Polémicas matrimoniales (I): La comunión como premio
El mundo moderno tiene la curiosa idea de que la fe cristiana es irracional y los cristianos creen lo que creen porque sí y, por lo tanto, pueden creer una cosa hoy y otra completamente distinta mañana. La realidad es que los cristianos inventaron la universidad y, en ella, la disputatio, que es precisamente la sana costumbre de someter las propuestas novedosas a una discusión pública, de modo que se discierna si son acordes tanto a la razón como a la fe.
En ese sentido, creo que es muy saludable que la propuesta del Cardenal Kasper de admitir a la comunión a los divorciados en una nueva unión sea sometida a una verdadera disputatio, como ya ha empezado a suceder. Diversos teólogos, cardenales e incluso el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe han comenzado a analizar la propuesta, generalmente con conclusiones fuertemente negativas. Como es lógico, se presupone la buena intención del cardenal en su propuesta, pero, como estos temas afectan a la vida de millones de católicos o, mejor dicho, de toda la Iglesia, las buenas intenciones no bastan.
He pensado que sería bueno que en este blog nos sumemos a esa disputatio, en la que tanto se puede aprender, así que, Deo volente, iré publicando una serie de artículos sobre el tema. En ellos intentaré examinar, con la colaboración de los lectores, la sustancia de cada argumento que se ha presentado a la luz de la razón, la Escritura, la Tradición y la doctrina de la Iglesia. Así podremos quedarnos con lo bueno y rechazar lo demás.
Hoy vamos a comenzar con el argumento de que negar la comunión a los divorciados en una nueva unión es, de algún modo, convertir la comunión en un premio para los “buenos”, según lo expresó el Cardenal Kasper: