InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en España

6.11.24

15.10.24

Robinsón Crusoe y la leyenda negra

Todo el mundo conoce la historia de Robinsón Crusoe, la fascinante aventura de un náufrago que sobrevive solo en una isla desierta gracias a su ingenio. Generaciones y generaciones han disfrutado con la historia, hasta el punto de que su protagonista es el paradigma de náufrago. La inmensa mayoría de los que conocen el relato solo han visto una película o han leído una versión adaptada, pero leer el libro original es muy instructivo.

Leyéndolo, uno percibe lo profundas que son las raíces de la leyenda negra antiespañola en los anglosajones. En la novela de Robinsón Crusoe, a pesar de no tener nada que ver con el tema, el autor, por boca del propio Crusoe, no pierde ocasión de criticar rabiosamente a los españoles con un odio que da miedo.

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22.05.24

El mapa de la apostasía

Desde pequeño, siempre me han encantado los mapas. Hay algo en ellos de poético, de aventurero y de mágico a la vez, que inmediatamente me ilusiona. Solo el hecho de que milagrosamente podamos reducir un país, un continente o el mundo entero a un dibujo sobre un papel es una proeza digna del genio de la lámpara de las mil y una noches. Los mapas hacen abarcable lo inabarcable y, gracias a ello, nos permiten comprenderlo, al menos en parte. Qué grande es Dios, que ha dado este poder a los hombres.

Desgraciadamente, lo que nos permiten comprender no siempre es bueno, ni ilusionante, ni mágico. Es más, a veces es terrible y casi desearía uno no haber visto nunca el mapa de marras. En eso pensaba al contemplar los mapas que he puesto arriba y que he encontrado en Internet. Se trata de dos mapas de Polonia, con una diferencia de diez años entre uno y otro (2011 a 2021), que bastan para visualizar algo tremendo que se está produciendo: la rápida apostasía masiva de todo un país.

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11.03.24

Lágrimas en la sacristía

Sacristía de San Pedro

A lo largo de sus dos milenios de existencia (o algunos más, si contamos, en sentido amplio, al pueblo de Israel), la Iglesia ha conocido todo tipo de persecuciones. Recuerdo la impresión que me hizo la basílica de Santo Stefano Rotondo, en Roma, que muestra en sus paredes circulares fresco tras fresco de escenas de los terribles martirios que sufrieron los cristianos en la antigua Roma, con gran realismo y abundancia de sangre. La basílica es bellísima, pero los murales renacentistas son solo para espíritus fuertes y Dickens, que visitó la Iglesia, los comparó con una terrible pesadilla. Después de los romanos, muchos otros pueblos, desde los japoneses a las tribus de Uganda o los propios españoles en el siglo XX, han competido por ver quién inventaba torturas y martirios más crueles para los cristianos.

Dicho eso, siempre me ha parecido que la persecución interna es, en cierto modo, más cruel, aunque sea menos espectacular y sangrienta. Basta leer la vida de los santos para ver que, en numerosas ocasiones, quienes les hacían la vida imposible eran sus superiores, sus hermanos frailes, monjes, sacerdotes o simplemente gente cristiana, pero obtusa y presta a condenar lo que no entendía.

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24.11.23

Indemnizaciones episcopales

Los españoles estamos tan acostumbrados a la forma de actuar de los (malos) políticos, que ya nos parece lo más normal del mundo, incluso por parte de los que nada deberían tener que ver con la política. Acabo de leer las declaraciones del Secretario y Portavoz de la Conferencia Episcopal Española sobre las indemnizaciones por presuntos abusos y me cuesta creer que no se haya levantado un gran clamor de protesta entre los fieles en respuesta a ellas.

Mons. García Magán ha explicado que la Iglesia pagará indemnizaciones a las víctimas no solo cuando la justicia obligue a ello, sino también cuando no haya una sentencia en ese sentido y, por lo tanto, no exista obligación legal ninguna de hacerlo. Esto suena muy bien, porque ¿quién no está de acuerdo en que las víctimas reciban toda la ayuda posible? En consecuencia, nuestros obispos, que han decidido que las víctimas obtengan esa indemnización, están actuando rectamente, en justicia y como verdaderos hombres de Dios, ¿verdad? Me temo que no.

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