InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Liturgia

20.11.08

El rito extraordinario: como un niño ante un regalo

A veces me gusta imaginar, con cierta envidia, a alguien que, por ejemplo, nunca haya contemplado una puesta de sol, no haya leído ningún libro de Chesterton o no haya visto el mar y aún pueda saborear estas cosas por primera vez. La novedad nos permite ver las cosas con una mirada limpia y agradecida, disfrutarlas sin darlas por hecho y descubrirlas como lo que son: un regalo que no merecemos. Conforme uno va acumulando años, este tipo de cosas se hacen menos frecuentes y la mayoría de las alegrías y placeres van pasando a la categoría de viejos amigos, que confortan pero no suelen sorprendernos.

Cuento todo esto porque, el sábado pasado, tuve ocasión de estrenar una alegría completamente nueva para mí: la Misa tradicional del rito extraordinario. Viajé a Sevilla con mi mujer y pude asistir a la Misa gregoriana solemne que se celebró en la ciudad del Guadalquivir. Como nunca había participado en una Misa tradicional, según el rito anterior al Concilio Vaticano II, tuve la oportunidad de observarla y participar en ella con ojos nuevos, sin el adormecimiento de la rutina. Con la ilusión de un niño ante un regalo inesperado.

Puesto que ya otros han descrito los detalles concretos de la celebración, me limitaré a relatar mis propias impresiones. Mi primera sensación fue estética, como es lógico. La Misa se celebró en la parroquia de San Bernardo de Sevilla. Como suele ser el caso con las iglesias andaluzas, está pintada por dentro y por fuera de colores alegres y luminosos. Es un templo precioso, barroco-neoclásico, del s. XVIII, con un estupendo retablo en el altar mayor y varios altares laterales.

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1.11.08

Compartir su alegría

Me ha parecido buena idea recoger hoy algunos párrafos de esta homilía del Papa Benedicto XVI en esta fiesta de Todos los Santos hace dos años.

Quizá lo que más me ha gustado es que lo fundamental al celebrar esta fiesta, según Benedicto XVI, no es pensar lo mucho que nos falta para ser santos ni hacer propósitos de ser buenos en todo lo que hagamos. Para el Papa, lo más importante en esta fiesta es compartir la “alegría celestial de los santos", es decir, disfrutar con ellos de Dios, de la Iglesia, de la salvación, de lo que significa ser cristianos, porque “la única verdadera causa de tristeza e infelicidad para el hombre es vivir lejos de Dios".

Aunque sea un escándalo para el mundo, esa alegría no está reñida con la entrega de la propia vida, sino que, al contrario, la santidad “pasa siempre por el camino de la cruz", que lleva a encontrar la verdadera alegría de Cristo.

Que leer esta homilía y celebrar esta fiesta despierte en nosotros el deseo de ser santos, que es el regalo que Dios nos tiene preparado desde antes de que el mundo existiera.

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26.09.08

Devuélvame mi nombre, por favor

El padre jesuita Juan Masiá ha publicado un curioso artículo en la revista Vida Nueva, que luego ha sido reproducido en parte en Religión Digital. Digo curioso porque trata de algunas peculiaridades de la celebración de la Eucaristía en tierras japonesas y, a mí, siempre me han fascinado ese tipo de cosas. Ya desde pequeño me encantaba ver, en revistas misioneras, las imágenes de Cristo con rasgos africanos en el Congo o a las Vírgenes vestidas con kimonos en Japón.

En este caso, sin embargo, lo que se contaba no me ha dejado un buen sabor de boca:

Desde los primeros bancos a los últimos, todo el mundo iba al altar, aunque no comulgasen. En Japón no se concibe la misa sin participar en la eucaristía. Por otra parte, es corriente la presencia de personas no católicas (de otra confesionalidad, de otra religión, o de ninguna); se sentirían excluidas quedándose en el banco mientras el resto comulga.
[…]
Por contraste, a los turistas católicos japoneses en Madrid les extrañaba una iglesia en que sólo comulgaba una minoría: “¿Es habitual asistir sin participar?”, me preguntaron y me vi en apuros al responder: “En mi país perduran la educación religiosa anticuada: exageraciones sobre la confesión antes de la comunión, malentendidos sobre sexualidad y contracepción, visión estrecha de la eucaristía, asistencia rutinaria a misa por cumplir, predicaciones que, en vez de invitar, alejan… ”.

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14.09.08

Es mentira, no está vacía

Hoy no voy a hablar de mentiras de políticos o periodistas poco escrupulosos, sino de algo mucho más antiguo y, paradójicamente, aún más actual. Se trata de una mentira con mucha solera, que lleva engañando a los hombres desde que el mundo es mundo.

Es una mentira muy sencilla, pero terriblemente dañina. El demonio es el Príncipe de la Mentira y sabe perfectamente dónde está tu punto débil. Se limita a sugerir, cuando estás sufriendo, que la cruz está vacía. Es decir, que estás solo con tu dolor, que tu sufrimiento no le importa a nadie, que no tiene ningún sentido. Tu matrimonio se rompe y a nadie le importa. Tienes una enfermedad grave y, a pesar de las condolencias de tus amigos, el que sufre eres tú y sólo tú. Tus defectos, tus complejos y tus fracasos, que tanto te hacen sufrir, te separan de los demás y por eso los ocultas, los escondes, te avergüenzas de ellos y los tienes que soportar en solitario. Pierdes tu trabajo, suspendes tus exámenes después de haber estudiado, fracasas en tus metas y todo eso, ¿para qué? No tiene sentido. Te mueres solo, angustiosamente solo…

Es fácil sacar la conclusión lógica de esta falsa premisa. Si no hay nada peor que el sufrimiento, para evitar el sufrimiento habrá que hacer lo que sea necesario: mentir, engañar, pisotear al prójimo, adulterar, robar, explotar a otros, fornicar, derrochar, drogarse, suicidarse… cualquier cosa, sea lo que sea, con tal de no sufrir. Así vive el mundo entero y así viven los cristianos que se han dejado engañar.

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7.08.08

Bendición sobre los esposos

Mi hermano se casó el lunes pasado, en Madrid. De entre las muchas cosas que me gustaron de la ceremonia, quiero compartir con los lectores la bendición sobre los esposos que contempla la liturgia del matrimonio (como una de tres opciones posibles). Es, en mi opinión, una de las oraciones más hermosas de la liturgia actual de la Iglesia, muy bíblica y llena de belleza y profundo espíritu cristiano.

A los esposos, quizá les pueda servir para recordar que su propio matrimonio comenzó con la bendición de Dios. Sólo la presencia continua de Dios entre los esposos puede darles la felicidad y hacer que su matrimonio forme una verdadera familia cristiana, es decir, una Iglesia doméstica, en la que se viva en alabanza del Padre, imitando a Jesucristo y guiados por el Espíritu Santo.

Dios quiera cumplir estas palabras en el matrimonio de todos los lectores, en el de mi hermano y en el mío propio.

Si quieren, pueden escucharla cantada aquí, para que la disfruten aún más.

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