¿Incomparable? Esa palabra no significa lo que tú crees que significa
Una de las desventajas de tener un blog en el que se discuten multitud de temas es que uno se encuentra con una gran cantidad de sofismas, es decir, de argumentos que aparentemente son correctos, pero en realidad adolecen de un vicio oculto que los inutiliza y los lleva a conclusiones erróneas.
Algunos de estos sofismas son muy frecuentes, hasta tal punto de que uno se cansa de refutarlos una y otra vez. Cuando acabas de clarificarle por enésima vez a un comentarista por qué eso que dice es un sofisma típico, consistente en tales y cuales errores de la argumentación, llega otro comentarista que cae en el mismo sofisma y exige que le expliques de nuevo todo desde el principio, en una especie de perpetuo día de la marmota. Para evitar tener que repetir tantas veces lo mismo, voy a tratar de describir brevemente uno de los sofismas más comunes, el de la incomparabilidad. Y, para hacerlo más interesante, traeremos al blog a un invitado de prestigio, el cardenal Schönborn, que podrá ayudarnos a comprender mejor el tema.