos. Yo tenía las cosas claras: podía vivir al margen tanto del protestantismo como del catolicismo.
Más tarde, cuando ya estaba en España y en contacto con muchos católicos practicantes, me empezó a parecer racionalmente sospechoso que alguien se hubiese atrevido a fundar una iglesia, que emergía de la Católica, pero al margen del Papa de Roma; sin la confesión; y sin culto a María. Esto, quince siglos después de que Jesucristo fundara la Iglesia.
Sin embargo, yo estaba segura de que, aun así, nunca me iba a interesar la religión católica. Tenía mis propias ideas y una especie de compromiso social con mi familia: aunque no practicara la religión, yo estaba anclada en el mundo del que procedía. Mi padre y toda su familia eran luteranos; mis vecinos y amigos, también. Mi madre nos había abandonado cuando yo tenía 18 meses y se había ido a vivir a Viena, sin ocuparse de nosotros. No podía ser de otra forma: ¡era católica! Esto, escuchado a mis mayores desde que tengo uso de razón, tampoco ayudaba a querer a los católicos.
Viviendo entre ellos, en España, podía tolerar o respetar a los católicos, siempre que a mí me dejaran en paz. Eran una realidad en mi nueva patria, pero no me atañían. De modo parecido a que por ser alemana era “diferente", también era libre de pensar lo que quisiera.
En 1964 fui a Madrid, a estudiar, Enseguida conocí al hombre, español y católicopracticante, que ahora es mi marido. Para casarnos, tuve que comprometerme a que mis hijos fueran educados en la religión católica. Mi marido, otros miembros de la familia y los colegios se ocuparon discretamente de la educación religiosa de nuestros cuatro hijos, Yo me mantuve al margen, consintiendo pero sin participar.
Seguramente he podido convertirme, después de vivir 29 años en España, gracias a que mi marido nunca hizo la menor presión sobre mí, respecto a la religión, asistir a Misa, etc. Su exquisita discreción, su respeto hacia mí y su tolerancia lo hicieron posible. No todas las personas actuaron igual. En alguna ocasión fui objeto de un cierto menosprecio por parte de gente poco culta. Recuerdo a una señora, pía e impetuosa, que quería convertirme a toda costa. Otra, una pariente, quería obligarme a convertirme al catolicismo “yamismo", casi amenazándome.
Díos te ronda
Estas actuaciones retrasaron, al menos diez años, mi acercamiento al catolicismo. No me quejo, pero pienso que nunca se debe hacer eso. Lo que hay que hacer, sobre todo, es rezar. He vivido durante muchos años al lado de personas practicantes, que seguramente han rezado a diario por mí, por mi conversión, sin que yo lo supiera. He visto y vivido auténticas muestras de fe viva por parte de estas personas, que depositaban toda su esperanza en Dios y en la Virgen María. Sin que me diera cuenta, tanto roce, tanta perseverancia en la fe de las personas que me rodeaban, me han ido limando y moldeando imperceptiblemente, como el oleaje constante moldea las rocas. Y comenzaron a ocurrirme cosas extrañas. Ahora veo que Dios ha salido a mi encuentro. Dios te ronda, te busca, te cita, se hace el encontradizo.
Soy periodista, corresponsal extranjera para Alemania, y viajo bastante. Durante una época cubría bastantes temas de contenido esotérico, sobrenatural, etc., que me pedían porque estaba de moda en Alemania. En cierta ocasión hice un reportaje sobre unas supuestas apariciones marianas en una provincia española.
Una fragancia
Naturalmente, mi pragmatismo no me permitía creerme aquello. Pero hubo algo que me dejó bastante confundida. El lugar era un erial, donde normalmente olía a basura. Sin embargo, después de la supuesta aparición de la Virgen se advertía un fuerte olor a rosas. Mi marido, que estaba conmigo, también percibió el perfume. ¡Qué raro!, pensaba yo, ¡qué cosas me pasan!
Más tarde, una de las muchas veces en que visité con mi familia la iglesia del Santo Cristo de Limpias cerca de Santander, robé una pequeña rosa de un arbusto delante de la iglesia y la puse bajo el Cristo. ¡Qué sorpresa cuando en los pies del Cristo veo una gota de agua! Dicen que el Cristo es milagroso y a veces llora. Me fui de allí toda emocionada.
