InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Moral

13.07.09

Por qué la gente no se confiesa

No, no voy a hablar de los casos de pederastia. Son algo inexpresablemente horrible pero, al menos, son poquísimos en comparación con el número total de sacerdotes. Voy a hablar de algo mucho más extendido, que me resulta más cercano y cuyas consecuencias he sufrido en multitud de ocasiones.

El tema me lo ha sugerido un artículo aparecido en Religión Digital titulado “España ya no se confiesa. En él, se habla de cifras muy tristes sobre la confesión en nuestro país (aunque no queda muy claro de dónde salen esas cifras). Aparentemente, el 80 % de los católicos españoles no se confiesa.

No son estas cifras, sin embargo, las que han hecho que me subiera la sangre a la cabeza. Lo que me ha fastidiado sobremanera es que el artículo parece atribuir este problema a los fieles. Ya he oído a muchos sacerdotes decir lo mismo: “es que la gente no viene a confesarse”, “prefieren otras cosas”, “no nos ven como intermediarios ante Dios”, “creen que no tienen pecados”… No es extraño que el artículo concluya que la confesión es un “sacramento destinado a desaparecer”.

Leer o escuchar este tipo de cosas me deja patidifuso. ¡Curas sinvergüenzas! Si no me lo desaconsejaran la caridad cristiana y el respeto debido a los ungidos del Señor, añadiría un párrafo entero de insultos. O dos, que el papel es barato, sobre todo el virtual.

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12.07.09

Letanías de la humildad

Ayer decía Luis en el blog que “en el Cielo, nos alegraremos no sólo del Amor con que [Dios] nos ama, sino que nos alegraremos de que ame más a otros. Ciertamente esa será la prueba de que estemos en el Cielo, la alegría porque los demás reciban más que nosotros”. Ese rápido vistazo a algo de lo que disfrutaremos en el cielo, me recordó una oración del Cardenal español Merry del Val, las letanías de la humildad, que piden la gracia para ir practicando ya aquí en la tierra lo que decía Luis (quien espero que no me reproche el inequívoco aire jesuítico que tienen).

En mi opinión, lo más importante para adquirir humildad es fijar los ojos en Dios y no mirarse mucho a uno mismo, aunque sea de forma bienintencionada. Sin embargo, creo que esta oración puede ser un buen correctivo cuando veamos que la tentación de soberbia o vanidad nos amenaza, nos ataca o nos vence vergonzosamente y sin que opongamos resistencia. El propio Merry del Val era hijo de embajador y fue nombrado arzobispo con tan solo 35 años de edad y cardenal y Secretario de Estado del Vaticano con 38, así que debió de conocer de primera mano el peligro de creerse mejor que los demás.

Y sí, antes de que alguien lo diga, es cierto que el autor del blog necesita mucho este correctivo.

ADVERTENCIA IMPORTANTE: Las oraciones para pedir humildad son extremadamente peligrosas, porque Dios suele conceder lo que se pide… y, a menudo, el camino de la humildad es la humillación. Luego no nos quejemos.

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11.07.09

¿Nos quiere Dios a todos lo mismo?

Quaestio quodlibetalis XVIII. Voy a intentar responder a una pregunta que me hicieron dos lectores, Alejandro y Helena, hace mucho tiempo. La pregunta fue: ¿nos quiere Dios a todos lo mismo? Supongo que a los lectores les pasará lo mismo que me paso a mí. Cuando uno escucha esa pregunta, instintivamente responde: pues sí, claro, ¿cómo no nos va a querer Dios a todos lo mismo?… Sin embargo si uno reflexiona sobre el tema, enseguida se ve que es más profundo de lo que parece. De hecho, es un tema tan amplio, que sólo voy a intentar dar unas pinceladas sobre él, para que los lectores puedan añadir sus vivencias y sugerencias.

