La eterna juventud
Al estudiar Historia, es frecuente reírse de los conquistadores españoles y los mitos que perseguían ingenuamente: el Dorado, las amazonas, el país de la canela… Así Ponce de León, según se cuenta, descubrió la Florida buscando la legendaria fuente de la eterna juventud. Desde nuestra suficiencia moderna, nos resulta fácil reírnos de él y, sin embargo, si surgiese hoy un rumor de que la eterna juventud puede conseguirse, por ejemplo, en lo hondo de la Fosa de las Marianas, veríamos a innumerables personas por las calles con aletas, gafas de bucear y bañadores a rayas, a la caza de un buen atlas que les dijera dónde está exactamente ese abismo marino y cómo llegar a él. Hoy, como ayer, los hombres irían y, de hecho, van al fin del mundo a buscar la juventud.
Si hay algo que idolatra nuestro mundo es la juventud. La inmensa mayoría de los anuncios que vemos prometen, de una forma u otra, esa juventud: cirugía estética, cremas, gimnasios, implantes, coches rápidos, motos, mujeres jóvenes vengan o no vengan a cuento, una “segunda juventud” tras la jubilación y un larguísimo etcétera. No hay mayor negocio actualmente que la promesa, más o menos camuflada, de la juventud.