Otra vez tuve que hacer un reportaje cerca de Santiago de Compostela y me alojé en el Hostal de los Reyes Católicos, junto a la Catedral. Por la mañana, antes de nada, decidí hacer una visita turística a la catedral que no conocía.
Fui casi directamente a la tumba del Apóstol. Sabía que allí había estado rezando el Papa Juan Pablo II, arrodillado. Estaba completamente sola y quise copiar al Papa, por pura curiosidad, cuando entró un sacerdote y me pregunto si le podía asistir, porque -me dijo- había venido como peregrino, desde Perú, ex profeso para celebrar Misa delante del túmulo del Apóstol. Le dije que yo no era católica.
En aquel momento entró otra señora que, sin decir palabra tomó mi lugar. Por una extraña razón yo permanecí de rodillas, y empezaron a saltárseme las lágrimas, que fueron en aumento. El sacerdote celebró la Misa, que parecía para mí. Y yo, llorando como una Magdalena, de rodillas, clavada allí delante del Apóstol durante toda la Misa. Salí de la catedral profundamente tocada, como transformada.
Cuando, a continuación, fui a realizar mi trabajo, la persona que iba a entrevistar se negó. Es la única vez, en toda mi carrera de periodista, que no he podido hacer ningún tipo de reportaje después de un viaje tan costoso. Al parecer, esta vez tenía que ir a Santiago sólo para asistir a la Misa de aquel sacerdote peruano. Ahora no me extraña el suceso: el apóstol Santiago, ¿por qué no iba a cristianizarme también a mí? El suceso de la Catedral me ha dejado marcada de por vida: después de esto pedí a Dios que me diera la fe.
De todas maneras, recuerdo un día de mayo de 1992 en que fuimos mi marido, algunos de mis hijos y yo a Colmenar Viejo, a la ermita de la Virgen de los Remedios. Yo iba, porque me gusta ir al campo con mi familia. Una vez allí, un sacerdote que nos acompañaba me invitó a rezar con todos. Yo le respondí algo así como: “Por favor, no malgaste sus esfuerzos, porque ¡yo nunca me haré católica!” Once meses después me convertía.
Tres sacramentos
Mi padre falleció en noviembre de este año. A partir de este momento me invadió el deseo de hablar con un sacerdote, para contarle mi vida y pedir consejo. No quería nada más. No pensaba en convertirme; quería solamente “soltar lastre” y comentar las cosas que me habían ocurrido. Ahora ya podía hacerlo, porque mi padre había muerto. Ya no podía defraudarle, pasándome al enemigo; aunque -insisto- yo sólo quería hablar, o tal vez encontrar ayuda.
Antes de nada, mi hija Bárbara me puso en contacto con una amiga suya, Regina, que pertenece al Opus Dei. Hablamos. El diálogo era fluido. En muy poco tiempo vi todo claro: quería entrar en la Iglesia Católica. Empecé a ir normalmente a Misa, llorando prácticamente desde el principio hasta el final, sin poderlo remediar. Cuando le dije a mi marido que iba a convertirme, no se lo creía: solamente me preguntó si lo había pensado bien y sabía lo que iba á hacer.
Ahora hace ya más de siete años que me convertí. El 17 de abril de 1993 recibí la Confirmación y la Primera Comunión, en Madrid, después de una, también primera, confesión de los pecados de toda mi vida.
Como he dicho, me emociono y, sin poderlo remediar, lloro a lágrima viva durante la Misa. Como tenía que leer el Credo, el sacerdote tenía muy fundados temores de que mi llanto no me dejaría leer. Pero estaba pletórica: sentía dentro de mí la fuerza viva del Espíritu Santo, que me llenaba y me llena todavía. Rezaba el Credo con una seguridad, un júbilo interior, una felicidad y un convencimiento tales, que me tuve que aguantar, al final, para no gritar, de forma rotunda: “¡Y lo digo y lo creo con todas mis fuerzas y con todo mi corazón!”
Dos angelotes rubios -mis nietos Fernando y Nicolás, de cinco y dos años, sujetaban entre sus manitas el atril, donde reposaba el texto del Credo, y lo movían entusiasmados. Era un momento glorioso, increíble.