¿Qué queremos decir nosotros cuando decimos que queremos a todo el mundo? Muy poca cosa. Nos estamos refiriendo a que tenemos una cierta benevolencia y que desearíamos que las cosas le fueran bien a todo el mundo, que no tenemos nada en principio contra nadie. No queremos decir, sin embargo, que queramos en sentido estricto a todas las personas del mundo, porque eso es imposible. No queremos ni podemos querer a una persona de un pueblo perdido de China, de la que nunca hemos oído hablar, cuyo nombre no conocemos y de la que no sabemos nada. Eso es imposible, porque no podemos querer a quien no conocemos.

Nosotros, a quien podemos querer es a los que tenemos cerca, a nuestros hijos, a nuestra familia, a nuestros vecinos y amigos y a las personas con las que nos encontramos personalmente por algún medio. El amor no es algo general, es algo concreto, se refiere a una persona real, con su propio nombre, a quien conocemos y a quien tenemos cerca, por lo menos cerca de forma espiritual o moral. Si hablamos en general, no hablamos de verdadero amor, sino de una simple benevolencia. Cuanto mas hablamos en general y más lejanos están de nosotros las personas a las que decimos que queremos, menos concreto es ese amor y menos se puede considerar verdadero amor. Por eso el planteamiento mismo de la pregunta es, en cierto modo, engañoso, porque Dios no nos quiere a todos en general, sino que nos quiere a cada uno en particular.

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30.06.09

La mujer se salvará por la maternidad

Quaestio quodlibetalis XVII. Ana MS, Winston y Gallizo mencionaron, en el post anterior, un tema que me parece digno de su propio artículo: la frase de San Pablo en 1 Tim 2, 15, que dice: “Ella [la mujer] se salvará por la maternidad“.

A ninguno le gusta la frase en cuestión. Winston dice, con cierta ironía que “Creo que queda claro que Pablo nunca eligió mujeres porque las mujeres necesitan engendrar hijos para salvarse, y si fueran curas, pues no se salvarían”. Gallizo se asombra: “La mujer que no tenga hijos (no se señalan motivos atenuantes o eximentes) se queda sin salvación… vaya !!!”. Ana MS, por su parte, se escandaliza: “Aquí se está valorando a la mujer, incluso se hace depender su salvación, de su capacidad reproductiva. […] En realidad, muy parecido a lo que nosotros hacíamos con las vacas, salvo que aquí se trata del alma y allí de la vida de los animales”.

Sólo voy a hacer unos apuntes rápidos, que permitan discutir el tema (espero que con calma y caridad). Creo que el problema con la frase de San Pablo está en entenderlo de un punto meramente biológico. Como si dijera que la mujer sólo se salvará si engendra físicamente hijos o, más brutalmente, como si entendiera a la mujer como una simple máquina reproductora para dar hijos al varón.

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26.06.09

La apertura a la vida: la cuestión de fondo

Hemos hablado ya varias veces del adulterio, como un tema tabú que no se suele tratar en catequesis ni homilías. Hoy vamos a comenzar con otro tema de moral que aún se suele tratar menos: la apertura a la vida y la anticoncepción.

Luis me propuso hablar de este tema, consciente de que puede suscitar reacciones airadas. Le respondí que no sólo me parecía apropiado, sino que lo consideraba como un deber para cristianos que escriben en Internet. Se trata de un aspecto muy importante de la moral matrimonial cristiana, pero el desconocimiento del mismo es casi universal. En parte, este desconocimiento se debe a la influencia de la cultura imperante en nuestra época, que tiende a concebir la sexualidad de forma superficial e inhumana. Sin embargo, estoy convencido de que una gran parte de la responsabilidad corresponde también a sacerdotes y catequistas que, durante cincuenta años, no han hablado de este tema o han traicionado su misión, ofreciendo su propia opinión en lugar de la enseñanza de la Iglesia.

Aquí tienen un primer texto, enviado por Luis. Publicaremos otros, pero creo que Luis hace algo esencial en estas líneas: centrar la cuestión de la apertura a la vida y la anticoncepción en la idea cristiana del matrimonio. La moral católica no se puede separar en normas independientes tomadas en solitario. Igual que el ser humano es uno, también la moral católica es una y, para entenderla bien, hay que ir a sus raíces profundas, a la comprensión cristiana de lo que es el ser humano y su relación con Dios y con los demás hombres.

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