No cerréis las puertas
El otro día, por cuestiones burocráticas, tuve que pasar la mañana en el centro de Madrid. Mientras esperaba, aproveché para dar una vuelta por algunas de esas iglesias antiguas tan bonitas que hay por la zona, como la iglesia de las Calatravas, en la calle Alcalá, o la parroquia de San José.
También pasé por el Oratorio de Caballero de Gracia, junto a la Gran Vía. Como aún era pronto, estaba cerrado. Sin embargo, me di cuenta con alegría de que, cuando está cerrado el templo, los encargados tienen el detalle con los fieles de cerrar la verja exterior, pero dejar entreabierta la puerta de madera. Así se mantiene la seguridad y se evitan robos, a la vez que se permite que quien lo quiera pueda rezar un rato ante el Sagrario, como hice yo. Un señor que pasaba por allí me miró como si fuera un bicho raro al hacer la genuflexión en medio de la calle, cuando ya me iba, pero eso era de esperar. Después de aquel rato rezando, me resultó mucho más fácil no enfadarme por la habitual lentitud burocrática que me hizo perder dos mañanas enteras para un trámite de dos minutos.