A los católícos de España
Voy a permitirme el atrevimiento de deciros algo que siento respecto a la situación de la Iglesia Católica en España: tenéis el gran privilegio de haber sido cristianizados en el siglo primero. Y eso es un privilegio extraordinario.
En España el mensaje de Cristo fue defendido frente al Islam y otras influencias, y ha podido extenderse desde España al Nuevo Mundo. ¿Por qué no defendéis este tesoro con más convencimiento, más entusiasmo, más energía, más unión, más entrega, más pureza, y más sentido de responsabilidad? ¿Por qué permitís las dudas, las componendas, el “descafeinado", el camino -en definitiva- hacia un protestantismo encubierto? ¿Por qué no defendéis a la Iglesia de Cristo con más vehemencia, con más audacia y más amor? Espero que sepáis perdonar mi atrevimiento, pero sentía la necesidad interior de decíroslo".
40 comentarios
Necesitamos un buen torrente del Espíritu. Recemos por ello.
Además creo que rezando por personas concretas podríamos conseguir conversiones, eso mismo pasó con Alfonso de Ratisbona pasó igual, se convirtió cuando entró en una iglesia donde se hacían los preparativos de un funeral, y le fue revelado que el difunto, un noble, había rezado incesantemente por su conversión.
Historia preciosa de luteranos convertidos por venir a España, me resulta conocida, aunque vinieran de otro país que no era Alemani es lo mismo y por eso estamos algunos en la Iglesia
¡Que Dios la bendiga!.
PD
Cuando pueda,si le parece bien me encantaría,y,creo,a todos conocer su encuentro con nuestra Madre,porque dado su origen luterano deber ser impresionante.
!Que Dios te bendiga! y !Animo!
Ese amor materno tiene tal poder que con solo mencionarlo te llena los ojos de lagrimas. Es saberte amado por la que has perseguido.
Es saberte hijo recogido y ser amado igual o mas que el de la casa. Es verte arropado por los brazos que golpeaste.
Es llorar tus pecados no por temor, sino por dolor de haber herido tal amor. La Madre, nuestra madre, la virgen, que cosa tan grande tenemos los católicos expuestos a los ojos de todos y sin embargo es el secreto mejor guardado.
Ahora creo que tengo la cabeza llena de ideas y el corazón seco.
Saludos
¿Palabras bonitas? es cierto, pero es asi. Siempre es bueno tener "las ideas claras" (porque si no terminas con un sentimentalismo sin base). Pero sin olvidar que esto es amor, amor del bueno.
Una intimidad de esposos entre nosotros y el Señor.
Si no se vuelve de esos matrimonios de "cerebro" que no tienen puesto en el "corazon".
Al final solo pedilo! pedi volver a sentir el amor y El te lo concede. Pedile que te vuelva a enamorar, que te sientas amada, que te concienta , no hay esposo mas dulce que Jesucristo.
También me ha gustado tu comentario sobre la unidad, en el post de los tipos de católicos.
Paz y bien
¡Bárbaro tu comentario!
asun
Toma una foto del Señor crucificado,o,un crucifijo,y,simplemente,mira y escucha.
Otra posibilidad es toma el evangelio de S.Juan,a partir del capítulo XV,y lee.O,por último,una frase de Sta.Teresita:"Dios es más tierno que una madre"
Y si todo esto no funciona pídele al Señor,que por medio de su Espíritu,te conceda,si es su voluntad,ese "caramelito",dile que ...¡ahora te hace falta!..si es su voluntad.
Yo añadiría una cosilla a lo que ha dicho Cristhian. Todos los humanos tenemos un peligro que siempre está presente en la vida espiritual y de oración: apegarnos demasiado a los regalos de Dios.
Cuando Dios nos regala algo, ya sea el don de lágrimas, la inteligencia, el don de consejo o cualquier otro regalo, a veces, sin que nos demos cuenta, terminamos por poner nuestro corazón en el propio don en vez de en Dios. Es decir, podemos terminar por poner los dones de Dios por encima del Dios que nos da esos dones.
El don de lágrimas, como los demás dones de Dios, es un medio maravilloso para un fin, que es siempre un encuentro más estrecho con Dios, nuestra conversión y ajustar nuestra vida a lo que él quiere. Por eso, es un peligro que nuestra oración o nuestra vida cristiana se desplacen desde encontrarnos con Dios y buscar hacer su voluntad hacia "sentir" a Dios. A veces, equivocadamente, podemos ir a la oración con la finalidad de sentir algo y, si no sentimos nada, creemos que no ha servido de nada, pero los sentimientos nunca pueden ser lo importante en nuestra vida. Dios puede concedernos esos sentimientos de amor o esas lágrimas (y bienvenidos sean), pero también puede quitárnoslos, para que aprendamos a amarle en sequedad, sin una recompensa inmediata, para que no nos quedemos en los sentimientos sino que vayamos directamente a él.
No sé si será tu caso, pero, a menudo, cuando Dios ya no da a una persona un don como el de lágrimas, no es por que uno se haya alejado de él o porque esté peor, sino porque ha ido avanzando en la vida cristiana y Dios le quita las muletas y los apoyos, para que le busque sólo a él, sin otros consuelos.
En conclusión, ánimo. Si tienes don de lágrimas, agradéceselo a Dios y, si no lo tienes, agradéceselo también, porque él sabe lo que te conviene y no hay nadie que desee más tu bien que tu Señor. Es decir, que todo te sirva para amar más a Dios y acercarte más a él.
Un saludo.
Aunque pienso que debe haber una combinacion de ambas cosas. Porque aproximarse a Dios con el puro intelecto, sin sentimientos. Es harto peligroso tambien, podrias terminar en un matrimonio de conveniencia.
Es como casarte con alguien porque es bueno, porque nos gustan las mismas peliculas, porque es alguien culto, porque viene de buenos padres, etc. etc. Y sin esa "chispa" que todos sabemos que puede ser efimera, pero necesaria para darle sabor al matrimonio, que obviamente despues se transforma en algo mas profundo pero siempre es necesario que este alli.
Casi toda la biblia habla de ese amor esponsal y cariñoso de Dios con su pueblo (el cantar de los cantares como obra cumbre). No se de bases teologicas al respecto, sabes perfectamente que soy un ignorante en temas de ese tipo. Pero si veo necesario ese amor, un poco arrebatado, de y para Dios. Obvio que al igual que en la figura del matrimonio, hay periodos de "serenidad", de tranquilidad, pero siempre hace falta esos "detallitos" rciprocos de amor que son lo que al final mantienen vivo el amor.
No se si me hice rollo, pero ojala el espiritu traduzca entre tu y yo. ;)
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Que de pronto caes en un tiempo en el que no tienes problemas directos con tu esposa, pero andas como "simplon". Asi, que caes en la rutina de vamos, venimos, compramos, traemos, llevamos. No hay problemas directos, osea no es que estes en crisis o algo asi, sino que simplemente estas sin "cariño", no se como explicarlo, pero tu debes entenderme de que te hablo.
Y de pronto ves reir a tu esposa por algo que dijo alguien mas, o la ves con aquel vestido que te gusta o no se, la volves a ver en el semáforo y PUM! te acuerdas porque la amas, porque te enamoraste de ella, y te nace decirle algo lindo, lo que sea, una estupidez si quieres, pero te vuelves a sentir enamorado.
Asi nos pasa con Dios, es cierto que de pronto es un amor sereno, maduro, con toda una vida respaldando, con millones de "garantias" detras, pero siempre es necesario ese "algo" eso que no es intelectual, que no es teologia, no es latin, no es idea, ni intelecto, es AMOR, amor del bueno.
Lo que tú has dicho y lo que he dicho yo no son en absoluto cosas opuestas, por eso he hablado de añadir a lo que tú decías.
De hecho, cuando Dios te quita los sentimientos, lo que te queda no es sólo la inteligencia, sino la inteligencia y la voluntad. Y el amor, del que tú hablabas, no es cosa de sentimientos, sino de voluntad. Amar a Dios es entregarse a él, poner tu vida en sus manos, también cuando no entiendes nada o no tienes sentimientos.
Cuando más amas a tú mujer no es cuando tienes el sentimiento del enamoramiento nada más conocerla, sino cuando lleváis años casados y tú la quieres como és, das la vida por ella y tus hijos y te entregas por entero a ella. Aunque un día lo único que sientas sea lo que te apetecería irte a tomar una cervecita con los amigos en vez de quedarte en casa o lo guapa que es tu nueva secretaria. Eso es amor.
Igualmente, cuando amas a tus enemigos, tus sentimientos suelen ser de antipatía, pero tus actos son de amor, que es lo que importa.
Los sentimientos son algo bueno, sin duda, como tú dices, pero también algo mucho más superficial. Son una ayuda que, a veces nos da Dios, pero a veces nos la quita y no importa, porque el amor no son los sentimientos. Que Dios nos da sentimientos de amor y de consuelto, muy bien, que nos los quita, también bien.
Como has señalado, es muy bueno tener detalles de cariño con tu esposa y, en condiciones normales, así hay que hacerlo: hacer pequeños regalos, unas flores, ir a algún sitio solos, etc. Eso sí, sabiendo que el verdadero amor no se basa en eso y, cuando no se puede salir porque hay una enfermedad o no se pueden hacer regalos porque no hay dinero o no se pueden tener detalles porque uno de los dos ha tenido que irse a otro país, el amor puede y debe seguir existiendo y aumentar.
Espero haberme explicado mejor ahora.
Un saludo.
Ese poema dice muy bien lo que intentaba transmitirle a Asun. Los regalos de Dios, el cielo, las gracias y todo lo que nos da son algo estupendo, pero no son nada en comparación con él mismo y con su amor. Eso es lo que nos mueve a los cristianos.
Pero ¿Cuanto dura un matrimonio sin muestras de amor? ¿De cariño? ¿De ternura?
Puedes decirme que mas muestra de amor que pedirle perdon, estar casados X años, no haberle nunca sido infiel, rezar juntos, jamas gritarle, etc. etc.
Estamos claros que los sentimientos no son todo, y que son engañosos y hoy estan aqui y mañana alla etc. etc. Pero son necesarios! Voluntad e inteligencia son buenos, pero hacen falta las muestra de amor y de ternura que inspiran, esos sentimientos que te hacen humano.
Creo que no logro transmitir la idea. Es responsabilidad mia el no poder hacerlo.
Ten en cuenta de que estamos hablando de la relación con Dios. Lo del matrimonio es un ejemplo, pero no es igual en todo. En la relación con Dios, los sentimientos son especialmente necesarios al principio, pero puede haber etapas, incluso muy largas, en las que estorben y Dios nos los quite en gran parte o incluso del todo.
En la relación con Dios, puede haber años y años en los que el Señor quiera que le amen en oscuridad y en sequedad. Así les ha sucedido a multitud de santos. Por ejemplo, la Madre Teresa de Calcuta (si no recuerdo mal, más de veinte años), Santa Teresa de Lisieux (y era una jovencita), Santa Teresa de Jesús, el Hermano Rafael, etc. ¿Había menos amor en ellos? Al contrario, era un amor mucho más fuerte.
Como es lógico, nadie desea la oscuridad o la sequedad, pero cuando Dios nos las da es porque las necesitamos para que nuestro amor crezca y se haga más fuerte y profundo.
Sobre todo esto no hay mejores libros que los de San Juan de la Cruz: Subida al Monte Carmelo, Noche Oscura, Llama de Amor Viva, etc.
Un saludo.
Y tú también. Mi comentario sólo sirve para una etapa particular de la vida cristiana: las etapas de oscuridad y sequedad.
En cambio, tu comentario sobre volver al primer amor siempre es válido. A mí me ha venido muy bien. Así lo hacía siempre Israel: se acordaba de cuando Dios le sacó de Egipto, le llevó por el desierto, le dio el maná...
Esa es otra cosa muy útil cuando uno está en oscuridad: volver al primer amor recordando todos los milagros que Dios ha hecho en tu vida, cómo ha estado siempre a tu lado, como te mostró su misericordia... aunque ahora uno no lo sienta, recordarlo consuela.
Un saludo.
De acuerdo con lo expresado en tu diálogo con christian;sin embargo el Espíritu le reprocha a la Iglesia de Éfeso en Ap2,2-ss tras haber reconocido su destacada virtud:
"Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos;
y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.
Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor".
Es como dice un amigo mio: hacer las cosas buenas por las razones equivocadas.
Hacer las cosas en cumplimiento, no por amor al que nos ha amado primero.
Densooooooo. Pensare mucho en esto hoy!
El amor, en la Escritura y en la doctrina de la Iglesia, es mucho más que los sentimientos. Entiendo que lo que el Espíritu reprocha a la Iglesia de Éfeso no es que no tenga sentimientos (no podemos crear nuestros sentimientos, todo el esfuerzo del mundo no puede cambiar uno de nuestros sentimientos), sino que ha dejado que se enfríe su amor por Dios.
Si te fijas, las obras de amor de la Iglesia de Éfeso están en pasado: "has sufrido", "has tenido paciencia", "has probado", "has trabajado". De hecho, inmediatamente después le dice: "Date cuenta, pues, de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera." Parece ser que, después de haber sido fiel en el seguimiento del Señor, la Iglesia de Éfeso había terminado por caer en la rutina y en la infidelidad, como nos pasa tantas veces a nosotros.
Por eso, para no dormirnos en los laureles y pensar que ya hemos hecho bastante por el Señor, he señalado en mi último comentario que siempre hay que recordar el primer amor, los encuentros con Dios, los milagros que ha hecho en nuestra vida. Asombrarnos ante lo que Dios ha hecho con nosotros impide que nos sintamos satisfechos con lo que hemos conseguido hasta ahora. No podemos nunca decir a Dios "mira todas las obras que he hecho, como Éfeso, ya es bastante ¿no?" Mirar al amor primero hace que recordemos que el amor de Dios es lo único importante de la vida.
Un saludo.
Los aperitivos son estupendos, nos abren el apetito para comer y hacen que disfrutemos más de la comida. Da gusto poder tomar unos aperitivos con la familia o los amigos antes de comer. Eso sí, cuando hay que elegir, lo mejor es que haya comida sin aperitivos y no aperitivos sin comida. Al final, lo más importante es la comida y los aperitivos sirven para disfrutar más de la comida y no al revés.
Otra vez de acuerdo,y,al respecto:
"Que el Señor sea tu delicia,y,el te dará lo que anhela tu corazón" Sal 36(37),4
Dedicado a asun.
Os agradezco a los dos, y también a Noby lo que habéis dicho.
La oración que ha puesto Noby ilustra bien uno de los puntos principales que me había aportado Bruno: el amor es desinteresado (de cualquier modo respecto al "don de las lágrimas" ni sabía que fuera un don, ni nunca he deseado tenerlo)
Otro punto importante es que Dios no cambia, su amor es inamovible tanto si estamos en la luz como si estamos en la noche oscura.
Son buenos consejos para otros momentos, pero ahora, lo que necesitaba era el consejo de Christian respecto a volver al amor primero.
Gracias a todos.
Noby !que fuerte lo del reproche a esa Iglesia que cumplía sin el amor primero, gracias por traerlo.
Christian : me acuerdo de ti ante la medida de la Virgen del Pilar .
Lo importante es la transformacion, no lo que sentimos mientras nos hacemos ese Otro. Y para esa transformacion, lo primero que tenemos que abandonar son nuestros prejucios, nuestros apegos, nuestras ideitas de Dios. Dios es el iconoclasta por excelencia, dice Jack Lewis, destruye todas nuestras pobres imagenes de Dios.
De ahí que el don de lágrimas pueda ser, precisamente y como dice Asun, la pena por la sequedad. De ahì que la sensacion de no tener fe sea esa misma fe, como en Teresa de Calcuta.
Porque lo primero que enseña Dios es que no es esto o lo otro. Es el "Otro".
Tendrás que salir de tu casa de Ur y caminar hasta la tierra que el Señor te dará. Las làgrimas son secas, la fe parece no tener asidero, Dios no tiene rostro... estamos en camino.
Hay que dejar a Dios por Dios, como dice Tauler.
La vasta difusion del progresismo, la herejía moderna que cubre la casi totalidad del catolicismo, nos quita mucho tiempo, porque los pequeños se escandalizan y pierden las pocas gotas de verdad catolica.
Pero nadie debe ser apartado de los conocimientos màs excelentes, mística incluida: porque lo poco que podemos saber del Innominado, es valiosísimo frente a lo mucho que podamos saber de lo sublunar, como insiste Aristóteles.
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